Mujeres protectoras de la vida en sus territorios se pronunciaron para denunciar colectivamente las prácticas depredadoras y extractivistas del sistema capitalista y patriarcal que azotan sus entornos, así como para visibilizar las acciones de resistencia que llevan a cabo a través de lo que ellas han nombrado como una “política de la esperanza”.
Agrupadas a través de la Red de Mujeres Defensoras de Jalisco defienden sus comunidades en Santa Cruz de las Flores, Tlajomulco; Cuyacapan, Atoyac; Hostotipaquillo; Ciudad Guzmán; y Juanacatlán, del ecocidio de sus bosques, la contaminación de sus cuerpos de agua y tierras, la extinción de sus abejas, de la llegada de empresas mineras, de las agroindustrias que generan daños irreversibles a sus campos y a sus cuerpos, y de cualquier otra amenaza que atente contra la vida.
En el marco del 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, reconocen que son ellas quienes cuidan la naturaleza, puesto que, sin ella no habría cuerpos (vida) y sin cuerpos no habría exigencia.
Por Dalia Souza / @Dalia Souzal
Angelica, Lidia, Araceli, Coco, Tere, Eva, Sofía y Marisa son mujeres protectoras de la vida dentro de sus comunidades. Caminan y accionan juntas a través de la Red de Mujeres Defensoras de Jalisco y en el marco del 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres se pronunciaron para generar conciencia alrededor de la urgente crisis civilizatoria que atenta contra la naturaleza y los cuerpos de las mujeres.
Cada una representando a través de sus luchas y resistencias a los cuatro elementos esenciales de la vida: aire, tierra, fuego y agua advirtieron que frente a las políticas de la muerte y la devastación, la única alternativa posible es la vida como esperanza y accionar colectivo.
“Hoy invitamos a las personas a concientizarse sobre la urgente integridad y protección de los cuerpos de las mujeres y los seres vivos con quienes compartimos los ecosistemas” expresaron en su pronunciamiento. Y es que, la Red de Mujeres Defensoras de Jalisco se gestó en 2015, después de varios espacios de reunión entre mujeres de distintas comunidades y regiones del estado. Juntas encontraron un punto de inflexión entre las luchas que como mujeres mantienen para defender sus cuerpos, proteger a sus familias, comunidades y territorios.
“Nosotras cuidamos de la tierra para sostener la salud de nuestros cuerpos” manifestaron porque “sin naturaleza no hay cuerpos (vida) y sin cuerpos (vida) no hay exigencia”.
Estas mujeres vienen de Santa Cruz de las Flores en Tlajomulco de Zúñiga; Cuyacapan en el municipio de Atoyac; de los municipios de Hostotipaquillo y Ciudad Guzmán en la región sur del estado; así como de Juanacatlán. Sus acciones de defensa van desde la protección de las abejas de la extinción que provocan los agroquímicos de la industria del tequila y el monocultivo de agave, hasta la depredación de las empresas mineras.
“Somos cuerpos de mujeres: somos aire, agua, tierra y vida silvestre del antiguo Valle de Xuchitlán”
A 30 kilómetros de la capital del estado, el antiguo Valle de Xuchitlán –hoy Santa Cruz de las Flores en Tlajomulco de Zúñiga- es protegido por un grupo de mujeres que han decidido no ceder al despojo que provocan los incendios de agroquímicos, a la extracción industrial del agua, a la expansión de la vivienda comercial y el creciente desarrollo de vialidades para el tránsito de camiones de carga pesada y transporte de personal que sólo han llevado a la pérdida de vidas.
Angelica Ramos y Lidia abanderan junto a sus compañeras la defensa de este territorio que poco a poco ha sido consumido por la llamada mancha urbana. ¿A quién le pertenece el aire, el agua, la tierra? se preguntan estas mujeres protectoras de la vida. Le pertenecen a los colibríes, dicen, a los faisanes, a los tecolotes, a las aguilillas, a los zopilotes, a los correcamino, a los patos, a los mayates, a las libélulas, a los caballos, a las hormigas, a las víboras. a las iguanas, al encino, a los abruzos de rosa panal, al ciruelo silvestre, al huizache, al guaje, a las plantas curativas y a las que proveen alimento; a sus hijxs, nietxs, a lxs habitantes presentes y a sus ancestrxs.
Pero no a la maldad, aseguran, esa que produce “la guerra capitalista de muerte que se ensaña en marcar nuestro destino, envenenando nuestro aire, agua y tierra”.
De acuerdo con sus propios registros, estas prácticas han provocado enfermedades crónico-degenerativas y fallecimientos”. Calculan que entre ocho y diez personas han muerto a causa de infartos “sin precedente de salud alguno”, otras más por insuficiencia renal, daño hepático, fibrosis pulmonar, estrés, ansiedad, demencia y depresión.
Los efectos de esta guerra han provocado también sufrimiento y enfermedad en las infancias: malformaciones congénitas, alergias, enfermedades en la piel, falta de concentración y problemas para respirar, sólo por mencionar algunas. “¿Son estas las consecuencias de vivir en el Antiguo Valle de Xuchitlán?” se cuestiona Libia.
Angélica Ramos, defensora y protectora del antiguo Valle de Xuchitlán, Santa Cruz de las Flores, Tlajomulco de Zúñiga.
Estas mujeres tienen claro a quiénes no les pertenece este territorio al que protegen, en su mayoría se trata de grandes industrias y empresas que han llegado para asentarse y depredar estos espacios naturales y ecosistemas bajo la supuesta promesa de desarrollo y empleos. Su listado es largo entre grandes comercializadoras de fertilizantes, plaguicidas, fungicidas y demás adherentes agrícolas, granjas avícolas y equinas, hasta metalmetálicas y grandes corredores industriales “construidos sin consulta, permiso ni consentimiento de los pueblos, dentro de los mismos”. Acá tampoco quedan fuera las grandes empresas inmobiliarias “que devastan bosques y roban manantiales, engañando a personas con la venta de casas sin infraestructura y servicios públicos”.
“Este es un llamado de emergencia desde los cuerpos de las mujeres” afirma Angélica Ramos, quien exigió un ALTO a todas aquellas empresas que “bajo el cobijo de impunidad de un sello como “empresas socialmente responsable”, se asientan y trabajan productos altamente tóxicos para todas las personas que habitan el Antiguo Valle de Xuchitlán.
En ese sentido señalaron a las empresas Disosa, Fefermex, CEMEX, de “arrojar al aire gases, humos y partículas por sus chimeneas que mantienen enfermos a los pueblos” con el engaño “cínico” de ser sólo “vapor de agua”.
Exigieron también un alto a “la escalada de camiones de carga pesada, tráilers de doble caja, camiones de transporte de personal”, ya que estos “transportes mortíferos” no sólo mantienen “sitiados” a sus pueblos con “ruidos enloquecedores”, debido a su tránsito recurrente por caminos que mantienen comunicada a la comunidad, sino, además, por ser “responsables de atropellamientos que han cegado la vida de muchas personas”. Uno de estos casos es el de Hugo, quien fue atropellado el 16 de enero en el camino vecinal a Tala, ahora nombrado “Circuito Metropolitano Sur”.
De esta manera, hacen un llamado a atender las medidas cautelares emitidas por la Comisión Estatal de Derechos Humanos Jalisco, estas contemplan:
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- La elaboración de estudios epidemiológicos a la población de Santa Cruz de las Flores.
- Análisis sobre las características físicas, químicas, biológicas y radiológicas de los tres pozos que abastecen a la comunidad de Santa Cruz de las Flores.
- La emisión de documentos técnicos que sustenten los cambios de uso de suelo de la cuenca de Santa Cruz de las Flores, El Malvaste, Totoltepec y Humedal de “La Playa”, la elaboración del Estudio de Manifestación de Impacto Ambiental y las autorizaciones correspondientes y la consulta pública, difusión y publicación en el Diario Oficial de la Federación sobre estos.
“Frente a la agricultura de muerte, las políticas de la esperanza”
Araceli Paniagua es apicultora en Atoyac, Jalisco. Su familia junto a otras familias apicultoras dentro de la comunidad han sido testigas del proceso de extinción de las abejas en esta región del estado, producto de la deforestación que generan los monocultivos de agave y aguacate.
En sus palabras, esto está ocasionado “la muerte masiva de abejas”, pero también su huída: “se van vaciando esas cajas, cada vez vemos cajas más vacías y tristemente vivimos esa realidad”. Lo cierto es, dice Araceli que esto sólo anuncia un futuro devastador “si las abejas se extinguen, nosotros también”.
La siembra de agave y aguacate son “factores de muerte” que están acabando con la fauna y la flora endémica de la región, con las flores de las que se alimentaban las abejas y de las plantas medicinales que consumían sus habitantes, advierte Araceli.
La muerte de las abejas como resultado del uso de los químicos con los que las empresas fumigan el agave, son un reflejo de lo que estos provocan también en la vida y la salud de las personas cuando los aspiran en el aire. A esto se suman los incendios que se generan intencionalmente para deforestar hectáreas completas, incluso, la creación de infraestructura de riego como pozos donde las abejas terminan atrapadas y finalmente mueren.
Araceli, precisa que todos estos actos han determinado que la producción de miel haya bajado año con año, pasando de recolectar toneladas a apenas 50 o 30 cubetas. “Sabemos de dónde viene todo y pues si no paramos esto no sé qué va a pasar, no sé qué va a pasar…”. También están contaminando las aguas por el uso de agroquímicos y secando las presas, represas, tajos, mantos acuíferos (que tampoco se libran de la contaminación).
Coco y Araceli Paniagua defensoras y protectoras del agua y las abejas en el municipio de Atoyac, Jalisco.
Doña Coco, habitante de Cuyacapan en el mismo municipio de Atoyac, relata con tristeza la pérdida de uno de los cuerpos de agua más importantes para su comunidad “El Tanque de Agua Azul”, no sólo por el significado histórico y cultural que tiene para sus habitantes, sino también por lo que éste les proveía. Con el agua de esta represa se regaba el tomate, el maíz, las legumbres y la alfalfa que sus habitantes sembraban. Sin embargo, ahora, no sólo luce cada vez más seco y contaminado, sino que su agua ha sido acaparada por grupos externos a la comunidad.
“Pero estamos con esa política de la esperanza” dice Araceli, donde “nos sostenemos todas” haciendo todo lo posible para hacer florecer los mezquites, el pitayo y el guamuchil en época de primavera, para que las abejas no desaparezcan y nosotros con ellas.
Conmemorar el 8M desde nuestro territorio
“Conmemoro el 8M desde nuestro territorio, conectándonos con este elemento: la tierra, agradeciendo todavía la posibilidad de la vida” dice Tere Jamaica, productora y protectora de esta flor en Hostotipaquillo, Jalisco.
Un territorio que está siendo amenazado por actores que depredan la vida humana y los ecosistemas que lo rodean. Entre ellas, la violencia social y criminal que produce el narcotráfico y la inmersión de proyectos extractivistas como la minería de empresas canadienses, la siembra de agave y berries donde participan empresas mexicanas y estadounidenses.
Pareciera, dice, que “nos han dejado muy pocas posibilidades de vida”, ya no basta sólo con el narco, ya no basta sólo con la minería, ahora llega “la agricultura de la muerte” con el agave y las berries “todas esas esas pasiones de las de los países extranjeros, de otros países sí de los blancos, que que se llevan toda nuestra riqueza” asegura Tere.
Tere Jamaica y Eva Villanueva.
Eva Villanueva es de Ciudad Guzmán, aunque “ha florecido en distintos territorios del país”. Ella es protectora de las plantas medicinales y comprende “la relación que existe entre los cuerpos de las mujeres y estos seres vegetales”.
Como protectora, defensora y cuidadora de las plantas medicinales, reconoce que el Estado debe garantizar como un derecho la posibilidad de decidir cómo recuperar y mantener la salud, generando las condiciones necesarias para que entre estas posibilidades las personas puedan recurrir a la medicina tradicional o a la alópata, si así lo quieren: “si quiero curarme con plantas el Estado me debe proveer de ese recurso, si quiero curarme con medicina alópata, pues igual, que pueda hacerlo, pero es un derecho que tenemos”.
Eva se considera una mujer enamorada del contacto con la tierra, con la naturaleza y las plantas medicinales que protege. Su proyecto está centrado en crear Farmacias vivientes donde más allá de “hacer remedio una planta”, afirma, se trata de entrar en contacto con ellas como si se tratará de “poner un parche a la tierra”. De esta manera, sembrar una planta o un árbol frutal no sólo beneficia a la persona humana, sino a las especies y seres que rodean los ecosistemas.
Como defensoras y protectoras de su territorio y de la vida, lo único que piden es que “se garantice nuestra seguridad, nuestra paz y nuestra salud” afirma Tere.
Cuando agua dejó de ser sinónimo de vida
Sofía y Marisa, defensoras del agua, nacieron en Juanacatlán, Jalisco al borde de la ribera del Río Santiago, uno de los más contaminados en América Latina. Dicen que aún recuerdan cuando sus arroyos, humedales, charcas y lagunas daban vida a su territorio, pero también identidad y arraigo a sus habitantes. Sin embargo, esta agua que antes fue “dadora de vida” se ha convertido en “una herramienta de dominación para quien no puede pagarla”.
Señalan que el “agua de calidad” ha sido destinada sóla y exclusivamente para las industrias que “requieren inocuidad para su producción”, mientras que, quienes habitan estos territorios (comunidades enteras como la de Juanacatlán) se han quedado con “agua cargada de arsénico por la sobreexplotación de los mantos acuíferos, de coliformes fecales por la infiltración de los cuerpos de agua cargados de contaminantes”.
El agua, denuncian “casi extinta” es “suplantada por una carga de metales pesados, bacterias contaminantes diluidos en ella”. En medio de este estado de “sobrevivencia” además han sufrido los efectos a la salud de estas condiciones de contaminación ambiental y que han arrebatado vidas.
“Lo que tristemente pasa en nuestro territorio, es algo que padece nuestros cuerpos. La contaminación ha tocado nuestras casas y nuestras familias, imponiendo enfermedad y muerte”. Y con ello, la muerte también de la flora y la fauna que antes rodeaba su territorio. Mientras tanto, señalan, el Estado ha convertido la pérdida de todas estas vidas en su ganancia.
“Resistimos cotidianamente” afirma Sofía, al embate de estas fuerzas depredadoras, a través de la movilización constante, gritando tan alto como sea posible para que “lo que sucede en nuestro espacio no se repita en otras geografías”.
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Con el lema “Florecemos ante las violencias” la Red de Defensoras Jalisco saldrá a las calles por primera vez a marchar este #8M. Si quieres acompañarlas en su contingente envíales un mensaje a través de su cuenta de Instagram.