#AlianzaDeMedios
Un grupo de mamás, hijas e hijos, hermanos y otros familiares de personas desaparecidas en el estado de Chihuahua, realizaron este domingo 03 de marzo un picnic frente al Palacio de Gobierno en la capital de la entidad, para conmemorar “el día de la familia”, recordar que en sus hogares está un espacio vacío y para reclamar, una vez más, la desesperanza que les ha generado las autoridades con la impunidad e indiferencia.
Por Patricia Mayorga
Desde el antimonumento conocido como la Cruz de Clavos, Yessenia Carrera (mamá de Carlos Antonio Perales Carrera, desaparecido en agosto de 2015 con otros seis hombres en la comunidad de LeBarón, al Noroeste del estado) caminó hacia la placa conmemorativa de Marisela Escobedo Ortíz (asesinada por investigar el feminicidio de su hija Rubí Marisol Frayre Escobedo) y dejó huellas amarillas como símbolo de la esperanza con la que han caminado miles de familiares hacia la sede gubernamental en busca de justicia y de ayuda para localizar a sus familiares.
La cruz de clavos es el memorial colocado desde 2001 en la plaza Hidalgo, frente al palacio de gobierno de Chihuahua, para las víctimas de feminicidio y que se ha convertido en un espacio para denunciar la impunidad en masacres, desapariciones de personas y homicidios imparables en la entidad.
Al llegar a la placa de Marisela Escobedo, quien hizo el mismo recorrido de la plaza Hidalgo a la puerta del palacio de gobierno para salvar su vida la noche del 16 de diciembre de 2010, Yessenia Carrera regresó hacia la cruz de clavos y dejó otro trazo de huellas rojas que representan “la sangre del corazón que sienten derramada” cuando quedan sin ser escuchadas por la autoridad, detalló Lourdes Hernández, mamá de Pamela Leticia Portillo Hernández, desaparecida el 25 de julio de 2010.
El grupo de mamás de hijos e hijas desaparecidas, ha llevado un proceso doloroso para fortalecerse mutuamente y encontrar nuevas herramientas y caminos para encontrar justicia.
“Tenemos una silla vacía en casa y hoy es el día de la familia. Pusimos nuestras fotografías con silueta en blanco porque nuestra familia tiene un espacio vacío en casa. Y así como las huellas, vamos con toda la esperanza del mundo a pedir ayuda a las autoridades y regresamos sin ser escuchados”, agregó Luly Hernández.
Luly forma parte de la Escuela de la organización Aluna Acompañamiento Psicosocial, donde aprendió a acompañar a otras mujeres y familiares de personas desaparecidas para incidir con más estrategias, para continuar en el camino fuertes y enfocadas.
“Gracias a Dios estuve en Aluna y aprendí muchísimo, aprendí a ser acompañante, al mismo que me acompañan a mí porque vivo el proceso también”, dice la mamá de Pamela Portillo, quien siempre es acompañada a los actos de memoria por sus nietas, Dana y Vania Portillo.
Para la mujer que no ha dejado de exigir justicia y de encontrar nuevas herramientas para compartir con otras familias, ellas mismas han asumido nuevas formas de incidir cada fecha emblemática y cada vez que sea necesario hacerse presentes con las playeras, mantas, chales, fotografías, siluetas, flores, corazones, que simbolizan a sus hijos e hijas.
“Esta iniciativa que hemos hecho ahora es porque vemos que las organizaciones ya no tienen mucho interés en hacer visibles nuestros desaparecidos. Lo más importante es que ya nos los desaparecieron y no vamos a permitir que los desaparezcan otra vez. Entonces, seguimos nosotros con estas investigaciones, aunque estemos solas, no importa que seamos poquitas pero seguimos porque no vamos a permitir eso, que nos los desaparezcan”, añadió Hernández.
Al grupo de mujeres las apoya el Centro de Derechos Humanos de las Mujeres (Cedehm), el cual lleva la representación jurídica y de acompañamiento a las familias de personas desaparecidas que acuden a la organización. Con este grupo de madres, acompaña las decisiones de incidencia que ellas han tenido.
¿Cómo han resignificado su lucha y su vida a partir del acompañamiento psicosocial? Se le pregunta a Luly Hernández, quien responde categórica:
“Ya no vivimos con culpa. Es bien difícil de explicar, pero nos ha servido a todas. Podemos vivir en duelo un poco más tranquilas, un poco menos culpables, porque cuando pasa es que dices: ‘hubiera dicho, hubiera hecho’, ‘bueno, no lo encontré porque no me moví, porque no hice esto’, ‘¿porqué no fui por ella en vez de que se mueva sola’.
“Ahora sabemos que no tuvimos la culpa, que merecemos vivir normal. Ya no vivimos con la gran felicidad, pero vivimos sin culpa. El hecho de que antes, si me comía una nieve me preguntaba: ‘yo comí una nieve ¿y ella dónde?’, o ‘yo me río, ¿y ella dónde?. Ahora ya nos contamos chistes, nos tomamos un café, con dolor, pero lo hacemos, nos reímos“
Y añadió en entrevista:
“Como estamos en conjunto y vivimos el proceso juntas, en conjunto hace más fuerza. He visto el crecimiento de algunas de mis compañeras que antes no se atrevían a hablar. Ahora se atreven más a hablar, es más significativo cuando hablan, aparte estamos acompañadas por nosotras mismas.
Las mamás que hoy se congregaron en la plaza Hidalgo recuerdan que al principio la gente les cuestionaba que se reunieran porque consideraban que lo hacían “para echar el chal”, o si las veía platicando y riendo, las criticaban porque al parecer no sentían dolor. Cuando han viajado a Ciudad de México o a otras ciudades para manifestarse y exigir justicia a autoridades federales, las juzgan por viajar y pasear.
“Nos querían hacer sentir mal, pero ahora ya tenemos herramientas y argumentos para contestar lo que saben contestar. Y lo más importante: ya no vivimos con culpa”, remata Luly Hernández.
***
Este trabajo fue publicado originalmente en Raichali que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.