Pesimismo Esperanzador
Por Jorge Rocha, académico del ITESO / @JorgeRochaQ
Este fin de semana comienzan las campañas electorales de manera formal, luego de los muy poco claros procesos de pre-campañas e intercampañas. Los distintos agregadores de encuestas electorales como Oraculus y Polls.mx muestran que los ejercicios estadísticos que hasta ahora se han hecho públicos, dan una amplia ventaja a Claudia Sheinbaum (Morena y sus aliados) sobre Xóchitl Gálvez (PAN-PRI-PDD) y sobre Jorge Álvarez Maynez (MC). De igual forma, en las encuestas publicadas sobre las elecciones a las gubernaturas en disputa, Morena tiene ventaja en Morelos, Veracruz, Puebla, Ciudad de México, Tabasco y Chiapas; mientras que en Jalisco, Guanajuato y Yucatán los comicios muestran una competencia electoral muy cerrada entre el partido del presidente y Movimiento Ciudadano y Acción Nacional respectivamente.
En distintos espacios he escuchado a miembros de la alianza oficialista con un discurso de que “este arroz ya se coció” o incluso de que en algunos estados nos podemos “ahorrar” el proceso electoral. Sin embargo, en la arena de la política electoral aplica aquel viejo adagio futbolero, obra de Fernando Marcos, de que: “el último minuto también tiene 60 segundos”. Para los que van arriba en las preferencias electorales es primordial establecer una narrativa que habla sobre la irreversibilidad de las tendencias, para los que están abajo el discurso versa sobre la capacidad de remontar. Habrá que decir que en política los dos escenarios siempre son posibles.
Ahora bien, desde los que son favorecidos en este momento por las tendencias electorales que muestran las encuestas, es muy fácil caer en la soberbia política, aquel vicio que desde los primeros filósofos políticos como Tomás Moro o Nicolás Maquiavelo era tachado como una práctica indeseable. Si se lee con detalle a estos grandes pensadores, la virtud política más apreciada era la prudencia; y creo que, si nos pudieran dar una opinión para los tiempos actuales, seguramente refrendarían sus planteamientos.
La soberbia política lleva a los que incurren en ella a creer que ya ganaron las elecciones, desde esa posición son incapaces de dialogar con todas y todos los actores políticos y de ninguna forma aceptan el disenso en las ideas. La soberbia política lleva al ninguneo de las y de los otros; y la crítica y autocrítica en la forma de proceder es simplemente imposible e inadmisible.
La soberbia política provoca que un actor político crea que está por arriba de la ley y de las instituciones; y se creen sistemáticamente el cuento de que su palabra es la verdad última en todas las cosas. La soberbia nubla la vista, distorsiona la realidad y nos coloca en una superioridad ficticia y en pedestales artificiales. Este vicio nos aleja de los demás y nos impide construir puentes de diálogo y acuerdo. La soberbia nos lleva a creer que somos autosuficientes y que no necesitamos de los demás para cambiar al mundo. La soberbia política y el autoritarismo son hermanos siameses que se nutren uno del otro y que terminan por romper el tejido social en una comunidad.
Este vicio nos hace pensar que los otros son objetos que podemos manipular y que nosotros somos los únicos que sabemos que es lo que más les conviene, dicho de otra forma, la soberbia política nos lleva a la cosificación de las personas. Nada más dañino para la vida social. Los soberbios políticos creen que su poder será eterno y que su legado será el más importante de la historia, pero no saben que los únicos que los pondrán en su justo valor serán las generaciones futuras.
Ojalá que la clase política en México releyera (o en muchos casos que empiece a leer) a los clásicos de la filosofía política, porque si lo hicieran, es muy probable que su comportamiento sería muy distinto. Hoy estamos plagados de los soberbios de ayer y de los soberbios de hoy. Esperemos que algún día llegue la generación de las y los políticos prudentes y en una de esas, hasta sabios.
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