Desde Mujeres
Por Claudia Angélica Ramírez Ramos /@claudiarmrm / @DesdeMujeres
Hace poco leía sobre lo maravilloso que ha sido que, en el último año posterior a la pandemia, han surgido muchos círculos de mujeres, creación de redes, club de lecturas feministas, y espacios de colectivización, que promueven la socialización y resistencia al sistema patriarcal; a través de estos grupos de cariño, empatía, actividades lúdicas y sentimiento de pertenencia, por lo que, en un acto de amor, revolución y necesidad, las mujeres hemos colectivizado.
Lo cual sinceramente me parece igual de hermoso que en aquel texto que leí, no sólo porque hay más espacios donde podemos ser parte de un grupo y crecer en amistades, redes y hobbies, sino porque, a través de este tipo de actividades y círculos, maximizamos y potencializamos la autonomía e independencia de las mujeres, minimizando los riesgos de que puedan ser víctimas de violencia por razones de género al diversificar redes de cariño, conocimientos técnicos y habilidades psicosociales.
Sin embargo; como en todas mis cenas familiares, vengo a ser un poco la incómoda de la mesa, ya que, también, al haber un exponencial crecimiento de estos espacios, he podido observar el crecimiento de estafas, reproducción de discursos de odio, aislamiento de las individuas y violencias machistas y patriarcales reproducidas en supuestos espacios “seguros”.
Muchas veces bromeo con la constante comparación entre la creación colectiva y el desarrollo de redes con las sectas, lo hago desde el humor y desde la seguridad de que los espacios en lo que participo, estan lejos de ese ambiente tóxico y muchas veces, se filtran de manera orgánica.
Para empezar, porque promovemos constantemente la diversificación de las redes de cariño y las esferas de seguridad en la vida de las personas integrantes, mientras que, personas con actitudes sectarias y violentas se dedican a promover el aislamiento del individuo, dejándose a si mismas como única esfera o red de seguridad, ya sea promoviendo el odio a otros espacios o “terapeando” con lenguaje técnico para que se vean ellas como únicas salvadoras que entienden los problemas de las integrantes.
También me ha tocado ver esos espacios donde bajo una donación monetaria se recibe la “gracia de las Diosas” y que, justo, reproduce situaciones como el telar o flor de la abundancia o estafas piramidales, donde quienes integran este tipo de redes, buscan una pertenencia no sólo a un grupo sino que también se encuentran en una búsqueda espiritual más profunda. Muchas veces, en estos espacios, es donde personas con conocimientos mínimos al respecto de rituales espirituales los utilizan con la finalidad de generar una “deuda” por parte de las integrantes con tal de seguir recibiendo estos “beneficios espirituales y místicos”.
Asimismo, he sido testiga de lugares que dan servicios con el apellido “feminista” ya sea de psicología, nutrición, etc; donde muchas veces nos acercamos por el enfoque y nos alejamos por las violencias recibidas, me ha tocado ver psicólogas promoviendo el lesbianismo como único acto de resistencia relacional, invisibilizando muchas otras luchas, identidades y orientaciones, así como usando tecnicismos de la teoría feminista para violentar a sus clientes o pacientas en un acto de control, totalmente reprobable.
Por último, he visto estos grupos donde se manejan con letreros separatistas o “exclusivos para mujeres” donde se reproducen muchas de las actitudes y violencias machistas que podemos ver en otros espacios, ya sea en la forma de ligar en relaciones sáficas, o en cosas más simples como en el arrebato de la voz o minimización de los esfuerzos de integrantes por no tener el mismo nivel académico o de currículum activista que otras, lo cual, muchas veces no sólo es parte del machismo interiorizado de muchas, sino también de clasismo o racismo, donde el protagonismo y la visibilización de algunas es más importante que el sentimiento y cuidado de la mayoría.
Y ojo, de verdad y conscientemente creo que hay espacios seguros de morras, y no creo que todos los que se han construido sean malos o vayan directo por el dinero de la gente, verdaderamente soy testiga de la creación y desarrollo de algunos, donde mujeres no sólo han encontrado un espacio de amistad, sino que han creado redes de conocimiento y autonomía sobre sus vidas; así como es un punto de apoyo cuando todo al rededor parece desmoronarse; también he visto espacios donde fortalecen conocimientos técnicos y apoyos para mujeres en situaciones de vulnerabilidad desde un proceso de empatía y genuino apoyo sororo.
De igual manera, no creo tener ni la verdad absoluta ni el criterio de nombrar qué espacios son seguros o no; pero, sí considero que tenemos que ser más críticas de los espacios a los que entregamos nuestra confianza, sobre todo en momentos de vulnerabilidad ya que, de acuerdo a los espacios a los que yo pertenezco podemos observar que la mayoría de las mujeres que se integran son foráneas, que trabajan desde casa o que estan en un punto crítico con su vínculo o relación sentimental, ya sea porque no se sienten cómodas ahí o porque acaban de separarse.
Por mi parte he cometido muchos errores al crear en lo colectivo, desde minimizar la necesidad de reglas operativas hasta generarme expectativas personales sobre cómo debe verse la amistad o relación que se tenga entre las integrantes, en lugar de concentrarme en lo bello que se ha construido en estos espacios, apreciando no sólo la pertenencia y permanencia de muchas sino también valorando y cuidando la confianza y cariño que han depositado en los proyectos, tanto técnicos como lúdicos, además de los beneficios que ninguna puede negar de estos espacios que son el desarrollo de amistades o mayores oportunidades laborales y conexiones que han conseguido mutuamente al habitar estos espacios.
Considero que, esta columna es una invitación para todas no sólo a buscar grupos donde nos sintamos cómodas, podamos desarrollarnos y crecer como personas juntas, así como generar redes de cariño honesto y crecimiento técnico; sino que también que seamos críticas, duras y conscientes sobre lo que esperamos de este tipo de espacios, reconociendo que no todo lo que lleve un “para morras” o “feminista” es por ende un lugar o una relación segura.
Es una invitación también a promover la diversidad de pensamiento y realidades en estos espacios, donde podamos reconocer y nutrir nuestras historias a través de las de las demás de una manera responsable y cuidadosa, donde visibilizar y reconocer la vulnerabilidad y los sentimientos no sea una debilidad sino un acto de cariño.