#ZonaFIL
Traer el dolor del pasado, plasmado en el cuerpo. Por medio de sus nuevas novelas, Alaíde Ventura Medina e Hiram Ruvalcaba invitan a lectores a escuchar las voces del lugar de origen, tatuadas en la piel presente.
Por Fernanda Noriega/ @fernoriegalasplantas
La veracruzana Alaíde Ventura Medina y el jalisciense Hiram Ruvalcaba presentaron en conjunto sus más recientes novelas: “Autofagia” y “Todo pueblo es cicatriz”. Ambos becarios de FONCA (2021), comparten cómo, aunque sus obras entretejen diferentes temáticas, tienen impresas heridas en común: violencias, narraciones de voces, y los recuerdos impregnados en la memoria de manera fotográfica.
Tras la batuta de Mariana H. comenzó la charla. La presentadora expuso la trama de cada una de las novelas, haciendo especial énfasis en lo complejo de ser una persona con trastornos de la conducta alimentaria, y experimentarlos como: “pantanos de depresión” y “ríos dragados por la ansiedad”.
“Adicción a no comer, la complicidad en el vacío”
Autofagia se define como el proceso biológico en el cual las células descomponen y reciclan sus propios componentes internos. Comerse a sí misma a partir de la omisión. La autora cuenta en la novela, cómo la protagonista y su pareja se retroalimentan a partir de una dinámica principal: no comer para poder acuerparse de manera ligera y frágil.
Alaíde mencionó cómo le interesaba explorar la idea del cuerpo y sus mecanismos. Antes que nada somos un cuerpo, personas habitando un organismo vivo; éste siendo el envase no solo de los procesos digestivos, sino de los procesos emocionales. ¿Qué sucede con la mente, cuando la vasija está siendo castigada y privada de sus necesidades básicas? Las consecuencias se manifiestan durante la novela, cuando la protagonista convive con las voces de su pasado; fantasmas ávidos de voz, a manera de diálogos internos.
Para continuar, la autora comenta lo difícil que son los trastornos de conducta alimentaria, sumados a los trastornos de ansiedad. “Una adicción a la ausencia”, añadió Ventura al comparar los TCA con otro tipo de conductas adictivas. Otras cuentan con acuerdos negociables, sin embargo “ausentar la comida” no lo es; aludiendo a que el experimentar placer al no consumir alimentos es una pulsión inalcanzable.
“Todo lo que se lea a continuación deberá considerarse invento de la imaginación. Una mentira. Excepto lo que es verdad”.
De esta manera Ruvalcaba platica como asesinatos cercanos en su infancia en Zapotlán (Jalisco), y su experiencia como periodista inspiraron él -qué y cómo- de su novela. –Autoficción, porque todos hemos sido tocados por la violencia-. No obstante, decidió no escribir nombres reales por respeto a las personas implicadas. La gran excepción fue el suyo, con el que decidió nombrar a su protagonista. “Este soy yo, ante el mundo que estoy reflejando”, comentó.
Así mismo, la autora veracruzana, menciona la importancia del tratamiento de la memoria. Comparte que a partir de la rumiación de pensamientos y obsesiones, las ideas van evolucionando en fotografías implantadas para siempre en nuestra mente. Ejemplifica esta regurgitación de creencias y recuerdos en un concepto llamado: “El monopolio del cine”, memorias proyectadas en nuestro sala única del subconsciente, sin capacidad de escoger.
“Todos tenemos algo que contar, que no debería ser contado”
De primera escucha, la frase se entiende como alusión al riesgo al vivir y callar las violencias en la cotidianidad; sin embargo expresa que las múltiples historias de crimen, desapariciones y agresiones dentro del estado no deberían ni siquiera estar pasando… “incontable-incontabilizable”.
Respecto al nombre de la novela, el novelista recuerda los disparos que escuchó una noche a los 8 años, y como estos sonidos aún lo detonan cuando confunde cohetes por balas viajeras. Sonidos que punzan el cuerpo hasta el día de hoy, sonidos que lleva como cicatriz de ese momento atroz; describiendo un país lacerado. “Veracruz no es cicatriz, sigue siendo herida”, – correspondió Alaíde.