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Por Anashely Elizondo / @anashely_elizondo / IG
El número doscientos ha invadido hasta las tarjetas del transporte público y el arte no se podía quedar atrás. Una exposición sosa presentada en el Ex Convento del Carmen, no conmueve nada más que las entrañas de los jaliscienses más conservadores.
La muestra que conforma esta exposición, se divide en ocho ejes, con títulos que no hacen más que pretender enardecer lo que ellos mismos denominan como “lo mejor” del arte jalisciense. Sin embargo, al adentrarnos en ellos, encontramos una curaduría carente de sentido.
Catalogan una sala como “abstracta” y colocan en la pared una extensa representación de obras figurativas que parecen ser colocadas al azar, según el boletín de prensa, buscan mostrar las “pinturas emergentes del nuevo siglo” colocando en su generalidad, a los mismos artistas que se han encargado, por lo menos en el último sexenio, de adornar sus galas gubernamentales.
Se enorgullecen de la participación de las mujeres, así lo mencionó la secretaria de cultura, Lourdes González, quien en la ceremonia de inauguración reconoció el esfuerzo por visibilizar a las artistas que fueron parte también de este periodo histórico: “Es cierto que no podemos cambiar las decisiones de quienes vivieron antes que nosotros, pero sí podemos, en el presente, señalar que las mujeres somos parte fundamental de la historia de Jalisco”, mencionó.
Sin embargo, la primera participación femenina de la exposición es una pequeña pintura sin marco de la artista Eloísa Acosta, la segunda aparición femenina se sitúa hasta 1964, con un bodegón de María Marín, el cual termina siendo irrelevante tras ser colocado entre una obra “cubista” y otra figurativa, además de la notoria nula aparición visual de la obra de María Izquierdo, exponente femenino crucial en la historia no sólo de Jalisco, si no, de México. Eso sin mencionar que menos del 15 por ciento de la obra presentada corresponde a artistas mujeres.
Dejando de lado su poco compromiso con la búsqueda de las artistas, la selección de obras que conforman la exposición, no se deja ver ni siquiera lo mejor de los artistas de renombre nacional: Orozco, Murillo, Soriano, o son mostrados con poco interés; por ejemplo, la obra colorista de “El pájaro alucinado” de Juan Soriano, colocado junto a una sombría obra de González Camarena, termina por llevarse el protagónico visual, de igual manera, artistas locales con propuestas que tal vez no encajaban en el ideal jalisciense del curador, el doctor Arturo Camacho (o sus superiores), tales como Kreapellin, fueron colocadas en una triste pared de un olvidado pasillo, esto, no hace más que reafirmar las intenciones políticas con las que se instauró esta muestra.
Dándole al gobierno de Enrique Alfaro justo lo que necesita en su búsqueda desesperada para probar que Jalisco prevalece, incluso, en esta crisis; uno que otro paisaje con maguey.
