Madre: yo sí te creo (Parte 2)

#NoSomosVíctimas

Madre yo sí te creo se ha convertido en la consigna que acompaña el andar de cientos de mujeres que en Jalisco luchan por recuperar su vínculo materno filial, ese que sus agresores y progenitores de sus hijos e hijas les han arrebatado, en uno de los ocho estados del país que aún no legislan en materia de violencia vicaria.

Se nombran sobrevivientes, pero también se reafirman “víctimas” de esta violencia extrema en razón de género, con el objetivo de que el Estado jamás olvide todo lo que les adeuda. Son madres protectoras que trabajan y accionan colectivamente para rescatar a sus crías de los entornos de desprotección de derechos, vulnerabilidad y peligro a los que son sometidas por sus propios padres.  

En Jalisco, aunque no existe el tipo penal de violencia vicaria, entre 2020 y agosto de 2023 se han abierto cinco carpetas de investigación por este delito.

Aquí la segunda parte de este reportaje.

Texto por Dalia Souza / @Daliasouzal 

Fotografías por Leslie Zepeda / @lesszep

Intervención ilustrada de las fotografías por Jengibre Audiovisual

La resistencia individual y colectiva por recuperar el vínculo filial materno que les fue arrebatado, ha llevado a estas mujeres a reconocer, documentar y denunciar las violencias institucionales que obstruyen los múltiples procesos judiciales para recuperar a sus crías. 

Según la Encuesta Nacional a Víctimas de Violencia Vicaria al menos el 71% de las madres ha visto condicionado de alguna forma su acceso a la justicia dentro de Fiscalías, Juzgados Familiares, Tribunales de Justicia, Centros de Justicia para la Mujer, Ministerio Público y Procuradurías de Protección para Niñas, Niños y Adolescentes. 

La violencia institucional está contenida en el artículo 18 de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y se concibe como:

“los actos u omisiones de las y los servidores públicos de cualquier orden de gobierno que discriminen, utilicen estereotipos de género o tengan como fin dilatar, obstaculizar o impedir el goce y ejercicio de los derechos humanos de las mujeres”.

Para Nato Montes, es cada vez más difícil abrir los mensajes que todos los días llegan a la cuenta de Madre yo sí te creo, pues señala que el común denominador de estas solicitudes que suelen comenzar con un rotundo ¡necesito ayuda!, es que vienen de mujeres que se enfrentan a la dilación y obstrucción injustificada de sus procesos:

“Algo que pasa mucho con los casos que llegan a Madre, es que ya están muy manoseados”, cuenta Nato Montes. “Cuando ya tienen denuncia penal nunca han tenido una audiencia, están muertas sus carpetas en el Centro de Justicia para las Mujeres, en lo familiar sus expedientes están perdidos. En los casos de sustracción han pasado por lo menos dos años, uno para que les dieran convivencias y otro de que el fulano no se presentó con los niños”, explica. 

En su opinión “son mamás que llegan muy desesperadas”. 

“Cansadas” dice Lisi Celis de que “Jalisco sea un estado incapaz de velar realmente por el derecho de las madres a maternar”, ella lo sabe por experiencia propia, porque desde que fue despojada de sus hijos en 2019 por su exesposo, un reconocido empresario del tequila, ha tenido que hacerse cargo de más de 200 procesos legales para recuperarlos, entre ellos, más de 30 restituciones fallidas.

La abogada Erika Córdova Catalán ha acompañado desde el ámbito institucional y ahora desde el litigio independiente con perspectiva de género, a madres que en Jalisco viven violencia vicaria. En su análisis, los dos principales obstáculos a los que se enfrentan estas mujeres son: 1) la inexistencia de una ley que garantice un tipo penal que sancione a los agresores vicarios y envíe un mensaje de cero tolerancia a esta forma de violencia, y 2) el escaso número de profesionales del derecho capacitados en perspectiva de género, interés superior de la niñez y derechos humanos.

“En este momento no está legislado ni en materia familiar, ni en materia penal, ni en la Ley de Acceso (de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia)”, advierte Córdova Catalán.

Sin embargo, reconoce que “no sería necesario tener un tipo penal especial de violencia vicaria, si las autoridades entendieran que realmente aplicar el interés superior de la niñez y una visión de género sería suficiente” frente a una serie de categorías sospechosas que se replican en estos casos, por ejemplo: el contexto previo de violencia, la subordinación, el ejercicio de poder y la manipulación tanto de las mujeres como de las infancias. 

Pero esto no sucede, ya que “nuestras autoridades todavía tienen un gran desconocimiento de los derechos humanos de las mujeres”, señala la abogada. 

Aunado a ello, asegura se trata de “litigios muy complicados”, en los que paralelamente participan diversas autoridades: en materia penal, familia y civil, incluso, donde resulta necesario la activación y el seguimiento de otros mecanismos jurídicos, por ejemplo, de organismos para la defensa de los derechos humanos y contralorías internas para la revisión del actuar de las autoridades. 

En Jalisco, aunque no existe el tipo penal de violencia vicaria, entre 2020 y agosto de 2023 se han abierto cinco carpetas de investigación por este delito, de acuerdo con la solicitud de acceso a la información LTAIPJ/FE/1941/2023. Según informó la Fiscalía Especial Regional, las denuncias fueron presentadas en Villa Hidalgo, Autlán de Navarro, Ojuelos de Jalisco y Lagos de Moreno. Ninguna de estas ha sido judicializada. 

En contraste la Dirección General en Delitos de Violencia contra las Mujeres, Delitos en Razón de Género y Trata de Personas reportó que no cuenta con una base de datos que concentre carpetas de investigación por el delito de violencia vicaria. 

No obstante, en 2022, esta entidad concentró el 21% de los casos de violencia vicaria, lo que la posicionaba en el lugar número uno a nivel nacional, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Violencia Vicaria (2022).

Si bien, la inexistencia de una ley vicaria en Jalisco no ha impedido que las mujeres denuncien ser víctimas de violencia vicaria (de acuerdo con los registros oficiales) es un hecho, asegura la también consultora en género Erika Córdova, que la ausencia de un tipo penal sí obstruye la justicia, así como la seguridad y la vida de las mujeres y sus hijos e hijas. 

Cuando el exesposo de Silvia se llevó a sus dos hijas e hijo, no le quedó más que acudir a las dependencias que, intuitivamente, creía que podrían ayudarla. Primero fue al Instituto Municipal de la Mujer de Tlajomulco de Zúñiga, por corresponder a la localidad en la que vive, pero le dijeron “no podemos hacer nada, pero puedes ir al Centro de Justicia para las Mujeres”. 

“Fui al Centro de Justicia para las Mujeres, ahí me recibió un abogado, me dijo pero ¿por qué lo quieres denunciar?, ¿te pegó?, ¿te violentó sexualmente? yo le contesté que no. A él no le cabía en la cabeza que yo quisiera denunciarlo por no dejarme ver a mis hijos. No hay nada que puedas denunciar, me dijo” relata Silvia.

Con el “corazón en la mano” recuerda, se fue del lugar donde creyó genuinamente que le daría justicia. 

La misma sensación la tuvo Paty, quien confiesa haberse sentido frustrada y enojada cuando se enteró que su abogado particular no había dado seguimiento a su demanda de divorcio y custodia. El proceso de esta madre por recuperar a sus dos hijos comenzó en 2019 y aunque en 2021 por fin obtuvo una sentencia que le otorga la custodia provisional de sus dos niños, esta nunca fue ejecutoria porque su defensor no le dio seguimiento a la orden y, por lo tanto, se archivó. 

Este actuar que considera, es doloso, pues sospecha que su exesposo “compró” a su representante legal para entorpecer su proceso y beneficiarse del propio, la ha obligado a vivir cinco años lejos de sus hijos y en medio de un continuum de violencias. Su historia, dice, “hubiera sido diferente, como del cielo a la tierra”:

“Son cosas con las que te presentas y dices ¡no inventes! Para mí fue un shock porque me decían que la sentencia de la demanda que yo metí salió desde 2021, imagínate, todos estos años pude haber tenido a mis hijos de manera legal y yo no sabía nada. Para mí hubiera sido muy diferente mi historia”.

De los 24 estados que han legislado en materia de violencia vicaria, sólo 18 la han incorporado dentro de sus códigos penales, explica Jennifer del FNCVV, por lo tanto, esto significa que las mujeres pueden ir a los juzgados familiares a demandar a sus agresores, pero no lograrían una sanción penal en las entidades donde aún no está penalizado.

“El costo político” dice Erika Córdova es lo que ha impedido que las autoridades legislativas incorporen a los códigos penales la violencia vicaria, pero también “la impunidad o complacencia de las autoridades”, quienes en sus palabras “por fraternalismo, solidaridad, misoginia o falta de conocimiento de la perspectiva de género, no advierten este tipo de violencia”. Este también es el cuarto elemento clave que contempla el tipo penal de violencia vicaria, de acuerdo con el documento de análisis de la abogada “La violencia vicaria como una de las expresiones de la violencia contra las mujeres en razón de género”.

Foto: La lucha por recuperar a las crías (Foto: Leslie Zepeda).

Las crías recuperadas

Una “patrulla feminista” dice Sara Ruiz de la Alianza de Madres Contra la Violencia Vicaria en Jalisco, fue la idea que se plantearon para recuperar a sus hijas e hijos, cansadas de esperar que el sistema de justicia por fin decidiera mirarlas y atender sus casos.

“Queríamos armar nuestra propia patrulla feminista y nosotras ir por ellos”, cuenta Sara, pero en el camino se encontraron con los riesgos que implicaba rescatar a esas niñas y niños que permanecían dentro de entornos hostiles, y es que, usualmente estos agresores vicarios cuentan con el respaldo de sus familiares, quienes se vuelven cómplices y participes del ejercicio de estas violencias. Sin obviar las consecuencias legales y penales a las que se podrían enfrentar. 

En palabras de las activistas “no es lo mismo que un hombre sustraiga a sus hijos e hijas, a que una mujer lo haga, la justicia funcionaría a favor de ellos y en contra de nosotras”. 

Pero esto no significa que estas mujeres no hayan pensado en formas de recuperar a sus hijas e hijos o que no lo hayan intentado, más cuando han hecho todo lo legalmente posible y aún así la justicia sigue inclinándose por sus agresores. 

Janeth

Janeth Preciado (Foto: Leslie Zepeda).

Janeth Preciado tiene 28 años y es madre de Christofer Leonel de 5 años. Es administradora de negocios y aunque por mucho tiempo ejerció su profesión, este proceso de lucha por recuperar a su hijo la ha llevado a encontrar nuevas formas de sostener la vida de forma independiente y siendo su propia jefa. Ella forma parte de las colectivas Madre yo sí te creo y la Alianza de Madres Contra la Violencia Vicaria. 

En 2020, Janeth se separó del padre de su hijo por la violencia que él ejercía en su contra. El acuerdo era compartir el cuidado del niño y así permanecieron durante varios meses: ella trabajaba en el día mientras él lo cuidaba y por las noches Janeth volvía por el niño para que volviera a su casa materna. 

Janeth decidió iniciar una nueva relación, de la misma forma que su expareja lo hizo, pero como si se tratara de un castigo, este hombre comenzó a condicionar el tiempo que ella pasaba con su hijo. “Empezó a quitármelo poco a poquito. Ya no me lo quería regresar, había semanas que no me lo quería llevar. Me decía que yo tenía que pasar por él a su domicilio y cuando iba, me cerraba la puerta”.

En más de una ocasión su expareja la había amenazado con quitárselo, incluso, antes de que el niño naciera, así que decidió interponer una demanda por la custodia de su hijo y por la pensión alimentaria. “Todo el año pasado, él me lo quitaba, no me dejaba verlo, hubo épocas en las que yo no veía a mi hijo una o dos semanas. Iba por él y otra vez me lo volvía a quitar”. En noviembre de 2022, Janeth obtuvo la custodia y la pensión provisional de su niño, pero en el Centro de Justicia para las Mujeres le dijeron que ésta sería válida sólo hasta que él fuera notificado.

El 13 de enero de 2023, luego de las fiestas decembrinas, fue la última vez que Janeth vio a Christofer, pues luego de llevarlo a la escuela, su papá pasó por él y finalmente ya no se lo regresó. 

“Si de plano nadie me ayuda, yo voy a ir por mi hijo” cuenta que esta fue la idea que una y otra vez aparecía en su cabeza. Y lo hizo. Intentó ir varias veces a la casa en la que lo tenían antes de su restitución, investigó dónde vivían, pero sin una orden oficial, sin una orden del juez, explica, no podía llevárselo. 

Su padre también tenía la custodia provisional de su hijo, que había obtenido como resultado de una denuncia falsa que interpuso en contra de un familiar de Janeth. Y es que, este hombre le había amenazado diciéndole que algún día la metería a la cárcel, sólo para hacerle daño. En el proceso por determinar quién se quedaría con Christofer, su padre había decidido no llevarlo a tres escuchas de menor, un mecanismo judicial que busca garantizar a niñas, niños y adolescentes su derecho a manifestar cuáles son sus necesidades para que el Estado las cumpla.

En medio de esta omisión, la expareja de Janeth interpuso además un amparo que pretendía obligarla a esperar siete meses antes de intentar recuperarlo por la vía legal una vez más. “En siete meses yo perdía a mi hijo, mentalmente lo perdía”, explica esta madre que abrumada recordó todas las veces que su niño le había pedido que volviera por él.

Así llegó por primera vez a Madre yo sí te creo y a la Alianza de Madres Protectoras Contra la Violencia Vicaria. “Tienes que hacer todo lo que puedas, usa todos tus recursos” le dijeron al acercarse a la colectiva.  

Era viernes el día que Janeth recuperó a Christofer. Cuando llegaron a la casa en la que tenían oculto a su hijo, no olvida haber tenido miedo y sentirse nerviosa al grado de temblarle las piernas. Su agresor vicario y su familia estaban ahí, no querían dejar salir a su niño, pese a que ya contaba con una orden del juez y que iba acompañada de personal del área jurídica, de psicología y de trabajo social del Centro de Justicia para las Mujeres.  

“Nos estaban grabando con sus teléfonos, riéndose de mí, diciendo cosas feas de mí, a la que tienen que llevarse es a ella, decían enfrente de todas las autoridades”. Luego de un largo rato, finalmente salió Christofer. 

En ese momento, dice haber recordado todas las noches que dolorosamente pasó sin tener a quien nombra “lo que más quiere en la vida”, su hijo, así que decidió que no lloraría más.

“Mi hijo merece verme fuerte, se merece verme bien, acá no vengo a llorar, vengo aquí a dar alegría” se dijo a sí misma en medio de una escena abrumadora en la que sus agresores de pronto comenzaron a golpear objetos y a gritar. 

“Estaba asustado” cuenta Janeth, quien en su búsqueda por tranquilizar a su hijo le recibió con una sonrisa y la promesa de que al llegar a casa habría tortitas de papa, su comida favorita: “me agarró de la mano y me dijo vámonos”.

Silvia

Silvia tiene tres hijos: Paola de 13 años, Maxi de 9 y Estefanía de 7. Es contadora de profesión y actualmente forma parte de las colectivas Madre yo sí te creo y del Frente Nacional Contra la Violencia Vicaria en Jalisco. 

Como lo han documentado las colectivas, el divorcio es un evento detonante de la violencia vicaria, por lo que, siguiendo la tendencia, a Silvia también le pasó.

En octubre de 2020, Silvia se divorció de su esposo, luego de 13 años de matrimonio. Durante este tiempo, cuenta Silvia, vivió violencia psicológica, económica y patrimonial, las cuales no terminaron tras concluir la relación. Por el contrario, dice, se agudizaron al grado de manipularla y dejarla sin ningún tipo de vínculo familiar, además de quitarle a sus dos hijas e hijos. 

“Me quitó todas mis redes de apoyo, para que el momento en el que él quisiera quedarse con los niños, yo no tuviera qué hacer o a dónde correr, me dejó a la deriva” señala Silvia. 

Durante estos tres años ha recorrido toda institución gubernamental para recuperar la custodia de sus dos hijas e hijo, y es que, este hombre logró quitársela también. 

Si bien, cuentan con un acuerdo de divorcio que le permite verles todos los días de la semana, su expareja se ha encargado de condicionar sus convivencias cada vez que Silvia hace “algo mal”, a su parecer. 

Su proceso ha estado a cargo de tres abogados distintos, el mayor logro de uno de estos fue que le permitieran ver a su hija menor 45 minutos en un Burger King, “como si fuera la persona más peligrosa. Ese día que nos vimos luego de dos meses, no hicimos otra cosa más que llorar y abrazarnos, llorar y abrazarnos”. Ese día, cuando finalmente llegó su padre por ella, no olvida que su hija le cuestionó “por qué me tengo que ir con mi papi”, a Silvia sólo le quedó decirle con el corazón que no quería que se fuera y que estaba luchando porque pudiera regresar a su lado. 

“¡Si sigues llorando jamás te voy a dejar que vuelvas a ver tu mamá!” le gritó este hombre a su hija mientras desconsolada se aferraba a los brazos de su mamá en aquel restaurante de comida. Silvia se cuestiona:

“¿dónde cabe tanta crueldad hacia sus hijos, si se supone que los ama y que los está cuidando, por eso no quiere que estén conmigo, porque se supone que yo soy ‘una madre mala’?”.

A diferencia de la mayoría de las mujeres que viven violencia vicaria, el exesposo de Silvia no ha interpuesto ninguna denuncia en su contra, sin embargo, él sí tiene una por maltrato infantil, después de golpear y correr a su hija mayor de la casa en la que vivía con él, su nueva pareja, su hermana y hermano.

Silvia relata que estos eventos sucedieron en diciembre de 2022. Recibió una notificación de Instagram en la que su hija le decía que quería que fuera por ella porque su papá le había pegado y la había corrido de la casa. No podía creerlo, su hija mayor había sido la más renuente en regresar con ella, abiertamente le decía que no la quería, que era lo peor que le había pasado y que la odiaba. 

“La última vez se fue enojada conmigo, pero yo siempre le recalco a mis hijos que no importa cuánto los envenenen, ellos siempre podrán contar conmigo”.

Era sábado, un día de trabajo para Silvia, quien además de ser contadora, divide su tiempo durante los fines de semana para trabajar en casa realizando alaciados de cabello progresivos, un oficio que aprendió para mejorar su situación económica, porque como muchas otras madres, debe pagar una pensión a su agresor.

Por primera vez supo en dónde vivían, pues su exesposo sólo le había enviado un correo en donde le proporcionaba las coordenadas del lugar. “Todo el tiempo pensaba que era una trampa” declara Silvia, ya que, además de no creer que esto estaba sucediendo, se sentía intimidada y con miedo de ir al lugar donde estaba su agresor.

Pero su fortaleza y valentía fueron mucho más grandes.

Cuando llegó lo que encontró fue a su hija en la calle junto a un montón de bolsas y mochilas. “La corrió, la sacó a la calle, a una niña de 12 años. Todavía no me cabe en la cabeza. Le dijo que era una traidora, que se iba de la casa no iba a volver nunca, que iba a llamar a la policía para que se la llevaran a una Casa Hogar y a su mamá a la cárcel por haberse querido venir conmigo”. 

Según el acuerdo de divorcio que firmaron ambos, Silvia debía estar con sus tres hijos de 9 de la mañana a 7 de la noche, así que, legalmente no estaba incurriendo en ningún delito. 

El proceso de denuncia en Ciudad Niñez, donde se encuentra el área de atención a delitos cometidos en agravio de menores de edad, fue totalmente revictimizante, denuncia Silvia. Dentro de la dependencia permanecieron más de 12 horas separadas, porque existía un antecedente de investigación en su contra por maltrato, el cual, pese a que no pudo demostrarse, fue un impedimento para que se quedaran juntas. Esta carpeta tiene como antecedente una denuncia que Silvia inició luego de que la pareja de su exesposo le pegara a su hija menor. De acuerdo con esta madre a través de una escucha de menor se confirmó que dicha mujer les había influenciado para que mintieran a la autoridad. 

Tuvieron que permanecer alejadas ocho meses más. La niña estuvo a cargo de una familiar de Silvia, quien  le ayudó a hacerse responsable de la adolescente ante el requerimiento de la autoridad. “Me sentía como una verdadera delincuente y con mucho miedo, porque en Ciudad Niñez te dicen mucho que no puedes acercarte a los niños (cuando hay procesos de investigación abiertos)”. 

Podía acercarse a ella sólo si su familiar estaba presente.

Silvia reconoce que gracias a la empatía que tuvieron en la Procuraduría de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes (PPNNA) en Tlajomulco, pudo recuperarla. Luego de revisar su caso, de realizar peritajes psicológicos y visitas a su domicilio por personal de trabajo social, finalmente, obtuvo la custodia. 

“Mi hija está conmigo, ¡la recuperé!” celebra orgullosa. Pero el proceso no concluyó ahí, pues aún hacían falta su hija e hijo más pequeños. El 26 de abril de 2023 y posterior a que su exesposo se negara a entregarlos, el juez admitió su incidente de cambio de custodia y pudo volver a verlos. 

“Volví a verlos todos los días, después de tres años, pude ir a la escuela con ellos, pude hacer la tarea con ellos, pude dormir con la más chiquita que tanto me pedía dormir abrazada de mí”. 

El regreso de las crías

Aunque Janeth y su hijo se fueron tomados de la mano aquel día tras su restitución, por la noche, recuerda que Christofer no pudo dormir y llorando le confesó que tenía miedo de despertar y que ella otra vez ya no estuviera ahí.   

“Mamá, tengo mucho miedo de que te mueras”, le dijo este niño de apenas 5 años. Janeth relata que, durante esos primeros días, su hijo se comportaba distante, lloraba y permanecía mucho tiempo en silencio, hasta que por fin decidió hacer la pregunta: “por qué no fuiste por mí, mamá”, “sí fui por ti, hijo”, le contestó valiente, pues asegura que “estaba cansada de tapar el sol con un dedo” y finalmente le dijo “la verdad”, recuerda Silvia.

“No sabes qué vas a recuperar”, alerta Sara Ruiz de la Alianza de Madres Contra la Violencia Vicaria para referirse a las condiciones en las que estas infancias y adolescentes regresan con sus madres, tras un escenario de violencia vicaria. “No sabes en qué estado va a estar ese niño o niña, qué va a quedar de esa hija o hijo que tu conociste, muchas veces, incluso, no son nada parecido a lo que tú conocías”, explica. A este sinuoso proceso le han nombrado revinculación.

La revinculación, advierte, Mildret de CAM-CAI implica un gran esfuerzo para la madre y para las hijas e hijos que vuelven, “tienes que preparar a la mamá desde días antes para ver qué es lo que le tiene que decir, qué temas evitar, cómo abordar por qué estuvieron tanto tiempo separados, sobre todo cuando son muchos años”.

Silvia, asegura que, en su caso, la revinculación con sus dos hijas e hijo ha sido casi tan desafiante como tenerles lejos.

Paty también confiesa que la revinculación ha sido “bien compleja”, sobre todo con su hijo mayor. Cree que es porque a él logró “envenenarlo más”. “Me ha costado muchísimo trabajo. Él me dice que no se acuerda de nada, yo trato de platicar con él, pero dice que no se acuerda de cuando era más niño”.

Está segura de que esto es así por “el grado de influencia y de violencia” que ha ejercido su padre en su contra durante los últimos cinco años. Sin embargo, con su hijo pequeño ha sido mucho más sencillo, “todo el tiempo que está conmigo me está abrazando. Me huele el cabello, se chiquea mucho”.

“El ya no saber qué tipo de comida les gusta. Imagínate lo fuerte que se escucha, eres su mamá, pero no sabes lo que le gusta de comer, eres su mamá, pero no sabes qué caricatura le gusta, eres su mamá, pero no sabes qué tipo de música escucha”, se cuestiona a sí misma Paty, al tiempo que reconoce que todo esto no es su culpa, así se lo han enseñado sus compañeras.

“Son cosas muy fuertes que te toca vivir, pero el saber que no está sola y que puedes llevar un acompañamiento hace la diferencia definitivamente”.

Patricia Isaac y su pañuelo negro (Foto: Leslie Zepeda).

En los casos de restituciones y revinculaciones que han documentado como colectivas, han identificado que estas infancias y adolescencias llegan “destruidas”. Haber sido separados de su madre, describe Sara Ruiz es como “dejarles un hueco”, sobre todo porque durante este tiempo les han hecho creer que fueron abandonados por su madre, “es un abandono ficticio, pero les refuerzan esta idea de que su mamá les dejó”.

Sin embargo, el verdadero abandono lo viven de parte de sus progenitores. Por lo tanto, sumado a lo retador que resulta para estas mujeres recuperarse mientras recuperan a sus hijas e hijas, durante estos procesos de revinculación se enfrentan a las secuelas físicas y de desarrollo con las que regresan sus crías.

El hijo de Janeth se atrasó casi un año en su escuela, a través del acompañamiento terapéutico, ahora sabe que Christofer sólo salía de la casa en la que vivía para ir al trabajo de su padre y de regreso. No iba a la escuela y por mucho tiempo no tuvo convivencia con otras niñas y niños. Poco a poco ha conseguido regresar a ser ese niño sociable que disfrutaba de jugar en el parque gracias a su perseverancia y amor.

Silvia celebra no sólo haber recuperado legalmente a su hija mayor, pues asegura que en este proceso el logro más grande ha sido tener de vuelta a “esa niña que se fue hace tres años con su papá, que salta, que ríe, que platica conmigo, porque ya no era esa”.

Para esta mujer la lucha aún no termina, todavía hace falta que su hija e hijo menor regresen completamente al lugar donde les aman y cuidan. Y es que, Silvia cuenta que su hija más pequeña declaró al juez en una escucha de menor que la razón por la que quería regresar con su mamá, era porque ella la abraza y le dice que la quiere, “imagínate la necesidad de cariño y de protección que tiene, que no le importa que en casa de su papá tienen una casa grande y con lujos, ella solamente quiere un abrazo y que le digan que la quieren”.

Con el anhelo de tener por fin a sus hijas e hijo con ella, disfruta cada momento que tiene a su lado; desde el sonido de sus pasos en casa hasta la caída de un diente:

“Lo más bonito es tener a mis hijos, escuchar sus piecitos cuando van bajando de la escalera y que vienen a abrazarme, es una cosa, no sabes, valoro cada risa, cada abrazo, cada beso que me dan. Cuando tengo aquí mi mesa llena de cuadernos y les estoy ayudando, y les estoy enseñando, y después me enseñan que les fue muy bien en la escuela, ¡es increíble! Saber que voy a vivir esa caída de dientes, que son tan normales, tan cotidianas, tan simples. Me emociono y me da mucha felicidad pensar que la magia del ratón va a suceder en esta casa”.

¡Mamá nunca se rinde!

Para Nato ha quedado claro que las historias de las madres que acompañan desde la colectiva no necesariamente estaban atravesadas por el activismo feminista e, incluso, aunque muchas de ellas deciden no nombrarse desde ese lugar, sí han encontrado en la sororidad de sus compañeras la fuerza y la valentía que requieren para continuar con su lucha y enfrentarse a sus agresores.

“Soy más valiente de lo que creía… la Silvia callada y sumisa ya no existe, no hay esa Silvia. Que me muero de miedo, me muero de miedo, porque sé que con dinero en México se compra todo, pero nunca más tendrá la comodidad de mi silencio ¡ya no! Porque el daño que nos hizo es demasiado” sostiene esta madre.

Al igual que Silvia, Paty identifica un antes y un después tras llegar a la colectiva, para ella, han sido la red de apoyo que le sostiene y quienes le permitieron por primera vez nombrar la violencia que estaba viviendo.

“Por azares del destino”, dice Paty, llegó a la página de Facebook de Madre yo sí te creo. En aquel momento no sabía de la violencia vicaria, tampoco que el padre de sus dos hijos estaba ejerciéndola en su contra: “en ese tiempo él me ponía todos estos “términos” para yo poder ver a los niños”, cuenta. Sobre todo, para continuar ejerciendo control sobre sus tiempos y sobre su vida, además de causarle daño.

“Me metí ahí a la página y comencé a ver que no era la única mujer que lo estaba viviendo. Me empecé a dar cuenta de muchas historias donde había papás que utilizaban a los hijos para poder dañar a las mamás, empecé a meterme y ahí fue donde encontré ya lo que era la violencia vicaria y ahí fue donde ya por fin pude ponerle un nombre a lo que yo estaba viviendo”.

Fue un “parteaguas en su vida”, afirma, encontrar a esta colectiva que hoy le acompaña en el duro proceso de tener de vuelta a sus dos hijos. En medio de la soledad y el abandono institucional en la que se sentía, Paty pudo encontrar en sus compañeras ese apoyo mutuo, esa “tablita de salvación” que le hizo sentirse escuchada y acompañada por personas que comprendían desde la experiencia propia y la vivencia, el dolor que le atraviesa.

“Solamente una mamá que lo ha vivido te puede entender. Con el simple hecho de saber que te escuchan y que te comprenden, es una de las ayudas más grandes que puedes recibir en la vida”.

Monumeto a La Madre en Guadalajara (Foto: Leslie Zepeda).

“Una ley que nos protege y al protegernos protege a nuestras hijas e hijos”

Jalisco es uno de los ocho estados que en el país aún no legisla en materia de violencia vicaria, aunque hay una iniciativa de ley que fue presentada en 2021, ésta permanece “congelada”, según han denunciado las colectivas de madres, porque prevalece una renuncia a que la legislación sea “exclusiva” para mujeres. 

En opinión de la abogada Erika Córdova, éste es el único punto donde “no debe haber retorno” y, por ende, llama a las y los diputados a reconocer que la violencia vicaria es un delito autónomo y en razón de género, lo cual excluye la posibilidad de que éste sea aplicable a hombres.

En eso coincide Mildret Sáenz de CAM-CAI y subraya que “si la ley no persigue los objetivos de la iniciativa que existe, esta sólo será usada para violentar a las mujeres”. 

La propuesta de ley fue presentada en febrero de 2022 por la diputada Dolores López Jara y aprobada por la Comisión de Igualdad Sustantiva y de Género, pero a un año ocho meses de esta acción todavía no hay fecha para que pase al pleno y sea finalmente votada. 

A decir de Jennifer Seifert del Frente Nacional Contra la Violencia Vicaria, el común denominador entre las ocho entidades que aún no aprueban ley, es: la falta de voluntad política por parte de las autoridades, así como la prevalencia de los grupos detractores y de ultraderecha que dicen estar a favor de la familia y las infancias, pero que detrás esconden un discurso que oculta agresores vicarios.

“Están confundiendo a la sociedad” dice Lisi Celis, representante en Jalisco del Frente, quien sostiene que la ley en Jalisco se ha visto obstruida porque existen “agresores en el poder”. “A quiénes estamos protegiendo desde el mismo Congreso, a quiénes se está protegiendo en el Poder Judicial” cuestiona. 

Estos grupos de ultraderecha han logrado permear hacia dentro de los tres niveles de gobierno y de aquellas instituciones que, deberían idealmente, velar por los derechos de las mujeres y no obstruirlos, así lo considera Sara Ruiz:

“Quienes tienen la oportunidad de votar por esta ley no están convencidos de que lo que decimos es como es, se dejan contaminar por estos grupos antiderechos. No nos han escuchado de verdad con oídos abiertos a todas las mamás que lo hemos vivido y si lo han hecho, les entra por un oído y les sale por el otro”.

“Yo les di mi testimonio y eso no bastó”, reclama Nato, quien además considera que la no aprobación de la #LeyVicaria en Jalisco es sólo una muestra más de la “misoginia” que prevalece dentro del Estado. Para estas agrupaciones de madres la indiferencia y la insensibilidad de las autoridades no sólo legislativas, sino, además judiciales, quedaron en evidencia tras las declaraciones de Daniel Espinoza Licón, Presidente del Poder Judicial de Jalisco, quien se refirió a la violencia vicaria como “niñazos”. 

“Solamente necesitamos jueces sensibles” reclama Silvia desde la experiencia, “la violencia vicaria no son niñazos” apunta Silvia.

Las autoridades legislativas deben reconocer que es su obligación constitucional y convencional aprobar la #LeyVicaria en Jalisco, implementando una perspectiva de género que permita establecer un tipo penal que sancione esta forma de violencia, de lo contrario, suscribe la abogada Erika Córdova, no habrá justicia para estas madres. 

“Esa impunidad en la que están quedando los casos de madres y sus hijas e hijos, es un mensaje para los agresores de que aquí en Jalisco se sigue permitiendo que se ejerza violencia vicaria y que no serán sancionados” concluyó. 

“¿En qué mundo cabe que al respetar los derechos de las mujeres se violentan los de otros?” se pregunta Lisi Celis, “estamos luchando por nuestros derechos, sí, y por los de ellos, desde una ley para nosotras” manifiesta.

Como aquel día a los pies del monumento a La Madre en Guadalajara cuando bordaron en un gran lienzo este grupo de mujeres en este estado y en todo el país han usado todas las estrategias que tienen en sus manos: activismo en redes sociales, acompañamiento sororo, litigio estratégico, cabildeo y protesta pública para proteger a todas las mujeres que vienen y recordarle a sus hijos e hijas que no se rendirán hasta recuperarles. 

Abrazo Sara y Nato (Foto: Leslie Zepeda).

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Lee aquí la Parte 1 de este reportaje:

Madre: yo sí te creo (Parte 1)

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Esta publicación forma parte del proyecto #NoSomosVíctimas, de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie, financiado por la Embajada Suiza en México.

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Somos un proyecto de periodismo documental y de investigación cuyo epicentro se encuentra en Guadalajara, Jalisco.

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