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Por Juan Raúl Casal / @juanracasal (Instagram)
Foto: EDL Fotos
Los tapatíos son animales que quieren día cuando es de noche, frío en pleno verano. Hasta los pájaros se dan cuenta de que el rasgo más característico de la especie más abundante en este ecosistema llamado Guadalajara es su pelea eterna contra la naturaleza. Lo que vuelve humana a una persona es no comportarse —todo el tiempo— como una presa de sus impulsos.
Mientras sucede esta serie de contradicciones sobre la aceptación y rechazo de lo natural, uno de los pocos animales que puede ver esto de frente, desde arriba son las aves. Han sido desplazadas, alteradas y capturadas como otras criaturas. Sin embargo, sus alas, su aspecto inofensivo les da una forma de transitar el Área Metropolitana de una manera que una rata o un perro rabioso no podría. Las 437 especies aladas de Guadalajara son testigos de cómo cambia la cuidad cada día.
El centro
Las palomas son aves de rapiña, aunque no suelen comer carne. Estos días su dieta consta de pedacitos de donas y pastes que caen al piso; trozos de carne que se resbalan de un taco; o de migajas de pan que niños y ancianos les lanzan en el Quiosco de la Plaza de Armas, a unos metros del Teatro Degollado. Las más despistadas pican una colilla de cigarro de vez en cuando. La alimentación de estos pájaros es un reflejo directo de nuestro estilo de vida.
Estas aves son nativas del sur de Eurasia y del norte de África. Es común verlas en todas partes porque en la antigua Grecia a un emprendedor le pareció una idea fantástica entrenarlas para mandar notas con los ganadores de los primeros juegos olímpicos. Otra cosa que llevó a las palomas a todas partes fue que hace miles de años, una persona sin muchos pasatiempos y una azotea quiso tenerlas como mascotas en jaulas. Esto llegó al punto que su especie se clasifica en Paloma Bravía y Paloma Asiática Doméstica.
En su estado natural habitan en muros rocosos, pero durante cientos de años fueron vendidas y transportadas por todo el mundo, ahora anidan en cualquier construcción humana que sea alta, con una textura que no sea muy plana. Por esto el centro de Guadalajara tiene tantas palomas que tienen una dieta similar a la nuestra, también viven en los mismos departamentos que nosotros.
Los suburbios
Los zanates comen croquetas, no hacen distinción si le pertenecen a un chihuahua o a un pastor australiano, sólo les interesa que estén en el patio y que el perro no los vaya a alcanzar. Esto es algo que cuentan personas que viven a los vecindarios del sur de la ciudad, como San Agustín, Coto la Rioja o Santa Anita. El can que no se termine su plato de una sentada lo compartirá con uno de estos pájaros oscuros que los tapatíos suelen confundir con cuervos.
Seguro que cuando el Tlatoani Ahuizotl mandó traer su ave favorita de las costas del país a Tenochtitlán a finales del siglo quince nunca se imaginó que se convertiría en uno de los pájaros suburbanos por excelencia. No pueden volar distancias muy largas, pero tienen una gran vista, capacidad de deducir e interpretar situaciones, y excelentes reflejos. Si alguien quiere lanzarle algo a un zanate, éste puede huir antes de que esto suceda solo por ver los indicios del movimiento, parecido a cómo un boxeador esquiva golpes.
Estos pájaros prefieren los suburbios al centro de la cuidad porque anidan en árboles grandes. Es decir que, los fraccionamientos o campus universitarios tienen la mayor concentración de Quiscalus mexicanus. Ahora comen croquetas de perro, restos de alimentos libres de gluten, con los años aprendieron a abrir envaces de comida para sólo llevarse lo necesario a sus nidos. La fauna con la que comparten su ecosistema son universitarios, golfistas, gente que toma la López Mateos a diario y perros domésticos.
Guadalajara es de las ciudades que más ha crecido en población en México desde 1980 hasta el presente de acuerdo con el INEGI. Si lo pájaros dieran entrevistas podrían contar cómo lo que antes veían verde desde arriba, ahora es un laberinto de cuadros grises. Las aves no hablan, pero si se les presta la mínima atención cuentan lo que le sucede a nuestros espacios y a ellas en consecuencia.