Comer-Sé
“La memoria nos cuenta que los desiertos de hoy fueron los bosques de ayer, y que el mundo seco supo ser mundo mojado, en aquellos remotos tiempos en que el agua y la tierra eran de nadie y eran de todos”.
-Eduardo Galeano
Por Karina Peña / Twitter: @_Karinail / Instagram: karinail.pm
Hace algunos años conocí a una chica en la universidad, quién es ahora una de mis mejores amigas. Paulina me ha enseñado tantas cosas desde entonces, gracias a ella conocí lugares que nunca pensé ir como las fiestas patronales de San José del Castillo, también, muchos buenos hábitos para el cuidado del medio ambiente como evitar el desperdicio de alimentos o la generación de basura, incluso, aprendí a comer cosas de una manera diferente como el mango con cáscara y apreciar el picante, esto último porque su mamá cocina unas gorditas de frijoles tan deliciosas que no podía parar de comer cada que llevaba, pero claro que el chile era un ingrediente que no podía faltar en su preparación.
Recuerdo que al salir de clases y tomar la ruta de camión que nos dejaba en nuestros destinos, pasábamos por unos predios y me contaba que esas tierras le pertenecían a su abuelo, que antes esos caminos eran verdes y cómo de poco en poco todo el paisaje se ha transformado. En medio de esas conversaciones, una vez mencionó con mucha tristeza que en el municipio de Juanacatlán existían unas cascadas hermosas, impresionantemente grandes que incluso las llamaban “El Niagara mexicano”, me platicaba con mucha nostalgia las historias que le contaba su papá acerca de esa maravilla, que recientemente me tocó escuchar de viva voz en una visita a su casa cuando nos sentamos a la mesa para compartir los alimentos.
Su papá nos platicaba que antes el maíz era de todos, ya que se daba de forma natural en todo el lugar gracias a polinización abierta, que existía una gran variedad de árboles, que las personas podían ir al río, se divertían, podían pescar, conocían los lugares en dónde encontraban más cantidad de peces y también, nos contó cómo la vida que conocían desapareció de una forma abrupta e irreparable.
El río que antes los alimentaba se convirtió en un vertedero de los desechos de las empresas que comenzaron a asentarse en esa zona, con la promesa de generar empleos para los habitantes. Ahí, dónde antes había vida se concentran ahora residuos tóxicos: cadmio, plomo, mercurio, arsénico, ácido sulfhídrico, y así podría seguir hasta nombrar las mas de 1,090 sustancias que han sido encontradas, mismas que pueden traducirse en enfermedad renal, problemas en la piel, desordenes gastrointestinales, afectaciones neurológicas, cáncer y muerte.
Que devastador, parece que la industria no tiene límites, que los empresarios son intocables, que las autoridades son permisivas, las leyes laxas, las decisiones injustas y el progreso una mentira. El Estado está en deuda con la gente.
Así como la historia de Paulina y su familia, miles de dolorosos sucesos han ocurrido y ocurren entorno a este río, han pasado más de 40 años desde que este lugar dejó de ser una maravilla natural, pero no hay intento que alcancé para detener la avaricia de un gobierno inmune al dolor.
Este próximo 16 de octubre se conmemora le Día Mundial de la Alimentación, y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, ha nombrado el lema de este año como “El agua es vida. El agua nutre. No dejar a nadie atrás”, me parecía importante aprovecharlo para recordar que a pesar de los años que han transcurrido, no es una historia pasada, que es un hecho que nos afecta día tras día y que puede incluso repercutir directamente en la vida de tu amiga más cercana.
Cada vez hay más escasez de agua y las cifras mundiales alrededor de este tema son muy alarmantes, nos nos volvamos insensibles a las problemáticas ambientales, ni aunque nos digan que son necesarias para que el país progrese, para que exista empleo, para acortar distancias o para producir suficiente alimento.