Manos Libres
Por Francisco Macías Medina / @pacommedina (X) / @FranciscoMacias (Telegram)
Hablar de la paz y construirla en estos tiempos, pareciera imposible por considerarlo casi como un acto de valentía. Es algo que deseamos profundamente, pero lo que vemos y escuchamos no nos ayuda a poder “sentirla y quererla” para poder pasos hacia ella.
Su marketing provoca enfado porque los discursos teóricos sin el acompañamiento de acciones provocan una incongruencia que pulverizan esfuerzos y voluntades. Muchas de las veces la simplificación de las acciones que se hacen en su nombre, por ejemplo, clases deportivas, actividades lúdicas, entre otras, terminan en una deficiente propaganda.
Por otro lado, la realidad. El mes de septiembre fue ocasión para recordarnos que las oleadas del horror y la impunidad se han estacionado en muchas regiones del país: la falta de localización de los jóvenes de Lagos de Moreno, la desaparición de otros siete de ellos en Zacatecas y su posterior hallazgo de muerte. El noveno año sin que conozcamos el paradero de los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, son claros ejemplos de lo rasgado que se encuentra nuestra comunidad en el país.
Si nos atuviéramos a este escenario se reafirmaría nuestro sentimiento de frustración y de abandono, se inactivaría nuestro sentido de dar pasos para superar esta situación indigna con el consiguiente beneficio para quienes tienen la obligación de un quehacer que proteja o aminore esa realidad.
Indirectamente por miedo racional o irracional o por nuestra falta de sentido a dar pasos hacia una ciudadanía afectiva (Enrique Pichón Riviere), pondríamos en pausa hacernos responsables y hacer responsables a otros de eso que tenemos que cambiar.
Aunque se nos dificulta, existe la posibilidad de afinar los sentidos hacia todo aquello que ha surgido también y que se opone a las violencias, además de proponer otras rutas desde lo más humano.
Vienen a mi mente proyectos comunitarios donde realizan cuidados a la niñez en sus necesidades de conocimiento formal o de otro tipo, maestras que hacen del bosque y del arte un ejercicio de libertad humana que nos reafirma, grupos de personas que aportar lo más básico a personas que se encuentran en una situación de desventaja, profesionales y académicos que con sus palabras, talleres o cursos siembran semillas dentro de los pasillos del servicio público para que florezca la paz, otros u otras abrazan, escuchan, se hablan por su nombre, se hermanan en su vida y en muchas de las ocasiones por el dolor para decirle a la muerte que en ellas no tiene sentido hasta que la dignidad vuelva a ser nombrada y reflejada en nuestras vidas.
Lo anterior me hace recordar la cita de Miguel Portolés hecha por el experto en paz Gerardo Pérez Viramontes, respecto a la respuesta dada por un grupo de mujeres en un ambiente de guerra y de ideologías violentas:
“Creo que mis abuelas, al elegir el dar de comer, el sostenimiento de la Vida por encima de las diferencias ideológicas, estaban optando por una política más radical, asentada en una raíz más básica y potente a la fuerza de la razón y a la sinrazón de las armas hay que oponer el significado de los cuerpos y la radicalidad de la acción simbólica noviolenta” (Magallón Portolés, 2006, pp 5-6,13)
La cita es una invitación a hacer un alto y tomar una decisión en la dirección de un cambio más radical, uno que involucre nuestro ser y que nos reafirme en nuestra interdependencia con las demás personas, donde se incluye oponernos a todo aquello que nos impide nuestra realización como seres humanos.
También será importante que recuperemos una memoria de “paces”, en la que identifiquemos la delicada y puede ser hasta tímida construcción de la paz que has hecho, promovido o sido testigo en tu casa, comunidad cercana y ampliada, por esa es la ruta de volver a tejernos como humanidad.
Una experiencia a la que hay que poner atención, es el reciente Diálogo Nacional por la Paz, organizado por la Conferencia del Episcopado Mexicano de la Iglesia Católica, la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús, así como varias universidades y actores de la sociedad civil, en la que se expusieron los desafíos a las que nos enfrentamos como país para la elaboración de una agenda que nos lleve a un camino de superar esta etapa obscura de nuestra nación ( https://dialogonacionalporlapaz.org.mx/index.html/).
No sólo fue un foro sino un espacio de encuentro en donde se habló de la existencia de más de 300 buenas prácticas paras reconstruirnos, se escucharon testimonios y se juntaron a varios elementos de seguridad ciudadana y comunitaria cuya experiencia en resultados en el tema son esperanzadores, valiosos y dignos de ser reproducidos.
Se trató de construir desde la escucha y el diálogo, la diversidad y la realidad, desde un círculo horizontal donde todas las personas somos y estamos de por medio en lo que ocurre. Te invito a sumarte a sus trabajos y propuestas.
Una reacción a lo reflexionado fue la creación en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) de una coordinación de Reconciliación y Cultura de Paz, que busca organizar y contagiar la esperanza. Seguro llegarán más.
Nos vendría bien animarnos a impulsarla en pequeños acontecimientos, acciones, reflexiones y muestras que nos inviten a romper con el miedo y atrevernos a movernos, a imaginar e innovar, como si fuera una gran danza en la que tenemos que bailar todas las personas.
Que el alto a la violencia nos implique un sí a lo más humano que nos une a todas y todos.