“Adolescencias en movilidad de circuito”: Un estudio sobre aquellos que ayudan a cruzar la frontera

La Universidad ITESO realizó el conversatorio “Movilidad de menores de circuito en la frontera noreste de México”; ahí Óscar Misael Hernández Hernández, antropólogo investigador del Colegio de la Frontera Norte, presentó los hallazgos de su investigación sobre las infancias migrantes que llegan a la frontera noreste de México.

El experto habló más que sobre el fenómeno de la migración de adolescencias en movilidad de circuito, una parte de la migración infantil poco reconocida dentro del fenómeno migratorio.

Por Alondra Angel Rodriguez /@AlondraAngelRo

“Cerca del 80% de las infancias que llegan a la frontera noreste de México”, comentó Óscar Misael Hernández Hernández, quien construyó este dato desde que comenzó a trabajar, en 2012, en la Frontera de Tamaulipas y el Valle de Texas (la frontera noreste) contratado por el Colegio de la Frontera Norte para analizar temas relacionados con la migración de niñas, niños y adolescentes. 

Por más de 10 años, el antropólogo se acercó a los centros de atención de menores en la frontera; específicamente al Centro de Atención a Menores Migrantes Fronterizos y Repatriados (CAMEF), donde el Instituto Nacional de Migración (INM) lleva a las niñas, niños y adolescentes una vez que regresan de Estados Unidos, o quienes están en espera de sus familias, ya que tienen el título de migrantes no acompañados; ahí pudo percatarse que la mayoría llega a la esta frontera sin sus padres, aunque no significa que vayan solos, pues se suelen acompañar de primos, amigos o de la persona que les ayuda a cruzar la frontera.

A lo largo de los años pudo entrevistar a cientos de infantes y adolescentes que llegaban a estas instalaciones, uno de los hallazgos más interesantes fue lo que él denomina movilidad de circuito, un tipo de subpoblación de adolescentes mexicanos migrantes repatriados desde los Estados Unidos.

“Después de un tiempo descubrí que no sólo llegaba este tipo de población, sino otras dos categorías de menores de edad, los de origen centroamericano que el INM había asegurado en México antes de que cruzaran la frontera, y otros que eran mexicanos, pero que no habían cruzado la frontera por problemas familiares, para estudiar o trabajar, sino que eran menores de edad a los que se les conocía como de circuito o, coloquialmente, también se les conoce como polleritos, guías o coyotitos”.

Respecto a los nombres coloquiales atribuidos, Óscar comentó que estos eran atribuidos a la topografía del lugar y frontera en donde estos adolescentes servían como guías de los migrantes:hay una analogía muy interesante entre migrantes vs topografías fronterizas vs tráfico de migrantes”.

“Cuando pregunté por esta categoría la encargada del centro me dijo ´con ellos mejor ni hable, porque trabajan para la maña´”; específicamente, con el Cartel Del Golfo, quien tiene el monopolio de las actividades ilícitas en esta región fronteriza.

En 2014, un informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados afirmó que 38% de los adolescentes migrantes mexicanos no acompañados detenidos por la patrulla fronteriza en Texas habían sido reclutados por el crimen organizado.

Dentro de las características de los adolescentes que pertenecen a esta movilidad de circuito, el Programa de Defensa e Incidencia Binacional destaca dos:

  1. Son las infancias originarias de ciudades fronterizas mexicanas y que pasan la frontera como una experiencia de vida, la decisión de cruzar tiene una recompensa en el plano simbólico, ya sea a través de ganar experiencia, madurez o valentía. 
  2. También son infancias y adolescencias menores de edad que se encuentran involucrados en redes de trafico de personas para guiar el paso de migrantes por la frontera o con grupos del crimen organizado para el tráfico de drogas. 

“Al final de cuentas, los menores de circuitos son menores de edad que ayudan a otros migrantes a pasar la frontera, mediante un cobro y que, muchas veces, forman parte de grupos delictivos que lucran con este tipo de acciones”, expresó Óscar.

El investigador, además, comentó que el contexto familiar y de iniciación se da entre adolescentes que oscilan los 14 y 17 años, varones en su mayoría, procedentes de familias que viven alguna precariedad económica: “Paradójicamente hay una relación entre la familia de origen y la iniciación al coyotaje, ya sea porque los padres sabían de esta actividad o porque un familiar pariente o amigo de la familia los invitó”.

“Pues mi papá si sabía lo que hacía, pero no me decía nada. Mi mamá si me decía: un día Dios no quiera que te vaya a pasar algo, pero uno que es cabezón no entiende y hasta que uno ve las consecuencias es que dice debí hacer caso”, comenta uno de los adolescentes que entrevistó el integrante del Colegio de la Frontera Norte.

Óscar Misael Hernández destacó otros testimonios de adolescentes que le contaron que no comenzaron como coyotitos, sino como vigías en la línea fronteriza y conforme ganaron experiencia fue que pudieron convertirse en guías de migrantes:

“él estaba de mirador o de halcón como también se le conoce, pendiente de los agentes de la patrulla fronteriza para después reportarlos para en seguida poder cruzar a los migrantes”.

Destacan también que la mayoría de los testimonios de los adolescentes concuerdan en que entraron a estas prácticas por necesidad y porque la paga era relativamente buena:“desde que tenia 15 años trabajo en este, es por necesidad y porque nos pagan muy bien”, comentó un adolescente a Óscar.

El investigador expresó que el dinero que ganan con estas practicas los adolescentes tiene un valor simbólico: por un lado, lo usan para ayudar a su economía familiar y, por el otro, lo usan para consumir productos o cosas que les dan diversión o estatus.

El proceso de reclutamiento por parte del crimen organizado inicia cuando los ponen a cobrar cuotas a los coyotes que ya estaban operando en la zona; después los mandan a realizar  trabajos especializados para darles práctica, “ya no existe el coyote, existe un sistema de coyotaje, con una división del trabajo bastante definida”, explica Óscar.

En este contexto, los jóvenes que han sido reclutados a la fuerza o mediante incentivos económicos; no obstante, el reclutamiento se da considerando aspectos como vulnerabilidad en su contexto, vulnerabilidad jurídica al ser menores de edad y por no tener consecuencias si son repatriados; además por su capital geográfico, pues son adolescentes que conocen la frontera.

Dentro de las experiencias de vida de estos menores de circuito, una de las más preocupantes son las que suceden tras su detención y posterior repatriación, pues existe un entramado jurídico, ya que no todos los protocolos binacionales se ejecutan de la misma manera, pues varían de acuerdo a cada cuidad fronteriza:“qué formatos van a llevar, cuánto tiempo estarán detenidos o, incluso, la hora en que van a ser trasladados varia, además de que cada caso tiene un matiz”, comenta Óscar.

Son múltiples las violencias a las cuales los que estos menores de circuito se enfrentan, pues hay muchos riesgos tanto al momento de cruzar como al momento de ser detenidos por oficinas gubernamentales, ya que es ahí donde se ven vulnerados sus derechos humanos: “son una suma de violencias institucionales, criminales”.

“Los riesgos a los que se enfrentan los menores cuando trabajan sin permiso del crimen organizado o son repatriados, hay repercusiones físicas y emocionales. Los grupos del crimen organizado toman en cuenta a los menores por las razones anteriores y porque son baratos reemplazables, si algo les pasa el negocio no es afectado en lo absoluto y perderlos no les importa, cuando los chicos dejan de ser entables les dicen adiós”, comentó Óscar. 

Dentro del contexto de pandemia la cosa no cambió, la actividad del crimen organizado aumentó su control, pues al final de 2019 hubo mil 849 casos de niñas, niños y adolescentes mexicanos repatriados únicamente en la frontera de Tamaulipas; de ellos, al menos, el 30% identificados como menores de circuito.

Para finales de 2020, en la frontera de Tamaulipas se registraron 940 casos, pero de estos el 63% se identificaron como menores de circuito. Y aunque decreció el numero de migrantes de esta población en la frontera, se incrementó el número de menores que se dedican a esta actividad. 

Sobre ello, el investigador finalizó que esto se mantiene así porque 8 de cada 10 adolescentes identificados como menores de circuito que fueron detenidos señalaron que volverían a cruzar, pero esta no es una decisión propia sino que se explica porque: “las actividades de trafico de migrantes desplegadas por el crimen organizado para que este grupo de adolescentes las ejecuten siguen operando de manera impune”.

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Alondra Angel
Alondra Angel
Soy estudiante de Comunicación Pública. Me gusta el color blanco, escuchar música y tomar café. Me encanta estar con mi familia. Creo que el periodismo es una manera de hacer algo frente a las problemáticas de hoy y las que tendrán un impacto en el futuro.

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