La calle del Turco
Por Édgar Velasco / @Turcovioejo
La ciudad se derrumba y yo cantando.
—Silvio Rodríguez
En el fondo están satisfechos con la ciudad tal como está. Creen que no hay cielo más azul ni casas más elegantes que las que están cayéndose.
—Jorge Ibargüengoitia en Estas ruinas que ves.
En la zona metropolitana de Guadalajara cada vez es más difícil circular. Además del número desproporcionado de autos, la mala sincronización de los semáforos hace que en muchos puntos de la ciudad sea imposible avanzar más de una cuadra por cada luz verde: cuando se pone el siga, en la siguiente esquina se pone el alto y así sucesivamente.
El congestionamiento vial viene acompañado de las respectivas emisiones, pero eso no nos importa porque buena parte de las estaciones de monitoreo están fuera de servicio desde hace mucho. Aparatos que no leen, pulmones que no sienten… al menos hasta que ya no puedan respirar.
La basura se acumula en las esquinas y desborda las estaciones de recolección diferenciada. Los camiones de la basura pasan un día sí y tres, cuatro, cinco no, y la basura sigue acumulándose. La empresa contratada para llevarse los residuos hace lo que quiere y las autoridades hacen lo que mejor saben: responsabilizar a la gente por tirar basura.
El que pudo ser el más ambicioso programa de repoblamiento del centro de la ciudad fue devorado por el negocio favorito de las administraciones naranja: el desarrollo inmobiliario. En lugar de un programa de vivienda social, prefirieron apostar por poner en renta el corazón de la ciudad en Airbnb, aun cuando en otras partes se avanza en la dirección contraria: mientras en Nueva York se endurecieron los reglamentos que regulan la operación de este tipo de plataformas, acá preferimos darles carta abierta porque alguien dijo que era lo más cool.
La intempestiva e irregular temporada de típicas lluvias atípicas llegó con las respectivas inundaciones y ha dejado su estela de baches y hoyos y tragedias. A más concreto en la ciudad, más caprichoso el comportamiento del agua. Ahora se inundan zonas que no se inundaban y además se inundan las de siempre. Pero ya nos dijeron que la culpa es de las personas por tirar basura, no de las autoridades por no frenar la voracidad inmobiliaria y el crecimiento desordenado.
Las personas, cientos de ellas, miles de ellas, siguen desapareciendo. Y sus familiares les siguen buscando y siguen tapizando la ciudad con fichas de búsqueda. Y las autoridades van detrás, haciendo hasta lo imposible por pintar o de plano arrancar las fichas, en lugar de hacer algo por detener la crisis.
La ciudad pierde su patrimonio edificado, ya sea porque los dueños prefieren que se caigan las casas antes que rehabilitarlas para luego vender el terreno, ya sea porque un incendio hace de las suyas (¿ya vieron que se quemó, y seguro no tardan en tirar, el edificio cuyas ruinas ahora lucen chamuscadas en la esquina donde se juntan la calzada Independencia, González Gallo y 5 de Febrero? ¿Ya visualizaron, como yo, la siguiente torre de departamentos?), ya sea porque les dan manga ancha a los desarrolladores, como pasó en la casona que estaba ubicada en Guadalupe Zuno, a unos pasos de Chapultepec, cuya obra “suspendieron” un ratito nomás para hacer como que son enérgicos pero cuyos trabajos ya volvieron.
Hace unos días tuvo lugar el informe de gobierno de Pablo Lemus como presidente municipal de Guadalajara. El eslogan elegido este año fue “Vamos bien y se va a poner mejor”. Luego de describir una ciudad de ensueño que sólo es posible habitar en las páginas que leyó, aprovechó el escenario del teatro Diana para decir lo que ya todos sabíamos: que quiere ser gobernador. Habló linduras de Enrique Alfaro, le hizo ojitos coquetones a Dante Delgado y usó una de las frases consentidas del sexenio naranja: “Vamos a defender a Jalisco” blablablá.
Pablo Lemus quiere la candidatura de Movimiento Ciudadano y seguramente la va a conseguir, porque enfrente sólo tiene a Clemente Castañeda, un personaje gris como gris es el cielo de Guadalajara cuando se mira la ciudad desde lo alto de El Tapatío.
Con esa proyección, la de Lemus candidato y eventualmente gobernador, bien vale la pena preguntarse, a partir de su eslogan: ¿“Vamos bien”? ¿Quiénes vamos bien? ¿“Se va a poner mejor”? ¿Para quién? Porque es claro que para la ciudad, el estado y sus habitantes, definitivamente no.