Desde Mujeres
Por Alexia Jazmín Soto Ochoa / @alexiasoch / @DesdeMujeres
Dícese del pensamiento binario: aquel que divide en dos categorías, extremas y opuestas, sin admitir grises. Al binarismo, además de conocerlo por ser una característica de occidente, las mujeres que luchamos entendemos bien los estragos que ha causado en la construcción del género, y en la lucha por los derechos de las mujeres y la población LGBTTTIQA.
Durante éste periodo de procesos electorales me he encontrado con la disyuntiva externa, naturalmente válida, sobre si la llegada de una mujer al poder es un triunfo feminista o no. Las respuestas suelen variar entre el “no”, respaldado por argumentos que expresan que el hecho de ser una mujer en la política no significa sostener la agenda de las mujeres y el “sí”, porque de cualquier manera la llegada de las mujeres al poder “nos abre camino a las demás mujeres.”
Para responder ésta pregunta, quiero empezar puntualizando que las mujeres en puestos de poder se enfrentan con dinámicas misóginas y discriminatorias tales como su subrepresentación, ser cuestionadas sobre su acceso al puesto (seguro es novia de, se acostó con), ser responsabilizadas por las acciones y omisiones de sus compañeros, y, constantemente, ser medidas con la vara más alta.
La política tradicional y vigente permite la entrada sólo a las mujeres dispuestas a pertenecer a ella; alinearse al patriarcado es una de las pocas formas que las mujeres han tenido para “hacerse paso” en la política electoral. Algunas lo hacen con detalles que se podrían interpretar como superficiales, como el modificar su vestimenta y el tono de su voz a uno menos socialmente leído como femenino para “ser tomadas en serio”. Otras, transforman en su totalidad su personaje, adoptando las mismas formas violentas y opresoras de ejercer el poder de los caciques hombres que las rodean y con quienes compiten, aferrándose y defendiendo los privilegios de las de su clase, pero no las de su género.
Cuando me encuentro con argumentos como que “la llegada de una mujer al poder, aún representando una agenda antiderechos, nos abre el paso a las demás mujeres”, me parece importante cuestionar, ¿Quiénes son las demás mujeres?, ¿Somos todas?, ¿O solo unas pocas?, y, ¿Cuáles son las características de esas pocas?, o, incluso, ¿Abrirle paso a qué?.
Me recuerda a la legítima lucha feminista por romper el techo de cristal en el ámbito laboral, pero también, a los urgentes señalamientos hechos a ésta desde el feminismo antirracista, en los que exponentes como Angela Davis puntualizan que si estás en la posición en el que tu lucha es romper ese techo de cristal, es que ya estás arriba, pero abajo todavía están las otras.
Los apuntes del feminismo antirracista y decolonial no se incluyen en ésta reflexión de política electoral a la ligera. Éste analiza la operatividad del sistema jerárquico presente en la cotidianidad, y la jerarquía es patriarcado. El poder y política electoral como lo entendemos actualmente, es intrínsecamente patriarcal.
Aún reconociendo las dificultades y violencia de género que las mujeres enfrentan en el ámbito político-electoral, también se debe reconocer que aquellas que logran acceder a puestos de poder suelen partir de un piso disparejo respecto a otras mujeres; la mayoría son mujeres blancas, crecidas en familias con capital cultural y económico, con acceso a una educación privada y privilegiada. Es por eso que es crucial preguntarnos quiénes son las señaladas cuando se refieren a aquellas a quienes les abren camino.
¿Quiere decir, entonces, que las mujeres no deberíamos de participar en lo político-electoral?, ¿Quiere decir que debo exponer mi culpa blanca por venir de una familia privilegiada y haber tenido muchas oportunidades, lo cual me permitió incidir en la política? (la perjudicial dicotomía). Quiere decir que primero hay que entender la política electoral distinto, y por lo menos, no ser incrédulas respecto a cómo opera.
Asimismo, hay que tener claro que no toda mujer en la política es aliada de las luchas de las mujeres, ni está obligada a serlo. Incluso, las hay quienes manifiestan apoyar la causa feminista, para después utilizarla para fines personales y olvidarse de los colectivos. Es decir, el juego de tronos de la política electoral es complejo, como lo es la inmersión de las mujeres a la esfera electoral. Sin embargo, no debe justificarse a quienes replican los sistemas de opresión de la política patriarcal, ni de juzgarse a aquellas que deseen integrarse a lo partidista con esmero. Entendamos éste proceso electoral como un llamado de atención a observar cómo operan los sistemas de opresión cuando se entrelazan con relaciones y roles que tradicionalmente involucran ejercer el poder, y cómo continuamos asimilando la política electoral como un desdoble de éste.
En última instancia, una persona con una agenda conservadora y anti derechos en el poder, sea quien sea, le hace los favores al patriarcado, no a las mujeres. Es la lucha por la agenda de las mujeres y personas con capacidad de gestar lo que nos abre paso. Son los derechos ganados y defendidos desde lo privado y lo público lo que verdaderamente nos abre camino.