Maestra: ¿cómo pide respeto?

Escribiéndonos Resistimos

Por Erika Pichardo, maestra chiquita, feminista y parte de la Red Feminista de Maestras Guadalajara / @maestrasfemgdl

Yo soy una maestra chiquita: tengo una estatura baja, me veo joven y soy mujer, ¿qué podría salir mal dando clases? 

Desde que tengo diecinueve años trabajo de manera oficial como maestra, he pasado por todos los niveles y edades. En todas mis clases he tenido estudiantes que me han llegado a querer, apreciar, y otros con quienes nunca pude conectar o llevarme bien (y con eso no tengo problema, podemos no llevarnos bien, no quiero ser la mejor amiga de todxs).

Cuando trabajaba únicamente con preescolar, mis alumnxs me respetaban y seguían las indicaciones. Los papás y mamás me ignoraban o decían comentarios en el tono de: “¿ella es la maestra?” .

Me movieron a primaria menor, mis alumnxs eran geniales y trabajamos muy bien, pero sus compañerxs de primaria mayor, los papás y mamás seguían ignorando mis indicaciones o peticiones: ya sé que pedía cosas extremas como que mandaran a lxs niñxs desayunadxs o que lxs metieran a bañar porque la higiene es importante. 

¿Se imaginan el desmadre que fue moverme a secundaria y preparatoria? Ahí empecé desde cero: nueva escuela, nuevas reglas, nuevos contenidos, nuevo todo. 

El ciclo está por terminar y tengo alumnOs (sí, alumnos HOMBRES) a quienes siguen sin importarles reglas básicas como guardar silencio en el salón o realizar tareas porque son importantes. 

También he dado clases con adultxs y las cosas no cambiaron mucho. Tardaron algunas clases en aceptar que esta morrita era la maestra. 

Durante mucho tiempo creí que era una cuestión de estar contra toda autoridad, propia de la juventud, o de vivir en un ambiente sin límites o consecuencias; culpaba a todos los factores externos habidos y por haber, que si la pandemia, la digitalización del mundo, el aislamiento y la falta de contacto humano. 

Pero, después de pensarlo y analizarlo mucho, llegué a una solución que no me gustó: no me respetan por “chiquita” y por mujer. 

La docencia ha sido una carrera en la que las mujeres hemos tenido un gran presencia y somos el grueso de la población de trabajo, y aun así hay comentarios como “pero solo es maestra” o cosas como “pero ni trabaja, solo está con niñxs”. Y se pone peor si hablas de una maestra joven, como si todas las maestras llegaran al salón  ya siendo “señoras”. 

No me suena lógico que a mí me digan que soy una culera y que soy la peor maestra del mundo cuando sólo les pido su tarea o que no hagan plagio, mientras que de otro maestro que les da sapes a sus alumnxs por hacer cosas mal, les trata como si no entendieran nada o les dice cosas realmente ofensivas sobre su cuerpo o su expresión de género, digan que es un gran maestro y que debería ser más como él. 

Yo cambié todos mis estilos de enseñanza porque me sentía culpable y una mala maestra, fui la maestra Miel un rato, después me volví Tronchatoro. Intenté jugarle a ser “chava” y fui maestra barco. Tampoco me duró mucho el gusto porque no era mi estilo de dar clases, y decidí algo revolucionario para mí: no es mi culpa que mis alumnxs me vean así, sí me veo chiquita, sí soy morra y tampoco soy perfecta, pero soy maestra, persona y lo mínimo que me merezco es respeto. 

No tendría que ser una señora para que lxs morrxs me tomen en serio, ni lxs demás maestrxs o directivos de mi escuela. No debo verme como Montessori para hacer bien mi trabajo y que me respeten, ni tengo que ser hombre para hacer bien las cosas. 

Nuestro ejercicio diario, al final, está atravesado por cosas como el sistema patriarcal, el adultocentrismo y más: y yo voy a seguir resistiendo desde mi salón, siendo una maestra chiquita que necesita una silla para alcanzar a escribir cosas en la parte de arriba de mi pizarrón. Voy a ser esa maestra que se pierde entre lxs alumnxs cuando hacen formación.

Soy morra, y voy a pedir respeto en mi aula siempre, para mí y todxs lxs que entren: quiero alumnxs en contra de la autoridad, no en contra de que una mujer sea su maestra.

Soy maestra chiquita, y a mucha honra: me gustan los dinosaurios, el color rosita y cosas de Hello Kitty, y también te voy a pedir que no me faltes al respeto en mi clase, que trabajes y que realices las tareas por ti mismx. Y no soy una mala maestra, ni una pesadilla, ni merezco que me digan “perra” por pedirles orden en el salón. Tampoco me comparen con los maestros, no lo necesito, ni quiero ser una maestra masculina. 

Mis clases son como yo, y mi estilo de ser maestra refleja todo lo que he aprendido y las maestras que me enseñaron. Yo voy a seguir pidiendo respeto y convenciendo a lxs morrxs de que los estereotipos no nos ayudan para nada.  

Comparte

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Quizás también te interese leer