Cátedra AMIDI
Por Willian Carballo y Karla Ramos / @amidi_com
El Salvador está por arribar a uno de los periodos electorales más controversiales de los últimos tiempos. En 2024, además de coincidir tres tipos de comicios (presidenciales, municipales y legislativos), el proceso estará marcado por las intenciones del actual presidente del país, Nayib Bukele, de reelegirse, decisión que los magistrados de la Sala de lo Constitucional impuestos por los diputados de su partido avalan, pero que diversos expertos y organizaciones que velan por la democracia aseguran que está prohibido por ley. Trastocado en buena medida por ese debate, el país se apresta a entrar —si no es que ya lo hizo, aunque de manera extraoficial— en una campaña electoral intensa. En ella, la información, pero también la desinformación, jugarán un papel vital para convencer a la ciudadanía de dos ideas contrapuestas: por un lado, de que la reelección es legal y es lo mejor para darle continuidad a la actual gestión; y por el otro, que dicha acción atenta contra la Constitución y significaría un retroceso democrático.
Ese ambiente mediático e informacional, en el cual estamos ya de lleno, ocurre en un contexto nada halagüeño para la sociedad salvadoreña, al menos en términos de Alfabetización Mediática e Informacional (AMI). Instituciones como la Escuela de Comunicación Mónica Herrera (ECMH), la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) y laDeutsche Welle Akademie (DWA) —que desde 2019 estudian y desarrollan juntas el tema en El Salvador— han demostrado con evidencia científica que la AMI no es una prioridad de Estado en el país y que los niveles de desinformación, incluso cuando no se está en campaña electoral, ya son altos.
Uno de los estudios desarrollados por dichas instituciones, titulado Así dio vuelta el consumo mediático en El Salvador durante la COVID-19, reveló que 87.1 por ciento de la población que encuestaron (de zonas urbanas en todo el país y de diferentes edades, con acceso a internet) reconoció haber recibido recientemente información que calificaron como «falsa» o fake news. El dato es de 2019, pero luego repitieron el trabajo en 2020, en plena pandemia, y el porcentaje no varió. Dichos trabajos también describieron que la mayoría de desinformación circula principalmente a través de redes sociodigitales, en especial, vía Facebook y WhatsApp; aunque durante la emergencia de salud global, la televisión también ocupó un papel protagónico en este terreno.
Otro hallazgo importante fue que son personas jóvenes y adultas mayores las más proclives a ser víctimas de bulos noticiosos. Además, que la mayoría de las notas que la gente percibe como falsas son aquellas de tipo político (siete de cada diez); y que cuando incluso se trata de otro tipo de contenido (de salud, como en la pandemia; o de seguridad pública, por ejemplo), siempre hay un componente político importante en la confección de las noticias, pues se trata de temas de país que los gobernantes consideran claves para convencer a votantes de que son funcionarios eficientes. Es decir, política y desinformación son percibidas como dos palabras que suelen ir juntas.
Las investigaciones de dichos centros de estudio han revelado también que las personas salvadoreñas tienen pocas y básicas habilidades para detectar información falsa, engañosa o manipulada. Estas tienen que ver, sobre todo, con contrastar en diferentes medios el contenido que consumen, en un intento por confirmar si son ciertas. Sin embargo, ese proceso trae consigo algunos nuevos problemas, pues las audiencias suelen siempre leer, oír o ver medios de comunicación con una línea editorial similar a la fuente original que consultaron; es decir, terminan verificando en aquellos sitios noticiosos o de influenciadores que se alinean con su sentir y pensar (hay un consumo principalmente emocional, señalan). Dicha práctica las estaría llevando a un círculo vicioso: eso que llaman «validar» no consigue desmentir o desmitificar la información, sino únicamente reafirmar lo que ya creían, independientemente de que sea verdad o no.
Lo anterior ocurre en un ecosistema que posibilita ese círculo. Por un lado, muchos de los medios de comunicación salvadoreños aún adeudan mayor rigurosidad en sus procesos de recolección de datos y difusión de las noticias. Y por el otro, el partido en el poder y sus alianzas cuentan con una importante presencia en redes sociales y una red de canales o cuentas que amplifican su mensaje, ya sea para alabar las decisiones del funcionariado del oficialismo o para atacar a sus adversarios y adversarias. En especial, en los últimos años se ha posicionado una creciente cantidad de youtubers que conforman una red de creadores de contenido que emiten información no siempre contrastada y contextualizada; la cual, aun así, está creando dura competencia a los medios periodísticos tradicionales. Estos nuevos espacios, gracias a su estilo directo y a un lenguaje popular, tienen mucha aceptación entre la población, sobre todo entre quienes residen fuera del país. Estas personas migrantes representan un sector clave de la sociedad salvadoreña, pues contribuyen con sus remesas y con un importante capital cultural que impacta a sus familiares que siguen dentro del país; al mismo tiempo que, ahora con capacidad de voto desde el exterior, también se ven impactadas por las noticias locales.
El resultado de todas esas peculiaridades es un terreno perfectamente labrado para que la desinformación crezca y se reproduzca. Así, en épocas electorales, cuando a la clase política más le interesa reafirmar sus posiciones, vender sus supuestos logros y deslegitimar el trabajo o la reputación de sus contrincantes, las posibilidades de que el fenómeno explote y se multiplique son mayores. De tal forma que, desde este momento y hasta que sean las elecciones en el primer trimestre de 2024, lo más probable es que en El Salvador veamos un incremento de medios que no den garantías de rigurosidad periodística, una expansión de cuentas anónimas que se dediquen a difundir mensajes de odio o a alabar la figura política que las financie y una consolidación de esa red de youtubers que se ha ganado a buena parte del público con la transmisión de información política a menudo entretenida, pero no siempre contrastada y contextualizada (de hecho, hoy incluso reciben invitaciones del partido oficialista a cubrir las plenarias en la Asamblea Legislativa).
Uniendo esfuerzos por la AMI en El Salvador
Descrito así, el panorama pinta oscuro. Sin embargo, también es cierto que de momentos como este también se pueden sacar aspectos positivos. Por ejemplo, el contexto de desinformación ha propiciado que haya instituciones que estén uniendo esfuerzos por contribuir a tener jóvenes y personas adultas más alfabetizadas mediáticamente y con las competencias suficientes como para lograr distinguir entre el contenido periodístico y el propagandístico. Y eso es destacable.
Uno de esos esfuerzos es el ya mencionado que ejecutan las dos universidades, Escuela Mónica Herrera y Universidad Centroamericana. Estas, con apoyo de la cooperación alemana, vía la DWA, han dedicado los cuatro años más recientes a la investigación y a la incidencia de la AMI en El Salvador, a través de un proyecto denominado Alfabeta Media Lab. Este trabajo ha permitido, por un lado, saber dónde estamos: los estudios realizados han aportado datos cuantitativos y hallazgos cualitativos que permiten tomar decisiones con base a evidencia y no sobre suposiciones. Y justamente, ese es el otro punto: las instituciones, al ser de carácter educativo, también han realizado incidencia, a través de la formación principalmente de personas jóvenes y adultas jóvenes, en temas de AMI. Así, han creado material multimedia para difundir formas de reconocer cuándo un contenido es falso, engañoso o manipulado; así como juegos lúdicos con el mismo fin, los cuales han llevado a escuelas, colegios y universidades. De igual forma, han impartido diferentes cursos y diplomados que buscan desarrollar competencias mediáticas en los públicos en general y en docentes de diferente nivel educativo.
Desde 2021 hasta la fecha se han desarrollado sistemáticamente capacitaciones en formatos virtual y análogo en diferentes ciudades y comunidades rurales del país. Se han desarrollado tres ediciones del curso Introducción a la Alfabetización Mediática e Informacional y Seguridad Digital. Y en 2023 se ha agregado uno relacionado a la Inteligencia Artificial. En total se han inscrito 271 personas en el curso Intro AMI; mientras que en formato presencial-análogo han sido 100 participantes. Las personas beneficiarias han sido estudiantes de centros educativos públicos, quienes han interactuado con el AMI Trip, un juego lúdico interactivo, así como los otros más de 50 recursos multimedia que están en acceso abierto para participantes o quien se interese a través de las redes del proyecto.
Además, en los últimos años, otras instituciones han empezado a sumar importantes esfuerzos para generar audiencias críticas. El más reciente es El Filtro. Se trata de un consorcio de cinco medios de comunicación digital salvadoreños que, a través del periodismo colaborativo, buscan revelar las fuentes de desinformación y manipulación de contenidos, además de contar el impacto que esto causa en la ciudadanía. Además de ese esfuerzo colectivo, esos mismos medios a nivel individual y otros que se caracterizan por un trabajo serio, profesional y fiscalizador del poder han desarrollado diferentes trabajos de verificación de información. Destacan los realizados por Revista Factum, Gato Encerrado e Infodemia. A ello hay que sumar el esfuerzo de esos y otros medios, como El Faro, La Prensa Gráfica y El Diario de Hoy, de seguir revelando desde el periodismo los entretelones y las intenciones detrás del poder, lo que también contribuye al mismo fin de tener sociedades más y mejores informadas. Finalmente, también ya hay más buenas noticias provenientes de otras universidades que también están impulsando la AMI en El Salvador, como la Francisco Gavidia, que a través de su revista Disruptiva ha realizado importantes trabajos en temas como la desinformación en YouTube.
Claro que todo este esfuerzo parece aún poco y es, además, muy tierno. Sigue siendo urgente que más medios y universidades se sumen al trabajo. Además, las organizaciones de la sociedad civil deben también aportar a este tema del combate a la desinformación. Estas, ante necesidades igualmente importantes como la lucha por el medio ambiente o la defensa de derechos humanos como la vida y la salud, no han incluido el tema como parte central de su agenda. Será solo la suma de todas esas incidencias, más un empuje constante y decidido de todas las instituciones interesadas, lo que ayudará a formar una ciudadanía alfabetizada mediáticamente en El Salvador. Algo que, como se estableció al principio, a las puertas de uno de los procesos electorales más importantes de los últimos años y en el que la campaña se prestará para consumir mucha desinformación, es más importante que nunca.
Para seguir aprendiendo
- Alfabeta Media Lab | Investigaciones y recursos sobre competencias de AMI.
- Cómo cuidarse de la desinformación creada con inteligencia artificial (El Podcast de Chequeado, 2023) | Episodio de podcast.
- Recursos AMI (Red AMI México, s.f.) | Serie de recursos de la Red para la Alfabetización Mediática e Informacional en México.
Willian Carballo (wcarballomonicaherrera.edu.sv). Es coordinador de Investigación Institucional de la Escuela de Comunicación Mónica Herrera, de El Salvador, y parte del equipo que lidera Alfabeta Media Lab. Es maestro en Comunicación y aspirante a doctor en Sociedad de la Información y el Conocimiento. Ha escrito ensayos sobre medios y cultura para diferentes publicaciones internacionales y columnas de opinión en importantes medios locales.
Karla Ramos (Kpramosuca.edu.sv). Es directora de la Maestría en Gestión Estratégica de la Comunicación de la Universidad Centroamericana, José Simeón Cañas y parte del equipo coordinador del Alfabeta Media Lab. Es maestra en educación con mención en Informática Educativa.