Se llevó a cabo el Foro Alimentación y ecofeminismos, organizado por la Universidad Jesuita de Guadalajara (ITESO), y en el marco de éste se realizó el conversatorio: Mujeres, semillas y soberanía alimentaria donde diversas mujeres que integran la Red de guardianas y guardianes de las semillas compartieron ideas sobre la importancia de la organización y autogestión de alimentos ante una industria alimentaria que toma las decisiones de qué ingerimos por nosotras y nosotros.
Por Leslie Zepeda / @lesszep2
“Hablar de soberanía alimentaria sobre quien tiene poder sobre las semillas se queda corta”; con esta reflexión dio inicio el foro Mujeres, semillas y soberanía alimentaria. Una de las finalidades de esta actividad fue contar con las experiencias de mujeres que pertenecen a colectivos de diferentes estados donde trabajan por la autogestión alimentaria mediante la organización comunitaria y la siembra de diferentes semillas.
En ella participaron seis mujeres que desde sus espacios rescatan estas acciones, como integrantes de diversos colectivos que integran la Red de guardianas y guardianes de las semillas, el primero de este tipo que integra organizaciones a nivel nacional y creado en 2017, según recordaron. Rocío Romero, integrante de esta red insistió en que una de sus motivaciones es que “Sembramos para el goce familiar”:
“La soberanía alimentaria está ligada a la posibilidad que nosotros tenemos de mantener nuestras semillas, en las comunidades de otras partes de México y América Latina, el conservar las semillas es precisamente un acto de lucha, de organización y de amor, que va asociado precisamente a conservar la vida, no sólo la seguridad alimento, sino la soberanía de lo que corresponde a nuestros gustos, nuestras creencias y nuestra cultura”.
La activista también hizo énfasis en un punto, en que no sólo se trata en sembrar sus propios alimentos, sino que precisamente mediante la organización, la autogestión de sus colectivos han aprendido a intercambiar, a circular sus semillas para que no se quede estancada su siempre, que por el contrario gracias a estas modalidades tengan mayor diversidad de alimentos entre aquellas y aquellos que forman parte de esta soberanía alimentaria.
“Somos las mujeres que le hemos empezado a dar sentido a decir que aquí en Jalisco, y en el occidente de México, vamos a defender las semillas. Porque la organización de las mujeres nos está haciendo capaces de mandar mensajes a la sociedad, diciendo que hay guardianas y guardianes que se organizan, que le dan sentido a que las semillas nativas que existen en esta región se mantengan”; enfatizó Rocío Romero.
Por su parte, Magda, quien también integra dicha red y parte del colectivo Semilla negra, afirmó que son las mujeres quienes mayormente integran esta clase de colectivos. Y, aunque nunca se han nombrado colectivamente como feministas, insiste en que en la práctica sí han actuado desde este feminismo, sobre todo han basado sus relaciones en actos cotidianos de empatía, cuidado, equidad y afecto; comentó Magda.
“El colectivo se ha convertido en un lugar de comunicación y afecto, no sólo entre nosotros, sino también con otros seres vivos que coexisten en el huerto, así como la relación con los alimentos que cosechamos”, añadió la activista.
Bajo estas ideas continúo Helen, también integrante de la red, quien cuestionó a la audiencia: “¿Quién tiene el privilegio de cosechar lo que le gusta?” e hizo referencia a las limitaciones alimentarias que existen gracias a la industria alimentaria, que desde su punto de vista, es quien toma las decisiones por nosotras y nosotros de qué es lo que consumimos diariamente.
Por ejemplo, mencionó cómo es que en los mercados o supermercados encontramos mayoritariamente dos tipos de jitomates, cuando en realidad la naturaleza nos brinda una variedad tan amplia de este que van del color negro hasta el rojo:
“Es terrible que en México vayamos a los mercados y sólo encontramos dos tipos. Desde ahí yo veo cuál es la relevancia de esto. Lo que hacemos es cuidar el patrimonio, eso que nos ha cuidado la industria y que nos limita. Pero estas semillas que se mueven en la red son semillas que no tienen precio, tienen un valor, una historia, un saber. No tienen nada qué ver con lo que comemos todos los días”.
Helen indicó que esta labor como activistas, además de contemplar la organización colectiva para sustentar su soberanía alimentaria, también radica en que ellas luchan por su toma de decisiones, es decir, que ninguna industria sea quien limite su alimentación, no ante la gran diversidad de alimentos capaces de sembrar y que no se están generando:
“¿Quién tiene el privilegio de comer lo que sembró? la mayoría de nosotros come lo que hay, y si bien nos va, está contaminado e intoxicado. Es un privilegio comer lo que nos gusta, guardar semillas, ponerlas en la tierra y que lo que sale de ahí es lo que me gusta no lo que el mercado quiera que coma, o lo que un agricultor decidió sembrar porque era la semilla más barata, o la más productiva”.
Este conversatorio se llevó a cabo en el marco del foro Alimentación y ecofeminismos, por una nutrición que sostenga la vida y organizado por la Universidad Jesuita de Guadalajara (Iteso) que se celebró este 6 y 7 de septiembre en sus instalaciones. Se llevaron a cabo otras actividades como el panel Nutrición y dietas desde la agroecología y los feminismos, así como Mujeres en los sistemas alimentarios: una mirada desde los ecofeminismos.