Comer-Sé
“Pertenezco a una generación que quiso cambiar el mundo, fui aplastado, derrotado pulverizado, pero sigo soñando que vale la pena luchar para que la gente pueda vivir un poco mejor y con un mayor sentido de la igualdad”
-Pepe Mujica
Por Karina Peña / Twitter: @_Karinail / Instagram: karinail.pm y
Ulises Brambila / Instagram: ub.kua
Últimamente he visto varios muros alrededor de la ciudad con un mensaje peculiarmente llamativo: “Derecho a la felicidad” dicen las paredes, y como un reclamo social me parece justo, pero como campaña política me resulta de mal gusto. Mi primer pensamiento fue -hablemos primero de nuestro derecho a la alimentación, a condiciones de trabajo dignas, a la salud, a la educación y a la seguridad. De mi estado de ánimo yo me encargo después-.
Para estar segura a qué se refería este movimiento con nuestro derecho a la alegría me di a la tarea de investigar lo que promueven con esta campaña y solicité la ayuda de un experto en el tema: Ulises Brambila, él es un jovén nutriólogo, que se convirtió en la primera persona del estado con esta formación en llevar la alimentación a niveles gubernamentales al hacer una maestría en políticas públicas con enfoque en gobierno local. Desde entonces ha trabajado como coordinador de comunicación y política pública del Observatorio del Derecho a la Alimentación ¿Qué comemos? del ITESO, actualmente se desarrolla como presidente de la Asociación Jalisciense de Nutriólogos y en esta ocasión estará compartiendo este espacio con nosotrxs.
Algo que llamó nuestra atención fue que en el primer punto del discurso de dicha iniciativa mostrado en su página oficial, engloba la salud, alimentación e ingresos en un mismo momento. Si bien, el derecho humano a la alimentación adecuada, tiene relación directa con el derecho a la salud, su vinculación es más compleja que solo conjuntarlos en una propuesta política.
Este discurso coincide con los plasmados en la agenda 2030 de los objetivos de desarrollo sostenible de las naciones unidas en sus primeros tres puntos: 1° fin de la pobreza, 2° hambre cero, 3° salud y bienestar, por lo tanto, no están impulsando nada nuevo, lo que sí intentaron hacer y parece alarmante, es plasmar en la agenda pública, que los problemas se resuelven estando alegre.
Dejaremos de lado las cuestiones generales de salud pública y economía familiar, no porque sean menos importantes, sino porque nuestra experiencia se centra en la alimentación. La forma en la que podemos explicar por qué su estrategia no solo se queda corta, sino que resulta demagogia, es a través del concepto de seguridad alimentaria y sus dimensiones: Disponibilidad, acceso y Estabilidad político-social.
Disponibilidad, hace referencia a la posibilidad de tener el alimento producido en nuestro estado para consumo humano, desgraciadamente en Jalisco, el gigante agroalimentario de México, se celebra que se explotan más de 290 609 hectáreas de tierra productiva en alimentos dedicados a la exportación, dejando sin estos a sus propios habitantes.
Acceso, se entiende como el hecho de contar con el sustento económico para tener los suficientes alimentos, en cantidad y calidad adecuada para tener una vida sana y digna, cosa que es imposible de lograr con los récords históricos de inflación a nivel nacional.
Estabilidad político-social, algo de lo que no podemos hablar de este movimiento, debido a que comete actos de lesa humanidad, olvidando a lxs desaparecidxs, permitiendo la contaminación de ríos y lagos, facilitando todo para la sobre explotación de las tierras hasta cambiar el panorama alimentario con agave, aguacate y frutos rojos, donde no es su lugar de origen. Todo lo anterior, nos deja claro lo lejos que se quedó el movimiento a la alegría desde su punto número uno, y lo maquiavélico que resulta pensar que de esa forma podremos ser felices.
No sé ustedes, pero a mí este tipo de estrategias políticas lejos de regalarme una bocanada de aire fresco, me oprimen el pecho. Me hacen sentir que todas las exigencias sociales, la escasez de agua, las muertes por hambre, las vidas que nos arrebatan serán invisibilizadas por unos muros naranjas que pregonan la felicidad de un pueblo descontento.
Nuestro derecho a comer adecuadamente, cada vez es abordado de una forma más diluida, y pese a los esfuerzos de las diferentes iniciativas que tienen como bandera la lucha por una alimentación justa, sana y digna no se han llegado a los acuerdos suficientes a través del diálogo para que nuestros líderes políticos abracen esta necesidad. Gran parte de ello es resultado del conflicto de interés que hay de por medio, parece que los billetes de la industria pueden más que la voz de las personas que trabajan sin descanso por nuestra alimentación.
Me encantaría notar en los discursos políticos que nuestras opiniones son tomadas en cuenta, pero en lugar de esto me encuentro con la réplica de una campaña publicitaria de uno de los más grandes enemigos de nuestra salud, ese que nos incita a destapar la felicidad.
Un estado que encabeza la lista de mayor número de personas desaparecidas no puede celebrar la alegría. En un estado donde más de una persona muere al día por hambre no se puede celebrar la alegría.