No soy la señora de las plantas, soy una mujer que cultiva alimentos

Parcela Digital

Por Flor López

Has escuchado la frase: “me he convertido en la señora de las plantas” son palabras que continuamente se repiten en personas de todos los géneros cuando deciden tener a su cuidado plantas de ornato, normalmente en ambientes urbanos. Me he preguntado si dicha afirmación es una disculpa, una justificación o una reafirmación de los roles de género que destina a las mujeres a las tareas de cuidado. ¿Por qué nadie dice “soy el señor de las plantas”? También quizás es más simple y dicha frase se usa como un homenaje al duro trabajo que representa ser mujer en el campo o en la periferia, sin tierra y queriendo trabajar en proyectos de agricultura alternativa que desafía el modelo convencional del uso de agroquímicos, quizás a pequeña escala y en temporalidades distintas: por las tardes después de cumplir con una jornada de trabajo en casa de más de 8 horas. 

Hace ya algunos años, afortunadamente para la vida en el planeta, los proyectos que apuestan por modelos de agriculturas alternativas han ido en incremento, tanto en las grandes ciudades como en pueblos y comunidades. Podemos ver personas de todas las edades, jóvenes, infancias, adultxs mayores, pero sobre todo mujeres. ¿Cuál es la importancia de su trabajo? ¿por qué se encuentran ahí? No es casualidad. 

Desde el ecofeminismo se ha reflexionado sobre el impacto diferenciado que tienen los efectos del cambio climático entre hombres y mujeres. Otro ejemplo es la agricultura industrial, que relegó a las mujeres aún más al trabajo del hogar. Ya no había cabida para una agricultura familiar, las máquinas vinieron a sustituir el trabajo con la coa, el herbicida el uso de azadón y las mujeres al fogón a preparar los alimentos envenenados que se producen en la parcela. Cuidando el jardín, como único territorio libre de agroquímicos, como una extensión de la cocina, único territorio heredado a las mujeres generación tras generación. 

Si lo reflexionas desde ahí, tiene sentido. Tiene sentido que si las mujeres, históricamente, participaron poco en el uso de los agroquímicos, pero pudieron ver de cerca el efecto que estos tenían en la salud de su familia, -cuando lavaban la ropa con una mezcla entre sudor y glifosato y preparaban los alimentos que cada vez nutrían menos a sus hijxs-, estuvieran interesadas en acercarse a producir alimentos, plantas medicinales y flores para el bienestar personal y de su familia.

Va más allá del gusto por las plantas,

 es el gusto por mantener la vida. 

Yo me imaginé una planta con mucho aroma, ninguna en específico, yo siento que el fin de imaginar es sentir ese compromiso hacia las plantas, pero nosotras como personas tenemos que tener ese compromiso y tenemos que estar más constantes porque es para nuestro beneficio, para nuestra salud de un futuro.

Fue un comentario que realizó Abigail, una mujer de la comunidad de Agua Caliente en una dinámica después de un día de trabajo en el huerto comunitario. Este proyecto nació más allá del gusto particular que cada una tuviera por las plantas o no, sino como una estrategia para afrontar una enfermedad que se encuentra en su comunidad, el daño renal, y que les ha empujado a buscar alternativas al uso de agroquímicos para producir alimentos saludables que les nutran a ellas y a sus familias. 

Así que quizás, la siguiente vez que uses la frase “soy la señora de las plantas” en lugar de reproducir el rol de género femenino de los cuidados, podrías decirlo en homenaje a esas mujeres que día a día cuidan sus plantas, producen alimentos mostrando un camino que, aunque lleno de obstáculos, también lleno de oportunidades para mantener la vida en el planeta. 

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