Enrique Pérez Mora, conocido como “El Tenebras”, fue un líder carismático y estratega de la Liga Comunista 23 de septiembre en Jalisco. Su vida estuvo marcada por la valentía, la pasión revolucionaria y la resistencia contra la opresión.
Conoce la vida de este ícono rebelde cuya influencia perdura hasta el día de hoy, a través de entrevistas con su familia, amistades y compañeros.
Texto y fotografías: Mario Marlo / @Mariomarlo
Son las dos de la tarde y el sol inunda el Panteón de San Andrés, una colonia con mucha historia de la ciudad de Guadalajara, Jalisco. Este lugar vio crecer, luchar y morir a hombres y mujeres que dejaron una profunda huella en la historia de los años 60 y 70 en México.
Entre cientos de tumbas, destaca una pintada de color morado que alberga un pequeño jardín de donde sobresale un árbol de guayabo. Unas cuerdas sostienen decenas de bordados con frases como “La verdad sigue secuestrada”, “nuestros muertos viven” y “No le temo a la represión del gobierno: le temo al silencio de mi pueblo”.
Es la tumba de Enrique Pérez Mora, conocido como “El Tenebras”, dirigente de la Liga Comunista 23 de septiembre en Jalisco (LC23deS), que se encuentra rodeada por amistades, familiares y sobrevivientes vikingos de la Guerra Sucia de las décadas de los 60 y 70.
Jorge y Lucha, hermanos de El Tenebras, colocan junto a la tumba una manta del Colectivo Memoria y Resistencia con los rostros de Alicia de los Ríos Merino, compañera de El Tenebras, y su madre, María Mora Gutiérrez.
“Hoy, 16 de junio, es un día significativo, el día en que El Tenebras nació y murió. Hoy se cumplen 47 años de su asesinato y 72 años desde su nacimiento”, cuenta Jorge mientras me invita a tomar un refresco y unos tacos al vapor. A un lado, seis vikingos se sientan sobre las lápidas vecinas a la tumba para brindar en honor a su compañero.
Entre risas, tacos al vapor, agua, refrescos, vino y cervezas recuerdan con orgullo a sus compañeros asesinados en los 70 y los diferentes eventos que vivieron durante su participación en la LC23deS.
Los Vikingos
A finales de los años 60, en la colonia San Andrés del Sector Libertad en Guadalajara, Jalisco, surgieron Los Vikingos, un grupo de jóvenes cuyo destino inicial carecía de objetivos políticos o sociales. Jamás imaginaron que su travesía los llevaría a una lucha armada guerrillera contra el Estado, una lucha que dejaría una huella imborrable en la vida estudiantil de la Universidad de Guadalajara (UdeG) y de México durante esta época.
Desde sus inicios en 1948, la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG), fundada por Raúl Padilla Gutiérrez, Carlos Ramírez Ladewing y los hermanos Guadalupe Zuno, se erigió como un ente de control dentro de la UdeG. Su propósito era sofocar cualquier intento de organización independiente, y aquellos pocos grupos que lograban cohesionarse al margen de la federación se encontraban destinados a enfrentamientos violentos.
El año 1968 fue un punto de inflexión importante para la FEG, ya que ejercía un poder excesivo sobre la Universidad de Guadalajara. Enfrentó con severidad el movimiento estudiantil de la ciudad, el cual buscaba establecer vínculos con los sectores de la capital. A pesar de la brutal represión experimentada el 2 de octubre, la UdeG se destacó por su falta de solidaridad con los estudiantes de la ahora Ciudad de México.
Así, la FEG se aferraba al poder, manteniendo un dominio absoluto dentro de la UdeG y obstruyendo cualquier intento de organización ajeno a su influencia. Su objetivo era controlar a los estudiantes opositores al sistema y extinguir cualquier conato de movimiento estudiantil que pudiera germinar en el estado de Jalisco.
En los años setenta, Los Vikingos decidieron sumergirse de lleno en la política de la ciudad y establecer el Frente Estudiantil Revolucionario (FER). Su objetivo era desafiar el dominio de la poderosa FEG, la cual en ese entonces estaba bajo el liderazgo de Enrique Alfaro Anguiano, padre del actual gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez. Más tarde, Alfaro Anguiano se convertiría en el rector general de la UdeG, precediendo a Raúl Padilla López, quien también fue presidente de la FEG en su momento.
Entre 1970 y 1973, se produjo un enfrentamiento entre estos dos grupos, lo que llevó a los miembros del FER a optar por el clandestinaje. El 15 de marzo de 1973, el FER se unió al proyecto nacional de la Liga Comunista 23 de septiembre con el fin de no sólo de luchar contra la FEG, sino de derrocar al gobierno de la República a través de métodos armados y así buscar el establecimiento de un gobierno socialista en México.
El dominio de la FEG llegó a su fin en 1991, cuando Raúl Padilla López asumió el cargo de rector y rompió con la federación. Surgió entonces un nuevo grupo, la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU).
Soy Vikingo
“Durante casi 50 años no hablé del tema, ni a mi familia, amigos o hijos. Hasta hace apenas unos años, comencé a retomar y hablar sobre esa época… Hace apenas unas semanas, decidí entregar mi archivo al proyecto de Archivos de la Resistencia”, cuenta Ricardo Velazco, un Vikingo, integrante de la FER y la LC23deS.
Motivado por el reciente movimiento “CUCSH no se mueve“, organizado por los estudiantes del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara (CUCSH), Ricardo ve a esta generación de estudiantes como un destello en la oscuridad de la movilización estudiantil en la UdeG.
“Fueron tres semanas las que tuvieron tomado el CUCSH. Desde los años 70, tenía mucho tiempo que no veía eso. Es como lo decíamos en nuestros tiempos: el estudiante es el germen social y el germen revolucionario”.
Por su parte, José Luis Lechuga recuerda claramente el tiempo que pasó con Enrique Pérez Mora, “El Tenebras”.
“Yo fui Vikingo, representante de mi barrio Santa Tere. Tenía apenas 15 años cuando ya era parte de la Liga 23 de Septiembre. La segunda vez que detuvieron a El Tenebras, yo estaba con él. De puro milagro pude huir. Fue la última vez que lo vi”.
Con orgullo, recuerda el barrio de Santa Tere de los años 70. “No era nada de lo que es hoy. En Santa Tere, éramos muchos quienes pertenecíamos a la Liga. En una ocasión, en la madrugada, me dediqué a pegar propaganda en todas las calles. Las cosas ya estaban complicadas en ese momento. Una vecina me vio y me dijo: ‘Ah, eres tú el que anda haciendo eso’. Fue cuando ya me tenían bien localizado y tuve que irme a la clandestinidad”.
Para José de Jesús Morales, conocido como “El Momia”, “todos los Vikingos tenían las mismas características: ser de familias de clase humilde, honestas, trabajadoras, con valores. Esto generó entre ellos fuertes lazos de amistad, solidaridad e incluso hermandad, pero también nos hacíamos respetar… casi siempre era a golpes”.
En su libro “Vikingos, Frente Estudiantil Revolucionario y Liga Comunista 23 de Septiembre. Su Origen y Desarrollo”, José de Jesús Morales relata la experiencia vivida por un numeroso grupo de Vikingos que fueron invitados a participar en una manifestación en apoyo al pueblo de Vietnam durante su guerra contra los Estados Unidos.
La manifestación tuvo lugar en el puente que cruza las calles de Javier Mina y Calzada Independencia, convocada por la Universidad de Guadalajara y el Partido Comunista. Los Vikingos, autodenominados la “Confederación de los Barrios Vikingos”, se unieron a ellos formando una multitud que ocupaba varias cuadras de la amplia avenida. Entre la multitud, desde uno de los balcones, se encontraba Carlos Ramírez Ladewig, el jefe máximo de la Universidad de Guadalajara.
Al finalizar el evento y mientras se retiraban por la calle de Javier Mina, el grupo entonaba con fuerza y convicción su Himno Vikingo: “Somos vikingos y somos bien jeringos, muera la FEG y viva San Andrés”. En medio de esa demostración de energía y espíritu de unidad, su presencia peculiar dejó una huella imborrable en aquel día de la manifestación.
El Tenebras
El periodista Mario Ávila cuenta en uno de sus textos que Enrique Pérez Mora poseía una habilidad innata para idear planes sorprendentes y estrategias inesperadas. El apodo “Tenebras” se arraigó en su identidad desde su adolescencia.
“Ser tenebroso era parte de su personalidad, su estilo irónico, mordaz y cáustico. El apodo Tenebras se originó de su afán por ser un estratega, algo que lo acompañó desde la adolescencia en el barrio de San Andrés. Siempre elucubrando algo para hacer, buscando la acción inesperada y la estrategia insospechada. Traigo una tenebra, decía, y el Tenebras se le quedó para siempre.”
Para Jorge Perez Mora, su hermano, 10 años menor que El Tene, como le decía cariñosamente, era el alma de la familia, con una complicidad total con su madre, María Mora, conocida como “Doña Mary”.
“El Tene era el alma de la familia, hablábamos mucho de todo y de nada. Sus consejos los tomaba como verdades indiscutibles, con su carácter sereno y sin una pizca de autoridad. Con la naturalidad y despreocupación de la vida, nunca era exagerado, siempre mostraba calma ante cualquier peligro o situación, minimizándolos y hasta encontrándoles un toque de alegría.”
A Jorge, el cuarto de su hermano le parecía alucinante, tapizado con posters de Fidel Castro, el Che Guevara, Lenin, Max y hasta luchadores enmascarados.
“Veíamos las luchas juntos. Recuerdo que presencié su transición a Vikingo por unas hebillas que usaba la pandilla con la cara de un vikingo como símbolo de defensa. Luego llegaron los botones con el rostro de Benito Juárez, por las Juventudes Juaristas. También recuerdo la época del FER por la propaganda que cargaba en contra del FEG. Siento que fui como una sombra testigo del movimiento.”
Debido a la represión por parte de la DFS y el FEG, la familia Pérez Mora tuvo que salir de San Andrés para irse a vivir a Oblatos, lugar que sirvió como refugio para muchos integrantes de la Liga 23 de septiembre que huían de la persecución policiaca.
“Fue entonces cuando cae por primera vez al penal de Oblatos. Yo lo visitaba cada sábado. Al salir del penal de Oblatos, nuestro padre ya había fallecido, y ya militando en la LC23deS, un día, con la anuencia de mi madre, nos salimos del hogar que ya no era seguro y lo acompañamos a vivir en la clandestinidad”.
A sus escasos 10 años, Jorge aún no comprendía completamente todo lo que se hablaba del movimiento y de su hermano en los medios de esa época.
“Leía el periódico y lo miraba a él, y no me imaginaba que lo que leía se trataba de ‘El Tene’ que tenía frente a mí. Cuando acudía a él con algún problema de adolescente, siempre me escuchaba y me convencía de que no era tan grave como a mí me parecía. Nunca presumió de andar armado y no hablaba de la Organización frente a la familia, solo lo compartía con mi madre. Si teníamos que hacer algún mandado para la organización, como propaganda, algunas veces teníamos que salir a alguna cita clandestina o a verificar si había retenes en las carreteras o terminales de autobuses.”
El 16 de junio de 1976, Enrique Guillermo Pérez Mora, conocido como “El Tenebras”, fue asesinado por elementos de la Dirección Federal de Seguridad (DFS). Ese día cumplía 25 años.
Acompañado de otros tres integrantes de la LC23deS, “El Tenebras” llegó en un vochito a la casa de seguridad de la Liga en la calle Amapola, colonia Margarita, Culiacán, Sinaloa, donde elementos de la DFS lo esperaban.
Cuentan los testigos que, a pesar de que los judiciales dispararon varias veces a Enrique, moribundo, reconoció a Maximiliano Toledo “El Max”, uno de los tres federales que habían golpeado a su mamá y abusado de su esposa.
“El Tenebras se abalanzó sobre “El Max”, lo abrazó y antes de morir sacó la pistola y le disparó en la cabeza. Murió vengando a su mamá y a su mujer”.
Excelente información