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Un estudio realizado por la organización World Vision reveló que en el campo sinaloense los adolescentes pasan a ser adultos obligados por la pobreza y la marginación
Texto: Marcos Vizcarra / Revista Espejo
Foto: Especial
En los campos de Sinaloa hay todo, menos condiciones para que puedan convivir las y los jóvenes. No hay parques, menos plazas y los salones de clases están lejanos. Esos espacios lo acaparan los trabajos lícitos e ilícitos.
“La visión de los jóvenes en primer lugar no es alentadora. Su visión es: yo tengo dos opciones, una de ella es seguir siendo jornalero agrícola o la otra es dedicarme a una actividad ilícita. Así nos lo dicen”, aseguró Óscar Catillo, director de Campos de Esperanza, de la organización World Vision.
Castillo afirmó eso basado en un estudio de orden cualitativo antes de comenzar a trabajar proyectos en conjunto con el Departamento del Trabajo de Estados Unidos, cuyo propósito es el de mejorar las condiciones de vida de quienes trabajan en el campo mexicano.
Por ejemplo, una de las opciones que ofrece World Vision es “Emprender para la vida”, un esquema que busca ser propositivo para la vida, con el que se desafíen. Aunque el emprender no es para todas las personas que trabajan en el campo, de ahí que se necesite la colaboración con instituciones privadas y gubernamentales.
Las y los jóvenes tienen diferente punto de vista, dijo Castillo. No pueden decir la joven o el joven, sino que hay juventudes dependiendo de sus contextos. Para entender esas perspectivas se hizo un análisis cualitativo sobre qué es lo que los jóvenes visualizan y cuáles son los desafíos que enfrentan.
El hallazgo principal fue un panorama desolador.
“El principal hallazgo que nos hizo sorprendernos es que los jóvenes nos dijeran que se sienten discriminados en sus comunidades. Que se sienten discriminados porque no son tomados en cuenta, porque no los escuchan, porque ni siquiera sus padres o madres les preguntan qué quieren hacer y mucho menos las autoridades”, aseguró Castillo.
Para la organización, las expresiones de jóvenes que viven y trabajan en campos agrícolas reflejan que existe una serie de cambios bruscos en sus vidas, que los llevan de la adolescencia a la adultez sin pasar por su juventud de una manera más debida.
“Nos decían: ‘no sabemos realmente cómo ser jóvenes’. No existen esos espacios para ser jóvenes. Por ejemplo, si hay embarazos jóvenes, entonces tienen que asumir sus responsabilidades de personas adultas. Los jóvenes pasan a ser adultos y tienen que asumir responsabilidades cada vez a una edad más temprana“, dijo Castillo.
De acuerdo con el último reporte del INEGI hay alrededor de 3.3 millones de niñas y niños involucrados en algún trabajo, lo cual representa el 11.5 por ciento de la población de entre 5 y 17 años.
En ese mismo reporte se estableció que Sinaloa se encuentra debajo de la media nacional en las tasas de ocupación en niñas, niños y adolescentes, pero los datos aún muestran únicamente
World Vision inició trabajos en Oaxaca, Veracruz, Chihuahua, Sinaloa, Sonora, Baja California, Baja California Sur y Jalisco, por ser los estados más expulsores y receptores de personas trabajadoras agrícolas.
Con la iniciativa Campos de Esperanza se comenzó a trabajar proyectos, tanto individuales como colectivos. Esos trabajos involucran a empresas agrícolas y gobiernos en diferentes momentos.
Por ahora en Sinaloa se ha trabajado con el sector privado, donde aún existe resistencia.
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Esta nota fue publicada originalmente en REVISTA ESPEJO, que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes ver la publicación original.