El 12 de junio se celebró el Día Internacional contra el Trabajo Infantil, en el mundo, uno de cada 10 niñas y niños se encuentra en situación de trabajo infantil, esto según estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). En México, esta cifra alcanza los 3,3 millones de niñas y niños, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil de 2019.
La Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) considera que se debe tener una valoración critica del trabajo infantil, donde intentemos generar una mirada que problematice más allá de la prohibición.
Por Alondra Angel Rodriguez / @AlondraAngelRo
Aunque en México ya se habían realizado progresos en la prevención de trabajo infantil, la pandemia por COVID-19 generó mayor pobreza en las familias, lo que obligó a que millones de niñas, niños y adolescentes tuvieran que buscar un trabajo, lo que compromete el desarrollo de las infancias y adolescencias, ya que el trabajar compromete su asistencia a la escuela y, en el peor de los casos, el abandono de sus estudios.
Pedro Américo Furtado, director de la Oficina País de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para México y Cuba señala que:
“debemos estar conscientes de que tolerar el trabajo infantil no termina con la pobreza y la exclusión; por el contrario, aumenta las probabilidades de que las y los niños que se encuentran en esta situación no consigan ingresos decentes y un empleo estable cuando sean adultos”.
Por su parte, Tania Ramírez, coordinadora general de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) expresa que es muy sencillo que se diga que el trabajo infantil se debe abolir, pero:
“la realidad en México y nuestros países es que eso no es posible, pues no se puede tener una mirada abolicionista del trabajo infantil, pero sí una mirada critica sobre la forma en la que las empresas y el capital, en general, hace que las desigualdades se profundicen”.
La especialista, además, agrega que lo anterior coloca a niñas, niños, adolescentes, sus familias y autoridades ante un dilema, ya que está prohibido trabajar, pero al mismo tiempo si la familia necesita sobrevivir: “¿Cómo te adhieres a algo que es visto como digno, pero pensando que está prohibido?”.
Ante esta problemática no se debe simplificar la discusión del trabajo infantil, pues se debe escuchar a las infancias y adolescencias trabajadoras, esto dejando de lado la mirada adultocentrista e intentando mantener posturas sostenibles criticas de cómo lo es que el enriquecimiento de unos genera la pobreza de otros: “como son esas comunidades, pueblos y familias que al verse más pauperizados tienen que recurrir a la activación de toda la familia”, expresa Tania.
Un aspecto muy importante de esta problemática es que no se debe de negar el rol social que tiene el trabajo en determinadas comunidades, ya que la generación de determinados productos, artículos y artesanías -en determinados pueblos y comunidades indígenas- forma parte de una identidad colectiva e individual; por lo tanto, a la par de estos trabajos se debe estar en la escuela, así como en los espacios para el descanso que permitan el pleno desarrollo de niñas, niños y adolescentes.
“Siempre y cuando se pueda sostener el nivel de vida digna para niñas y niños, realizar actividades en el marco de los trabajos familiares y comunitarios no tendría que ser perseguido”, puntualiza Tania Ramírez.
El problema está cuando la autoridad no tiene una mirada crítica e informada sobre estas problemáticas y no actúa en pro de las infancias ni de las personas, por lo que se debe cuidar que no haya una criminalidad de la pobreza.
Primero terminemos con la pobreza
Para la integrante de REDIM si se quiere abolir el trabajo infantil con seriedad, primero se debe abolir primero la pobreza y la pobreza extrema que viven miles de niñas y niños en el país:
“si se quiere tener verdaderamente una acción de erradicación del trabajo infantil hay que erradicar las condiciones que la generan, tener un compromiso con un lado de la moneda es inconsistente”.
Al escuchar a niñas y niños se puede saber cómo es que éstos se sienten al respecto; por ello, la REDIM ha llevado a cabo distintas actividades intentando promover un cambio cultural con el cual se pueda reconocer esta problemática de una forma más amplia, profunda, realista y que se puedan escuchar sus voces.
Como resultado se ha podido determinar que hay un sentido de aprendizaje y realización para ellas y ellos en esos trabajos, además se puede saber qué les gusta de esa actividad y cuál es su propósito al realizarla: “De lo que se trata es abolir la explotación, pero casi para que todas las personas y cuidar que cuando haya niñez trabajadora que sea en condiciones que no se les ponga en riesgo”, comenta Tania.
Para REDIM es cierto que el trabajo infantil está prohibido por ley y, en un buen sentido, tiene un propósito el que así sea, pero el problema es que si no se observa a detalle la realidad de todo esto se pueden tomar acciones publicas incorrectas.
Las políticas van bien encaminadas en que niñas y niños se desarrollen en la escuela, y en ámbitos más adecuados y pertinentes para su desarrollo. Sin embargo, se debe de reconocer que hay ocasiones donde los trabajos familiares, vinculados a la enseñanza de un oficio y/o habilidades pueden representar espacios de protección y no debe implicar la criminalización de sus entornos de vida.
Es necesario escuchar sus voces para generar acciones no únicamente prohibitivas, sino observar cuál es la responsabilidad en las economías y estados de que hoy por hoy familias siguen empobreciéndose.
Tania Ramírez, además, expresa que es importante colocar a las autoridades en espacios de escucha para que las voces de infancias y adolescencias sean atendidas y, así, aprender a ver esa realidad que no se está viendo cuando se diseña la política pública, solamente desde el escritorio.
El hacerlo puede beneficiar a la garantía de los derechos de la participación de las infancias, lo que les da el poder vivir la participación sobre los asuntos que les son representativos, esto mediante ejercicios de escucha que se hagan no sólo para cumplir un estándar, sino con un genuino interés y apertura.
La especialista considera que las infancias y adolescencias tienen una sabiduría innata y que las niñez y adolescencia trabajadoras aún más, pues aprenden en el sentido de responsabilidad, la lectura crítica de la realidad y aprenden a observar cosas que otros niños que no están en esa circunstancia no lo hacen; por ello, hay que escucharles con la voluntad de aprender de ellas y ellos.
Una apuesta importante es el incorporar a infancias y adolescencias no trabajadoras en la conversación, además de un acercamiento de todas las partes de la sociedad, tener entendimiento de esta problemática y crear una cadena de pensamiento. Esto incluye denunciar y boicotear situaciones en las cuales identificamos explotación infantil y que no se esté trabajando dentro de condiciones éticas hacia con las infancias.
Tania Ramírez comparte que, a raíz de la pandemia por COVID-19, se desarrollaron proyectos que combaten la explotación y el trabajo infantil; por ejemplo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a través de su Oficina País para México y Cuba, emprendió el proyecto “AccioNNAr. Combatir el trabajo infantil y el trabajo forzoso”, el cual se implementa a nivel federal en Chiapas, Quintana Roo y Yucatán.
Se trata de una iniciativa que cuenta con la colaboración de autoridades federales, estatales y municipales, organizaciones de empleadores y de personas trabajadoras, así como con la contribución del Departamento de Trabajo de los Estados Unidos.
Tiene tres objetivos principales: generar un mayor uso de datos para el desarrollo de leyes, políticas y programas para prevenir y combatir el trabajo infantil, el trabajo forzoso y la trata de personas en México; incrementar el desarrollo e implementación de leyes, políticas y programas en la materia; y mejorar la cooperación regional para prevenir y eliminar estos fenómenos en el contexto migratorio en la frontera sur de México.
“Niñas y niños han trabajado desde que el mundo es mundo no es problemático ahora porque se impuso una prohibición por ley que no estaba acompañada de un cambio en las condiciones materiales de vida de la gente y ese es el desafío que nos hace estar viendo este asunto como algo nuevo”, concluye Tania Ramírez.