DOXA
Por Leidy Carolina Bermúdez Quiroga / @Lbermuq
Portada diseño gráfico realizado por María Camila Garzón Duque.
Hablemos sobre el Racismo Ambiental, podemos afirmar que no es algo nuevo. Este concepto surgió durante la década de 1950-1960, nació desde los movimientos de las poblaciones afrodescendientes de Estados Unidos, cuando descubrieron que la mayoría de los desechos de residuos tóxicos del condado de Warren en Carolina del Norte, tenían en común que todos estaban localizados en barrios habitados por afrodescendientes. Por lo que este concepto tiene desde entonces, una clara función de justicia social. Se usa para describir una realidad muy común de minorías que habitan territorios que se convierten en zonas de sacrificio para verter las negatividades del capitalismo (los desechos).
Estamos en presencia de racismo ambiental una vez que personas racializadas (es decir, quienes ya sufren las consecuencias del racismo y de la discriminación, como, por ejemplo, las comunidades afrodescendientes o pueblos originarios), además son sometidas a peligros ambientales que ponen en riesgo sus historias de vida, y sus tradiciones. Estas poblaciones son obligadas a vivir cerca de cúmulos de desechos, lo que hace que estén mucho más expuestas a contaminantes nocivos para la salud de sus integrantes, que las comunidades blancas, es decir, que sean más impactadas (a un ritmo más acelerado) por las consecuencias de la contaminación y del cambio climático. Podemos decir entonces que el racismo ambiental es la manifestación de racismo estructural, solo que aplicado a la relación con el medioambiente.
Para explicarlo mejor, empecemos por esta definición (tristemente concretada en nuestros contextos latinoamericanos): el racismo ambiental sucede cuando los gobiernos, instituciones y empresas tiene políticas y prácticas que sistemáticamente ponen a diferentes comunidades vulnerables y racializadas en un riesgo ambiental. Por ejemplo, no garantizar servicios básicos como el agua, invadir sus territorios o no permitirles hacer parte en la toma de decisiones ni sociales ni ambientales.
Si analizamos su devenir y genealogía, podemos ver claramente, como el racismo ambiental es una prolongación de las desigualdades históricas, resultado de la trata transatlántica de personas esclavizadas y de la ocupación de territorios ancestrales de personas no blancas. Prácticas de la desigualdad social que hoy toman formas como expansión de monocultivos, agroindustrias, tala y deforestación en territorios de indígenas y afrodescendientes. Se manifiesta también mediante el uso de pesticidas y fertilizantes tóxicos que afectan la salud y entornos socioambientales de las familias de estas comunidades. Asistimos a estas prácticas discriminatorias al observar las concesiones mineras que tienen lugar en territorios sagrados, toman lugar también en la gestión, aprovechamiento y contaminación de sistemas hídricos, así como en la exposición a materiales tóxicos. Si pensamos en estos eventos, no es difícil darnos cuenta de que el mismo racismo estructural hace que normalicemos las injusticias climáticas; como la falta de acceso de agua potable, la contaminación, el desplazamiento o la inseguridad alimentaria, entre las más frecuentes.
Durante el verano de 2022, presencie, examine y documente un claro ejemplo de discriminación a partir de la investigación titulada “transformaciones socioculturales a partir de agentes contaminantes en una comunidad afropacífica” de esta, una de las reflexiones que queda es que la intención los estudios sobre desigualdad social no han dado suficiente importancia al tema medioambiental y los impactos tóxicos de estos contaminantes, pues son parte de la realidad cotidiana y normalizada de estas comunidades racializadas. Cabe aclarar, por supuesto, que estos no son casos excepcionales o accidentes; sino que se trata de una violencia corrosiva, que cotidianamente es ejercida por muchos megaproyectos desarrollistas, y por políticas que desestiman a las comunidades que viven en niveles de contaminación extremas. El cúmulo de estas injusticas ha generado un sufrimiento ambiental que lleva a una resignación y naturalización de la problemática.
Lo que nos deja al final como reto a los investigadores es poder entrelazar saberes con las comunidades, entender las problemáticas sociales, políticas y por supuesto estructurales, en lugar de centrarnos en los desechos y la basura como principales objetos de estudio. Lo que propongo entonces es analizar sistemas más amplios de la problemática desde las investigaciones que se realizan sobre desechos. La invitación a quienes producen ciencia, y, en general, a quienes lleguen estas líneas (habitantes todos de este mundo), es a explorar cómo se valoran, y cómo se devalúan algunos materiales, practicas, regiones y PERSONAS expuestas a la basura, esa que puede volver dominantes o desechables a muchas comunidades.
Muchas personas viven en el racismo ambiental y ni siquiera lo saben. Hasta la fecha no existe evidencia precisa de políticas que impidan estos sucesos o de quienes en algún otro modo se estén haciendo cargo de estas injusticias. Entonces: ¿qué podemos hacer para tener una lucha real contra el racismo ambiental?
El primer paso es comunicar, hablar, debatir y cuestionarnos. Un segundo paso sería el activismo por medio de protestas, para fomentar la creación de políticas públicas que eviten estos sucesos, (ya que es evidente que faltan políticas que consideren a estas prácticas como CRIMENES). Como último paso, es indispensable obligar a los organismos públicos a que reparen y compensen los daños provocados a las comunidades, y en consecuencia fomentar la realización de investigaciones acordes a la problemática. En particular, es importante abordar una cuestión que surge cuando consideramos las poblaciones marginadas del mundo y el consumismo capitalista: ¿qué haremos con la basura si estas comunidades llegan a extinguirse por la negligencia? ¿A dónde sacaremos la basura?
Bermúdez leidy, 2023. Transformaciones socioculturales apartir de agentes contamiantes en una comunidad afropacifica de Bahia Malaga, Colombia. Mexico.
Desigualdad que aumenta, triste realidad hacia los más vulnerables , deterioro creciente de este bello planeta.
Una reflexión necesaria, para hacer del mundo un lugar mejor.