Manos Libres
Por Francisco Macías Medina / @pacommedina
Carlos David e Itzel, Arturo, Benjamín, Jesús Alfredo, Jorge y Mayra Karina fueron desaparecidos sin explicación alguna. Surgen interrogantes que buscan encontrarle sentido a una dinámica que desde hace años no la tiene, que irrumpe sin que exista algo que la evite, pareciera que la naturalizamos.
Para sus familiares no existe la palabra resignación sino la exigencia de una justicia pronta: una que localice, que no se conforma, acompañe y explique las razones de la inhumanidad.
Se trata de una señal de emergencia que debemos de atender con prontitud porque desvela la confirmación de un contexto de facilidad para la operación de grupos delictivos sin que exista un mecanismo por parte de las autoridades para prevenir las desapariciones.
Las actividades disfrazadas de emprendimientos para aprovechar el supuesto auge económico de la entidad deben hacernos reflexionar en la necesidad de generar controles sobre las mismas, por su predisposición a una necesidad de acumulación de riqueza mediante mecanismos financieros carentes de control. Los fraudes recientes de corporativos y la existencia de los llamados centros de llamadas para ofrecer “servicios”, nos hablan de un mercado ilícito que crece, es atractivo y atrae dinámicas de riesgo. Es urgente la colaboración de los empresarios para crear un ambiente de integridad en los negocios, ellos también tienen mucho que hacer para evitar las desapariciones de personas.
Si centramos nuestra atención en los jóvenes desaparecidos, nos daremos cuenta de que la actividad que desarrollaban -venta de servicios y gestión de deuda de personas extranjeras-, es una a la que se encuentran obligados a tomar ante la precarización del empleo que seguramente desean. Basta con observar las imágenes de las instalaciones en donde realizaban las actividades para darnos cuenta de lo limitado del espacio de trabajo, eso sí, las ubicaciones coinciden de nuevo con nombres de colonias pertenecientes a burbujas inmobiliarias que rayan en la especulación, pero que ofrecen un falso estatus de marketing.
Se trata de espacios que por el número de empleados y lo gris de sus emprendedores, requieren regulación y supervisión, porque con facilidad pueden convertirse como ya ha ocurrido, en centros de extorsión y de lo ilícito, con un claro aprovechamiento de los sueños de personas jóvenes que asumen el riesgo.
La Fiscalía del Estado y en concreto la que se encarga de la investigación de las desapariciones de personas, tiene mucho que explicar, por la falta de creación de un sistema proventivo (si, el que va a las causas y no cuando ya ocurren los hechos) y no sólo reactivo, por su reiterado desprecio a atender con respeto a las familias de los desaparecidos a las que les niega la información, cuando en realidad sus “diligencias” se realizan gracias a la información de ellas, además por dejar de atender el contexto en el que se realizan las desapariciones de personas, tal pareciera que en el caso existe más interés en acomodar los resultados en una línea de tiempo de una estrategia de comunicación que en encontrar con vida a las y los jóvenes.
En las últimas declaraciones del Fiscal de Jalisco, por cierto, ausente de todo debate público y de la rendición de cuentas, se advierte el deseo de nueva cuenta de utilizar la criminalización hacia algunas de las víctimas, como una forma limitada y desesperada de restar presión ante la falta de un trabajo diligente y de atención a las necesidades de las familias de los jóvenes.
Es buen momento para recordar que aún en ese supuesto prefabricado, la fiscalía tiene mucho que explicar por no investigar acciones de contextos pasados que pudieran haber evitado el dolor que ahora se padece.
El llamado es a la solidaridad con las familias de Carlos David e Itzel, Arturo, Benjamín, Jesús Alfredo, Jorge y Mayra Karina para que la autoridad los encuentre con vida y proporcione información, clara y responsable sobre lo ocurrido, además de atender sus necesidades.