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Se ganó una batalla, pero la lucha por el respeto hacia las mujeres en la UAM apenas continúa. Los estudiantes volvieron a las aulas después de dos meses de un paro convocado para frenar la violencia machista que se vive dentro de la universidad
Texto y fotos: Isabel Briseño / Pie de Página
El pesero de la ruta 23 se detiene de nuevo frente a las rejas rojas de la entrada de la UAM. Las amigas se abrazan y las parejas se besan a la salida. La universidad vuelve a tener vida.
Aunque muchos de los estudiantes lamentaron la pérdida de clases, la mayoría reconoce que el movimiento iniciado por sus compañeras era necesario.
El pasado 10 de marzo, un nutrido grupo de alumnas se puso en pie y tomó las instalaciones del campus Cuajimalpa. El motivo que las convocó era la resolución que las autoridades de la institución emitieron ante una denuncia de violación.
A este movimiento se sumaron otras unidades de la UAM, pues la violencia de género es un problema que se vive en todas ellas. Las alumnas de todos los campus convocaron a paro indefinido.
El paro llegó a su fin después de poco más de sesenta días. No sin antes obligar a las autoridades universitarias a entablar mesas de negociación con las alumnas. Las mesas concluyeron el 17 de mayo, y con ello, se hizo la entrega de todos los planteles.
En un comunicado, el doctor José Antonio De los Reyes Heredia, rector general de la UAM, celebró los avances logrados en estos espacios de reflexión. También aplaudió el regreso a las actividades presenciales, e hizo un llamado para mantener los canales de comunicación abiertos y dar seguimiento puntual a los acuerdos asumidos.
La Universidad Autónoma Metropolitana ahora tiene que cumplir con el compromiso de realizar cambios estructurales en su interior. Parte de los acuerdos establece el compromiso de reformar la legislación interna, crear un protocolo único de género y erradicar por completo la violencia machista de los campus.
“Un paro de mujeres, por mujeres, para mujeres: un precedente para el futuro”
Daniela estudia sociología, y Claudia diseño gráfico. Ambas asisten al campus Azcapotzalco.
Daniela cuenta que estuvo muy activa y solidaria durante el paro. Para ella, esta lucha marcó un precedente en las universidades a nivel nacional, pues nunca antes se había visto un paro de mujeres, por mujeres, para mujeres, para garantizar su seguridad.
Por el contrario, Claudia dice no haber estado muy pendiente de las mesas de diálogo por cuestiones laborales y por avanzar en su proyecto final.
“Sí me interesa que no haya violencia dentro de la universidad, pero no me llamaron la atención las mesas. Me alegro que se llegó a un acuerdo en donde lo que importa es que las mujeres salgan beneficiadas”.
Uno de los principales cambios que busca la comunidad de la UAM es que se ponga atención a las demandas para que exista un proceso adecuado y logren la justicia.
Daniela dice sí haber estado al pendiente de las negociaciones. Incluso, cuenta, cooperó con víveres y montó guardia durante la toma de las instalaciones.
La joven estudiante de sociología lamentablemente vivió en carne propia el acoso de un profesor mientras ella realizaba su servicio social:
“Es cierto, no les hacen nada a los profesores. En mi caso no pasó nada. Si no se hizo nada en mi caso, espero que esto sirva para que con las que vienen sea diferente”.
Claudia es sincera, a ella sí le dolió un poco que se realizara el paro porque estaba a punto de salir de la universidad y eso la retraso. En retrospectiva, señala que también era necesaria esa pausa para poner un alto a las violencias.
Araceli y Leslie son amigas y compañeras de carrera. Ambas estudian ingeniería ambiental. Las dos piensan que el cambio no será inmediato, pero que la comunidad estudiantil debe estar pendiente de que los acuerdos aceptados por las autoridades se lleven a cabo.
Cuajimalpa, la lucha apenas comienza.
Lilian estudia el onceavo trimestre de biología molecular en la unidad Cuajimalpa. Para ella, la lucha apenas comienza.
“Con el paro en todos los planteles se le quita el velo al problema que no se quería mostrar. Pero no es magia, y las violencias no quedan solucionadas, sólo se visibilizan”.
Las autoridades dijeron a todo que sí, para que se levantara el paro. “Estábamos bajo un reglamento de los años setenta y se necesita tener a gente más capacitada en la unidad de género. Es una lucha que va comenzando pero esto sirve para que se comience a tomar conciencia.
En la licenciatura de Lilian, sus compañeros y amigos de alrededor se mostraron siempre a favor del movimiento y fueron de los más activos, no conoció a nadie que estuviera en contra del movimiento que, señala, era necesario “No queríamos abandonar las clase pero fue un sacrificio que había que hacer.”
La futura bióloga considera que la reforma de los reglamentos y tener capacitación al personal de la unidad de género, son dos medidas relevantes para que no se den más resoluciones misóginas y re victimizantes.
“Las autoridades hicieron todo para que el paro se levantara, eso buscaban; viene la tarea de vigilar que los acuerdos se cumplan”.
La unión que hubo entre la comunidad de Cuajimalpa y aprender a reconocer la violencia que ejercen autoridades o profesores de la institución, son dos de las grandes enseñanzas que ganó Lilian.
“Comentar los casos que vivieron las compañeras y las experiencias, nos hizo darnos cuenta que normalizamos muchas conductas, tenemos que estar más alerta de las otras violencias que ya tenemos muy normalizadas”.
Lilian se refiere a la forma en cómo les hablan los profesores, las burlas e incluso las reglas retrógradas que pretenden imponerles. Tal es el caso de un profesor que durante las clases virtuales, les impuso como regla a las mujeres, no usar escotes o ropa reveladora porque según el profesor, distraía.
En la entrada quedan algunos carteles con las cuentas de redes sociales en donde pueden realizar denuncias quienes sean violentadas, porque saben, el paro es un paso en la batalla de las mujeres que luchan contra el acoso dentro de las universidades.