#AlianzaDeMedios
Por Janneth Aldecoa y Marcos Vizcarra/Hasta Encontrarles
Aquí va Chayito, hace una semana le dio un derrame en su pierna izquierda, pero no quiso faltar. Se arremanga el pantalón y enseña la pantorrilla, apunta a las várices y la tibia. Se le ve carcomido el músculo y dice: “aquí tenía morado de la sangre”.
Y va rengueando y quejándose del dolor, aunque la ves subiendo escaleras y acomodando las fotografías de su hijo Isauro Urías Araujo, su muchacho que se lo desaparecieron hace tres años exactamente.
“¿Cómo no voy a venir si no hay quién me lo devuelva?”, dice la mujer a la que sus compañeras, un grupo de más de 50 mujeres que forman parte del colectivo Sabuesos Guerreras, le llevaron una silla de ruedas para cruzar el Centro de Culiacán hasta llegar a la Fiscalía General como protesta. Esta es una agrupación que se fundó en 2017 para buscar a personas desaparecidas en Sinaloa. Ese año podía contarse unas 3 mil, ahora son casi 7 mil víctimas en esa misma situación.
Y cada compañera va y la abraza, la apapacha mientras otras al frente cuelgan lazos entre los postes de luz de la Catedral para colgar bordados que hicieron con la artista y activista Inés Arce, una bordadora de protestas.
Ahí se acerca también Esperancita Quiñónez, una mujer de 60 años que hace menos de un mes estaba postrada en su cama, paralizada por la artritis que se le ha empeorado desde el 22 de febrero de 2019, cuando le desaparecieron a Sergio Javier Cándido Ojeda Quiñónez, su hijo.
-¿No quiere que consigamos otra silla?, le pregunta una de las compañeras.
“No, yo ya puedo caminar”, responde
-¿Y si le da el dolor?
“Pues ahí me cargan”
Se echaron a reír, pero aunque el tono es en broma, la realidad lo supera. Se ponen de acuerdo quién tendría que echar mano y lomo para llevarla hasta la Fiscalía.
De estas 50 mujeres, no hay una sola que no tenga un pesar médico. Para algunas es la presión, en otras es algo crónico. Y aquí están, como inmunes al calor y los achaques que se les han venido encima después de la desaparición de sus hijos.
Son enfermedades que les salieron con la ansiedad, el estrés y la depresión por no poder encontrar a sus hijos.
MARCHAN EN EL DÍA DE LAS MADRES, PREGUNTAN DÓNDE ESTÁN SUS HIJOS
Este Día de las Madres había quietud en el centro de Culiacán. Las actividades escolares se suspendieron en conmemoración a esta festividad, por lo que, el tráfico relajado y los comercios con poca afluencia, eran muestra de festejo y reuniones familiares en la mayoría de los hogares. De pronto, un grito desesperado.
“¿Dónde están nuestros hijos?”.
Este 10 de mayo, los colectivos Sabuesos Guerreras y Madres Buscadoras salieron a las calles portando imágenes de sus hijos, hijas, esposos, hermanos y hermanas para recordar que estos aún no regresan a casa y seguirán buscándolos, hasta encontrarlos.
Se trata de medio siglo de búsqueda. Una tragedia humanitaria que las tiene viviendo en campos de exterminio, fosas clandestinas y panteones municipales. Buscan sin descanso.
“No es un año más, es otro de buscar, andar, vivir la tragedia de las desapariciones en México, que inició con más de mil desapariciones en los años setenta y que hoy se convierte en una tragedia humanitaria que parece no tener fin, pues las desapariciones se siguen cometiendo día a día. Este es un Estado fallido”, dice María Isabel Cruz Bernal, fundadora de este colectivo llamado Sabuesos Guerreras.
Partieron desde Catedral, un tempo ubicado en el corazón de la capital sinaloense. Caminaron desde la avenida Álvaro Obregón hacia la calle Ángel Flores, pasaron por el Mercado Garmendia y luego tomaron la calle Vicente Riva Palacio. Subieron el puente de la Avenida Teófilo Noris y no pararon hasta llegar a la Fiscalía General del Estado.
El calor era abrasador, aunque nada comparado con las altas temperaturas que enfrentan en los predios en los que buscan restos humanos al menos dos veces por semana.
Ahí en la Fiscalía las madres se apostaron sobre un enorme plástico rojo, tejido por ellas mismas, y que representa la sangre y la violencia en Sinaloa. Recostadas sobre el tejido llamado “sangre de mi sangre”, sus propios cuerpos simbolizaban los restos o tesoros que aún no logran encontrar por sí mismas.
“No podemos ser cómplices de estas prácticas, y menos ser parte de un Estado corrupto e indolente que administra el dolor, nos mata lentamente o nos asesina. Nos están matando en vida porque buscamos la verdad y exigimos la justicia. Mientras impere la impunidad y la corrupción, jamás tendremos verdad y mucho menos habrá justicia”, reza el manifiesto leído por María Isabel.
El documento señala además, el martirio que enfrentan familiares de desaparecidos al acudir a instituciones responsables de ofrecer justicia a las víctimas, al encontrar una pésima integración en los expedientes, en las audiencias y en los juzgados, además de una constante revictimización, simulación y vejación desde las estructuras de seguridad, procuración y administración de justicia del Estado.
“Nos sentimos inseguras porque no hay un Estado democrático que respete los derechos humanos, a pesar del gran despliegue policiaco y militar de miles de efectivos, que es una estrategia fallida, hemos vivido la ausencia del Estado por décadas. Nadie evitó ni actuó cuando los nuestros desaparecieron, y esto continúa, en medio siglo de desapariciones”, menciona.
EL DOLOR ES SELECTIVO
Aquí viene Leticia Velarde, una mujer de 55 años que caminó con el colectivo. Ella no está en búsqueda, pero es solidaria.
Yo perdí a mi hijo ahora con la tercera ola del Covid, con la Delta. Se llamaba Gerardo y mire que yo siento aquí todavía cómo me duele su ausencia.
Pero hay una diferencia, yo vi cuando se murió, sé dónde irle a rezar para decirle que lo extraño. Ni yo siendo madre puedo comprender lo que están sintiendo estas mujeres.
Por eso yo vine a acompañarlas, porque no podemos ser indiferentes a lo que está pasando. Yo doy gracias a Dios porque no me pasó esto.
Mire, allá van una mujeres grandes, que todavía se van a buscar y vienen a marchar. Hay una señora allá adelante que no puede ni caminar.
Pero una escoge sus dolores. Está bien decirlo así, porque como madre decides hacerlo.
No es que se te olvide el dolor ni que no lo sientas, pero qué puede doler más que no poder ver a tu hijo
Eliges el dolor. Y si no me crees, voltea a verlas, escúchalas, obsérvalas. No se puede ser indiferente
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Janneth Aldecoa es periodista con más de 20 años de experiencia. Se ha desempeñado como reportera, editora y conductora de noticieros en línea de El Debate y Noroeste. Ha sido corresponsal de El Mañanero, con Brozo y de Agencia Informativa Conacyt. Ha laborado además en el Periódico El Sol de Sinaloa, la Dirección de Comunicación Social de la Universidad Autónoma de Sinaloa y en los últimos tres años como encargada de la Dirección de Comunicación Social de SEPyC. Actualmente es jefa de prensa de esa dependencia y es editora y reportera de la Agencia Téhwa.
Marcos Vizcarra es reportero sinaloense especializado en cobertura de derechos humanos. Integrante del proyecto A dónde van los desaparecidos. Escribe en Revista Espejo y en el diario Reforma.
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Este trabajo fue publicado originalmente en Revista ESPEJO que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.