“Todo es señal y enseñanza para el que sea capaz de despertar”
-Jacobo Grinberg
Por Karina Peña / Twitter: @_Karinail / Instagram: karinail.pm
Hola, soy Karina Peña una jóven mexicana, citadina, que creció en un ambiente alimentario no muy favorable y, que por las vueltas de la vida, terminó estudiando una carrera técnica en alimentos y bebidas, para después concluir con una Licenciatura en Nutrición.
Esta Licenciatura me permitió sumergirme en el mundo de los alimentos y el comer, más allá del conteo de calorías y la absurda clasificación de comida “buena y mala” entendí que alimentarnos es un fenómeno muy grande que conlleva factores económicos, políticos, sociales y ambientales que condicionan nuestras decisiones entorno a lo que comemos.
Sin embargo, después de aproximadamente cinco años estudiando y trabajando alrededor de estos temas me di cuenta de que mi descubrimiento más grande no fue algo extraído de un libro o un salón de clases, sino, que observé en el huerto que puse en mi patio que las lechugas al no ser cosechadas siguen creciendo muy alto, al cabo de un tiempo brotan unas pequeñas flores amarillas que después se cierran y pasan a ser cientos de semillas.
Pero, ¿por qué me impactó tanto esto?, sencillo, para ese entonces habían pasado 23 años de mi vida, y al igual que con las lechugas, nunca entendí verdaderamente cómo es que llegaba comida a la mesa, no veía más allá del proceso compra-almacenamiento, y eso me hizo sentir una desconexión abismal entre mi persona y mi alimentación, lo que me llevó a una búsqueda incansable de respuestas, que mas bien se convirtió en un doloroso andar: la alimentación jamás me había dolido tanto.
La alimentación jamás me había dolido tanto como cuando supe que existía más diversidad de alimentos en mi huerto de dos por dos metros, que en los campos de cultivos industriales de miles de hectáreas, como cuando entendí que la producción de “alimentos” (y utilizo las comillas porque en realidad lo que produce la agroindustria no nos alimenta) que apoya el Estado no se ve respetando los procesos naturales del agroecosistema, mas bien se ve con una explotación del suelo y los recursos, se ve con una implementación excesiva de agroquímicos que se traduce en pobreza, enfermedades renales, cáncer, desigualdad social, hambre, violación de derechos, pérdida de territorio, agrotóxicos en la orina de los infantes y muerte, por mencionar algo.
La cantidad inconmensurable de comida que produce la cadena agroindustrial responde a los intereses políticos y económicos que hay detrás, priorizando de esta forma los productos que son utilizados para exportación como es el caso del tequila, las moras, frambuesas, azúcar y aguacate, entre otros, de aquí que la alimentación dejó de ser vista como un derecho para ser utilizada como mercancía.
El problema de todo esto, por si hasta este punto no se alcanza a percibir la magnitud del mismo, es que Jalisco es el estado reconocido como “El Gigante Agroalimentario de México”, sin embargo, aún cargando con el peso de esa etiqueta hemos perdido la autonomía de alimentar a nuestro propio territorio.
El 15% de la población en Jalisco vive en inseguridad alimentaria lo que significa que las personas sentimos preocupación porque la comida no sea suficiente, vivimos la incertidumbre de no saber si comeremos al día siguiente, reducimos la calidad y variedad de los alimentos que consumimos e incluso podemos llegar a experimentar dolorosos períodos de hambre debido a la falta de recursos para conseguir comida.
Soy una nutrióloga en un contexto alimentario aterrador y con la certeza de que este sistema no solo me duele a mí, sino que lastima a un estado, a un país y un planeta entero, decidí escribirles, esperando que este espacio no sólo albergue mi sentir, sino que logre visibilizar las problemáticas que nos aquejan entorno a este tema, para asi de poco en poco recuperar la conexión con este derecho vital para nuestra existencia: comer.
Pero, comer de una forma digna, consciente, clara, justa, dónde no se subordine el trabajo de las y los campesinos a los gustos del mercado extranjero, ni tengamos que pagar un costo excesivo económico y ambiental por alimentos de baja calidad, y mucho menos comer las sobras de las empresas de alimentos con las que intentan solucionar el problema del hambre, mismas empresas que llevan un papel muy importante en la malnutrición de nuestro país.
Impresionante Kary, mi respeto y admiración, nos dejas ver más allá de un plato de comida ❤️.
Mi respeto y admiración porque eres muy joven, quién te lee logra inquietarse no sobre la comida y sus calorías sino el impacto que tiene este fenómeno social de producir, distribuir y consumir nuestros alimentos