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Esta investigación fue publicada originalmente por Cimacnoticias en https://cimacnoticias.com.mx/historias-de-vida-de-periodistas-y-defensoras
Por Lizbeth Ortiz Acevedo
Tras un recorrido de 200 kilómetros desde el municipio de Ensenada, en Baja California, se encuentra ubicado el Valle de San Quintín, localidad pesquera y agrícola marcada por la migración. A este sitio Cimacnoticias se trasladó para entrevistar a Margarita Cruz Cruz, representante de Mujeres en Defensa de la Mujer quien lleva 14 años en acompañamiento de jornaleras procedentes desde el sur de México en busca de mejorar su calidad de vida.
Es ahí, precisamente, desde la Casa de la Mujer Indígena Ve’e Naxihi, cuya traducción del mixteco bajo al español sería: casa de la mujer, Margarita dio a conocer cuánto se han desarrollado esa comunidad agrícola en los últimos años, así como el alcance de derechos entre la población a la que dedica su trabajo.
Margarita, originaria de Oaxaca, específicamente de la mixteca baja y quien ha laborado casi toda su vida en los campos agrícolas de Baja California se ha desmarcado del término migrante porque ella llegó hace 40 años a formar parte de esa comunidad en el municipio del norte de México donde ya se estableció.
Fue hace 10 años, específicamente en el 2003 que Cimacnoticias se trasladó a esta misma comunidad costera para documentar y evidenciar las condiciones de vida de las mujeres indígenas mixtecas, mazahuas, triquis, otomíes, purépechas y nahuas quienes llegan a esta zona para emplearse en alguna de las empresas agrícolas asentadas en el valle. Hoy, el municipio de San Quintín cuenta con una población indígena de 35 mil 863 personas y de 4 mil 054 afromexicanas.
Durante esa primera investigación se pudieron constatar las violencias a las que se enfrentan estas mujeres inmigrantes y aunque ha habido avances, la situación persiste. Es importante señalar que entre enero y diciembre del 2022 en Baja California registró 24 casos de feminicidio.
Ante estas cifras oficiales de violencia en contra de las mujeres en la zona, es fundamental la labor que llevan a cabo en la Casa de la Mujer Indígena Ve’e Naxihi, para generar un espacio de seguridad para aquellas que lo necesitan con una perspectiva intercultural.
Margarita, recapitula que a lo largo de estos casi 14 años con el proyecto de la Casa de la Mujer Indígena han logrado permear entre la comunidad y construir alianzas con compañeras que a su vez han formado otros grupos autónomos de trabajo para socializar el conocimiento y así llegar a más mujeres.
Margarita quien llegó al Valle de San Quintín desde 1985, fue testiga de cómo se comenzó a poblar el municipio desde la década de los 70 en el siglo XX. Hoy, el municipio ya registra una población de 117 mil 568 personas de las cuales, 57 mil 790 son mujeres.
El paisaje actual del Valle es distinto, afirma Margarita, antes las construcciones de las casas eran cuadradas y ahora la comunidad que regresa de los Estados Unidos después de trabajar, vuelven a México, compran sus terrenos y “construyen al estilo americano”.
Ella, una mujer lideresa, de voz fuerte, afable y apasionada por su trabajo, aseguró con confianza que su labor en colectivo “se nota”; como asociación desde el 2004 y con la Casa de la Mujer desde el 2008 han obtenido logros significativos porque “trabajan para que las mujeres jornaleras se vayan mejor informadas acerca de sus derechos”.
Por ejemplo, ahora “ya es difícil que una jornalera se deje, lo hemos visto con los mismos trabajadores quienes hacen paro para exigir sus derechos; ya hay un sindicato y desde la Casa de la Mujer continúan con el asesoramiento de derechos laborales”, pero todavía hay mucho temor por las represalias porque si se quejan no van a volver a contratarlos.
Margarita, considera que la comunidad de personas del sureste mexicano que ya se asentaron en el valle de San Quintín, “miran sus derechos”, lo cual celebra y la anima a seguir trabajando en colectiva, pero afirma, esto le trae nuevos retos.
Avances en derechos laborales de las mujeres jornaleras en el Valle de San Quintín
Margarita quien de forma reciente ha tenido que volver a emplearse en una empresa agrícola en busca de seguridad social para apoyar médicamente a su familia, mencionó que, en esta nueva incursión a los campos de cultivo, nota la diferencia de crecimiento en materia de derechos para jornaleras.
Ejemplo de ello son las formas de fumigar, mencionó que hace 10 años las empresas lo hacían en campo abierto, rociaban los químicos encima de las personas mientras trabajaban en los surcos, los dueños de las empresas enviaban avionetas que descargaban todo el material sobre ellas, pero ahora la situación ha cambiado.
Actualmente las empresas agrícolas en su mayoría fumigan de noche y esperan 72 horas antes de ingresar a su personal y se hace a través de otras técnicas, con mangueras y goteo. Mencionó que muchos campos han evolucionado, antes se hacía directo en el suelo y ahora hay sustratos, hay mallas para que los cultivos que no podían crecer en invierno puedan lograrlo, aunque la situación de las jornaleras sigue igual.
Todavía hay algunas empresas agrícolas que usan productos fertilizantes prohibidos por el grado de toxicidad y aunque sí rocían de noche no esperan el tiempo suficiente. A la mañana siguiente el calor que se genera en los campos y la tierra, liberan gases tóxicos que la comunidad jornalera termina aspirando.
Durante la primera entrevista que Cimacnoticias realizó hace 10 años con Margarita; había señalamientos contra la empresa agrícola Los Pinos, por las deplorables condiciones laborales en las que mantienen a sus trabajadoras y trabajadores desde entonces la situación no ha mejorado, reciben poca paga e incluso se tienen registros de casos de violencia contra mujeres en los campos.
Aunque la gente trabajadora de Los Pinos sale los fines de semana a realizar sus compras a veces tienen que trabajar los 7 días de la semana.
Visas para jornaleras en mejores condiciones, pero sin seguridad social
En la actualidad, Margarita afirma que en el Valle de San Quintín hay más flujo de contrataciones de jornaleras y jornaleros en el Programa H-2A de Trabajadores Agrícolas Temporales, para que puedan laborar en Estados Unidos con documentos de estancia legal, aunque en su mayoría son otorgadas a hombres con contratos más extensos, los cuales alcanzan hasta 8 meses.
Pero para las mujeres jornaleras, este tipo de visado, solo se expide por 2 meses y medio, no obstante, durante ese periodo llegan a generar hasta 120 mil pesos para el término de la cosecha, luego retornan a su vida en San Quintín donde está su familia, ya ahí, construyen y esperan otra oportunidad para viajar hacia los Estados Unidos.
Aunque esa cantidad de dinero que obtienen no lo podrían generar en México, es importante señalar que al migrar a Estados Unidos se van con la consideración que no generarán derechos laborales para una futura jubilación porque no cotizan para ninguna empresa, lo que les aleja de alguna pensión y lo aceptan, aunque conozcan sus derechos. Van, trabajan, envían su dinero y saben que el permiso migratorio no será extensivo ni permanente y que deben volver.
Sin duda, este visado ayuda a resolver su situación económica, no obstante, también deben aceptar condiciones deplorables y el silencio ante las condiciones laborales que tendrán, porque si alguna trabajadora emprende una queja o le sucede algo en materia de salud, no les vuelven a seleccionar para trabajar en ese país.
Una vez obtenida la visa, la comunidad jornalera y migrante de San Quintín es contratada para trabajar en campos agrícolas del estado de California donde llegan a trabajar la raíz de la fresa.
Para obtener estas visas H-2A se tiene que saber piscar (recolectar) fresa. Para ello, las personas migrantes procedentes de varias partes de México en especial del sureste del país llegan a San Quintín con la intención de emplearse con alguna de las grandes empresas freseras para obtener la carta de recomendación y presentarla ante las autoridades migratorias para ser seleccionadas y subirse a los autobuses que los llevarían a California con documentos de estancia legal y trabajar en Estados Unidos una temporada.
Este tipo de visas cada vez atraen a más comunidad migrante del sur del país quienes buscan emplearse en la pisca de la fresa. Llegan de Guerrero, Oaxaca y de Chiapas, personas de entre los 20 y 35 años de edad, llegan con la esperanza de emplearse en una empresa agrícola en Baja California y obtener una carta de recomendación para que puedan registrarse en este programa e irse a Estados Unidos.
No obstante, piscar fresas, reconoce Margarita, es un trabajo arduo, “no es fácil” y con seguridad se obtendrá alguna lesión corporal permanente. Por ejemplo, del tiempo que ella trabajó en esta actividad hace años, ella obtuvo una lesión en su espalda y es comprensible, debido a que la persona jornalera tiene que ocuparse entre los surcos de tierra y hacerlo en una posición totalmente agachada.
Una vez que obtienen el fruto y pasar horas en esta posición deberán empacarlo en cajas, pero el empaquetado debe realizarse de forma adecuada para evitar que los supervisores les regresen el producto.
Afirma que de joven no se sienten los daños en el cuerpo, pero con los años es común que las personas que laboran en los campos agrícolas sufran de dolores de espalda, cadera, rodillas y la columna, dedos y nudillos. Sin duda, esta labor genera consecuencias desafortunadas para la salud de las jornaleras.
Margarita compartió que las jornaleras durante su trabajo de la pisca de fresa en Estados Unidos a veces laboran bajo temperaturas congelantes y con el paso del tiempo enfrentan reumatismo o artritis, es importante recordar que aceptan este tipo de empleo sin ninguna seguridad social. Por lo que considera, “todavía falta mucha sensibilización”, hay quienes creen: “a un jornalero explótalo hasta que aguante”.
Durante los meses más complicados de la pandemia por COVID-19, en los campos agrícolas de San Quintín las jornaleras no dejaron de laborar y lo hacían sin medidas sanitarias, aunque hubo empresas que procuraban mantener la sana distancia en los transportes, lo cierto fue que, cuando la gente se enfermó no tenían seguridad social y por tanto no tenían derecho a incapacidad, por lo que Margarita junto con sus compañeras debieron salir a buscar apoyos y obtuvieron algunos convenios para despensas alimenticias pero nunca fue suficiente.
Las labores de la Casa de la Mujer Indígena
Estas mujeres al llegar al valle requieren de una intérprete traductora y es en la Casa de la Mujer Indígena donde les proporcionan esta atención al acompañarlas en diversos procesos laborales, por violencia de género, salud sexual y reproductiva, así como asesoría en trámites administrativos.
Este lugar, distingue Margarita es un “un espacio digno y de respeto”, donde atienden las necesidades de la comunidad migrante y jornalera, lo hacen desde la interpretación y traducción de lenguas indígenas para brindarles atención psicológica, asesoría legal y el acompañamiento que requieran a las diversas instituciones de procuración de justicia y sector salud.
El acompañamiento con cada mujer confirma Margarita, lo realizan hasta concluirlo por completo, es decir, los casos pueden ser por violencia contra las mujeres o atención médica por alguna enfermedad y continúan con ellas hasta la última instancia.
Por ello, en esta asociación, se dieron a la tarea de contar con una base de datos con las lenguas dominantes y al momento de requerirse para atender a una usuaria se conectan a través de llamadas telefónicas con la red de las 38 Casas de la Mujer repartidas en 18 estados y se apoyan entre ellas.
Buscan una interprete que hable la lengua específica que están buscando. Actualmente atienden aproximadamente a 300 mujeres y hombres.
Para lograr sus objetivos, Margarita junto con la organización en San Quintín se nutren de capacitaciones e invitaciones clave, así como de la interpretación de la diversidad lingüística indígena porque es el sitio de convergencia.
Por ejemplo, si llega al Valle de San Quintín una mujer que habla una lengua y no cuentan ahí en ese momento con una traductora que la domine, se contactan con otra colega de otra comunidad para que pueda apoyarlas y derivar el caso para realizar el acompañamiento con dignidad.
Para este propósito se apoyan de la red de otras CAMI, porque si llega una mujer que habla zoque, tzental o náhuatl, y no llegaran a tener en su base de datos de lenguas predominantes esa en específico, buscan redes y resuelven.
Aunque es preciso mencionar que en la CAMI de San Quintín cuentan con la colaboración de una mujer quien está certificada como traductora intérprete.
En esa CAMI les otorgan a las usuarias el ser escuchadas y una vez que conocen su situación, cuentan con una red de aliadas para derivarla según sus necesidades. En caso de requerir asesoría legal o psicológica la acompañan a un centro de salud o si requiere de un albergue o refugio también la canalizan de forma inmediata.
En los casos de violencia, han logrado establecer estrategias con el gobierno de Baja California, desde la Unidad Violeta de la policía que es una patrulla que actúa con perspectiva de género. Por ejemplo, si una mujer está en el ministerio público denunciando un delito, la unidad las apoya para que la usuaria pueda tener cerca y segura a su familia.
Estos logros son “porque quieren apoyar para que las mujeres tengan una vida libre de violencia y digna”. Para lograrlo, imparten talleres y pláticas sobre qué es violencia, los tipos que hay, a dónde acudir en caso de vivirla y abordan la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Actualmente mantienen una vinculación con la Organización de Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (UNOCD) quienes les están capacitado en temas de trata de personas y explotación laboral.
También imparten talleres con temáticas laborales donde les comparten a las jornaleras y jornaleros temas relativos con la seguridad social; riesgos de trabajo; licencia de maternidad y paternidad; temas de acoso; derechos y obligaciones; días festivos, cómo les deben pagar, despidos injustificados; derechos durante el embarazo y lactancia e incluso se les da impreso su reporte de semanas cotizadas ante la seguridad social.
Destacó que estas acciones las llevan a cabo a pesar del recorte presupuestal federal aplicado a las organizaciones de la sociedad civil, por ejemplo, en el 2022 recibieron menos de la mitad de la cuenta que recibían en años anteriores y además les llegó con seis meses de retraso, pero sus operaciones no se detuvieron.
Durante esos meses sin recursos, las integrantes de la Casa de la Mujer, se ingenian formas de no soltar su labor como promotoras de derechos humanos, algunas recurren a otro empleo por las mañanas, otras mujeres son apoyadas económicamente por sus familiares o realizan servicios a la comunidad de donde también obtienen dinero para continuar su sustento. También recurren a nuevas metodologías de trabajo, como las llamadas por teléfono, uso de internet, o vincularse con más grupos y promotoras de la comunidad para que las apoyen a reunir más gente.
Es importante señalar que, como parte de su agenda, está la de hacer garante el pago efectivo a las mujeres traductoras intérpretes quienes son requeridas por las distintas Fiscalías, esto debido a que aún no se considera su labor digna de pago por sus servicios.
Margarita, la mujer jornalera y vocera internacional
Esta mujer quien comenzó su vida como jornalera desde niña, mencionó que no detectó que viviera violencia o discriminación, aunque pasó su infancia en las cuadrillas de niñas y niños jornaleros tiene recuerdos de alegría y fortaleza.
Sus padres viajaron de Oaxaca a Mexicali, Baja California, donde pudieron desempeñar su labor como jornaleros, recordó que a ellos les gustaba trabajar en la pisca del algodón y la uva, por eso migraron hacia el norte del país, donde les comentaron que en el Valle de San Quintín había mucho trabajo y empresas podrían emplear a sus hijos mayores.
Por tanto, en familia, decidieron continuar la ruta migratoria. Se dirigieron a la zona de Vicente Guerrero, para asentarse en un campamento llamado Llanos, propiedad de una empresa proveniente de Sinaloa conocida como Los Canelos.
Posteriormente migraron de nueva cuenta a Rosario y fue ahí donde Margarita a sus 9 años entró a las cuadrillas de niñas y niños, conformadas por unos 40 integrantes. Así vivieron en su familia durante ese tiempo, hasta que su papá decidió dejar esos campamentos porque había comprado un terreno a donde se mudaron para asentarse definitivamente en San Quintín.
Así fue como llegaron precisamente a unas calles de la Casa de la Mujer, donde hoy trabaja como promotora de derecho humanos. Margarita, recuerda que en aquel momento “no había nada”, solo contaban con “4 palos y una cobija”.
Posteriormente, Margarita una vez adolescente se fue a trabajar a un rancho conocido como Valladolid, ahí alguien la orientó sobre la existencia de seguridad social como derecho laboral y pudo hablar con uno de los dueños para apoyar a su mamá, quien carecía de prestaciones laborales, de esta forma pudieron tener acceso a la atención médica e incapacidad.
Ese momento fue trascendental en su vida porque entendió “que si hablas lo que pasa y con la persona adecuada las cosas pueden cambiar”.
Al cumplir 17 años se fue a trabajar a otro rancho llamado El Milagro, en ese lugar no le pagaban por rendimiento, sino por día, “la paga era poca”, pero toda la planta de trabajadoras contaba con seguridad social, debió esperar a tener la mayoría de edad para obtener esa prestación.
Margarita recuerda ese lugar también porque fue ahí donde sufrió discriminación por no saber leer. Dijo que “la violencia no la sabes describir, pero la sientes” y se retó a que un día estaría en una situación diferente, por lo que decidió entrar al Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA), y en menos de dos años se alfabetizó, concluyó la primaria y secundaria.
Decidió continuar con la preparatoria y la empresa donde laboraba la apoyó, aunque su padre se oponía a que eso sucediera porque pensaba que “eso no era para ellos”.
Margarita miraba todo lo que pasaba en el entorno, que “el patrón los maltrataba, los ofendía y que no tenían seguridad social”. Hasta que un día por primera vez escuchó a una mujer que hablaba sobre los derechos laborales. Situación que la inspiró a continuar.
Persistió preparándose hasta realizar labores que desempeña un especialista en patología y mapas satelitales. Su empresa la envío a capacitación. Aprovechó todo este conocimiento y en su hora de comida, al medio día, le dieron la oportunidad de enseñar a la gente a leer, lo hacía entre los surcos de los campos agrícolas. Lo hacía con respeto y dignidad.
La empresa que la apoyaba pasó a manos de Monsanto y la situación cambió, aunque los sueldos se incrementaron, también lo hicieron las violencias, dijo.
Para el 2012, la invitaron a trabajar en un proyecto llamado “Rescate de la Medicina Tradicional” porque afirma, en los campamentos no había médicos, así que se curaban con sus conocimientos utilizados a través de “tés, sobadas, empachos y manteadas”, así de esa forma alivian dolores del cuerpo.
En ese proyecto desarrolló un diagnóstico sobre el baño tradicional temazcal para mujeres de la comunidad, ya que a través de éste, se ayuda a las que paren y también a otras para aliviar la cadera, la cintura o los cólicos.
Ya con el tiempo le hicieron la invitación para trabajar con un grupo de mujeres y aceptó el proyecto de la Casa de la Mujer donde decidió ingresar porque le gustaba lo que hacían ahí. Daban talleres, capacitaciones de derechos laborales y se preparó para ser promotora.
Con el tiempo incorporaron nuevas temáticas como embarazo adolescente, porque llega comunidad migrante joven y nadie les informa sobre métodos anticonceptivos; en su mayoría tienen entre 20 y 35 años. Llegan a trabajar a las cuarterías y no tienen acceso a la educación.
Margarita y sus compañeras con regularidad les dan talleres los domingos, los días de descanso donde también abordan la prevención de la violencia en el noviazgo.
Otro tema que persiste en la zona es la muerte materna y por eso han apremiado acciones para lograr no solo el reconocimiento de las parteras, sino que ellas puedan extender certificados de nacimiento y sean consideradas médicas tradicionales. Es importante señalar que Baja California durante el 2022 registró 23 casos de muerte materna, esto con información de boletines epidemiológicos de la Secretaría de Salud.
Margarita quien ha trascendido su labor hasta el ámbito internacional al contar con participaciones en diversos países donde comparte el modelo de la Casa de la Mujer Indígena como un modelo exitoso no descuida su labor en su comunidad.
Se autodetermina como mujer en comunidad y nunca hace las cosas sola, reconoció que aunque son pocos los avances que han tenido son significativos.