La calle del Turco
Por Édgar Velasco / @Turcoviejo
Otra vez nos dejaron plantados.
Luego de que se anunciara que ayer, 23 de marzo, los alienígenas llegarían para invadir la Tierra, al final pasó lo que ha venido pasando con todos los vaticinios apocalípticos desde que la humanidad tiene memoria: nada. Ni siquiera fue necesario que Will Smith nos salvara como lo hizo en Día de la Independencia. No hubo luces, ni platillos voladores, ni gran rapto y ahora hay que seguir adelante y volver al trabajo y a seguir pagando las cuentas. Todo mal.
O bueno, quizá no tan mal.
En última instancia, seguramente resultó mejor que los marcianos no llegaran bailando chachachá. Y es que, ¿se imaginan qué habría pasado si se cumpliera el lugar común de los diálogos extraterrestres y el Gran Alien llegara y nos dijera “Llévenme con su líder”?
Para llevarlo con Andrés Manuel López Obrador habría que sacarle una acreditación y meterlo a la conferencia de prensa de cada mañana, eso que llaman la mañanera. Ahí el jefe de la invasión se muere porque se muere: de aburrimiento o de risa. De aburrimiento al escuchar la perorata del presidente, que en la recta final de su administración sigue repitiendo los mismos argumentos una y otra y otra y otra vez. Reconozco que en un principio me parecía un poco divertido verlo hacer desatinar a la rabiosa “oposición”. Ahora, casi cinco años después, ya es cansado escucharlo repetir lo mismo todos los días. López Obrador demuestra una mañana y la otra también que está anclado en el pasado: en su manera presidencialista de entender el poder, sí, pero también en su discurso para justificar la falta de resultados. Con un poco de mala suerte, al líder extraterrestre le toca un discurso moralino sobre los valores perdidos. Bostezo sideral.
Si sobrevive al aburrimiento, entonces el Gran Alien se muere de risa al escuchar al presidente cuando alguien consigue sacarlo de su perorata, como ocurrió hace unos días con la periodista Nayeli Roldán, quien cuestionó al mandamás sobre el espionaje a civiles. Quien alguna vez dijera que el presidente sí o sí sabe todo lo que pasa en el país, tuvo que tragar aceite y reconocer que no sabía si las fuerzas armadas estaban espiando. Luego, para tratar de componer, dijo que su gobierno no espía, hace “inteligencia”. Y luego, ya en plan Cantinflas desencadenado, se aventó una declaración sin pies ni cabeza: “Si me preguntan sobre Pegasus, no podría yo contestar porque no sé bien de qué se trata. Entiendo que es una marca, un sistema que incluye aparatos para espiar, para intervenir teléfonos, pero el Pegasus existe desde antes de Pegasus y después de Pegasus. Eso se adquiere, es una tecnología. Creo que lo de Pegasus está vinculado a lo que antes se hacía con Calderón. García Luna fue el rey del manejo de Pegasus”. Calderón: la vieja confiable. O capaz le toca un día de inspiración y termina viendo al presidente defender a su amigo Donal Trun.
Pero al Gran Alien no le iría mejor si llega a Jalisco. Porque cuando pidiera “Llévenme con su líder” habría que llevarlo con Enrique Alfaro y, para empezar, habría que esperar a que regrese de Nueva York, a donde fue a decir que Jalisco es un ejemplo en el trabajo en el tema del agua y que el río Santiago se ha saneado en un 75 por ciento. De verdad hay que ser un bribón para ir allá y mentir de esa manera cuando aquí el río sigue tan o más contaminado que el día en que el pequeño Miguel Ángel cayó en sus aguas para morir después.
A su vuelta del paseo, habría que investigar si el góber influencer tiene espacio en su agenda, no vaya a ser que ande muy ocupado promocionando la pelea del Canelo Álvarez, cosa que lo emociona y ocupa sus pensamientos mucho más que la monserga esa de gobernar. También será necesario saber si al extraterrestre sí lo va a recibir en Casa Jalisco para tomarse la foto, aunque, para como están las cosas en el estado, lo más seguro es que el Gran Alien desaparezca y termine en una ficha de búsqueda, con la respectiva lavada de manos del gobernador.
Al final, qué bueno que ya es 24 de marzo, que los alienígenas no llegaron y nos ahorraron la molestia de llevarlos con nuestros líderes: qué pena con la visita.