Una exploración al dolor y la depresión desde la maternidad/Esta no es una historia de amor

Desde Mujeres
Quiero decirlo todo y saberlo todo y escucharlo todo, romper con el pacto de silencio que mantiene en aislamiento los temas dolorosos relacionados con la maternidad.
Isabel Zapata

Por Gabriela Montelongo Reyes / @GabMont / @DesdeMujeres

Antes de comenzar, me gustaría advertir que este no es un texto científico que siga un método riguroso para concluir algo. Tampoco debe tomarse como un análisis serio sobre cine. Este texto viene desde las entrañas de la experiencia y de las reflexiones que te quedan cuando ves una película que te conmueve.

A finales del año pasado se estrenó la película Aftersun, la cual puso en el mapa un tema complejo y, me parece, poco abordado: la paternidad, y para términos de este texto también la maternidad, y la depresión. En síntesis, el largometraje, en lo personal considerada obra maestra, es la ópera prima de la directora Charlotte Wells, quien logra mostrarnos en una historia aparentemente sencilla, unas tomas y diálogos con demasiada profundidad.

A través de grabaciones y recuerdos, Sophie, la protagonista, nos muestra momentos de un viaje que vivió con su padre, Calum, 20 años atrás. En ese entonces, él tenía 30 años, estaba separado de su mamá, tenía problemas económicos y depresión -esto último se nos sugiere en algunas escenas-. Este hombre atormentado nos enseña cómo es un padre cariñoso y presente, pero es, también, una persona rota obligada a enmascarar su depresión delante de su hija, a quien ama más que a nada en el mundo.

Somos espectadores de como Calum solamente se permite llorar aquellos demonios que lo atormentan cuando está solo. Para mí, esto resume la experiencia de vivir con depresión y ser madre. La experiencia de buscar darle la mejor versión al humano que estoy criando y al que amo con locura, pero ¿qué haces cuando estás tan rota que los pedazos no alcanzan a formar la mejor versión de ti misma?

Hablar de la salud mental y maternidad es un tema complejo que, afortunadamente, comienza a posicionarse gracias a la voz de varias mujeres que están saliendo a mostrar la otra cara de esta faceta; sin embargo, todavía se escribe mucho sobre depresión postparto, pero poco de padres y madres con depresión a secas.

Lo que es un hecho es que, desde que yo me convertí en madre, tengo la sensación de que se espera que tenga una serie de atributos que describen a esta idea de madre abnegada. La sensación de que existe este recordatorio constante de aquellas virtudes a las que debo aspirar para lograr validar mi existencia en el consagrado papel que me había sido conferido con el nacimiento de mi hija.

La película también nos muestra a Sophie, de 11 años, quien transita esa edad en la que se comienza a abandonar la infancia y se comienza a experimentar los primeros pasos en la independencia. Parece entender que algo no está bien pese a la aparente calma, así que hace un esfuerzo en arreglar lo imposible: la infelicidad de su papá.

¿A qué edad uno comienza a notar el estado anímico de los padres? En lo personal, creo que fue justo hasta que fui madre que comencé a reparar en ello. Pero hay niñas, niños, más susceptibles. Estoy segura que mi hija, de 10 años, se da cuenta que su mamá no siempre se siente feliz. Me doy cuenta cuando me toma la mano con delicadeza, me besa más de la costumbre, me habla con suavidad o deja que yo seleccione la película, cuando lo usual es que ella se empeñe en elegir la que veremos.

Aún regreso a leer ese mensaje que me envió durante la celebración de Año Nuevo que la pasó con su papá, que decía  “Todo estará bien, mamá”. Y entre mil formas más, ella manifiesta entenderme y, por sobretodo, quererme. Si me lo preguntan, esta es la parte más dura de vivir episodios depresivos; se siente como vivir en un un vórtice de culpa, porque en apariencia no hay un motivo para sentirme deprimida.

No sé con certeza cuando comencé a estarlo. La verdad es que creo que pocas personas saben el momento exacto en el que comienzan a padecer depresión. Y es que así funciona: es como una niebla que va entrando poco a poco a tu mente y a tu vida. Discreta, en silencio, es ese enemigo que entra por la puerta trasera cuando no estás mirando.

También sé sobre la carga que es maternar en un estado anímico así. Cuando estaba sentada en el suelo, llorando, era la peor madre del mundo. Cuando no llevaba a mi hija a jugar con los demás, como había acordado con otros padres, era la peor madre del mundo. Cuando me quedaba en cama, cubierta con el edredón, durante 24 horas seguidas, incapaz de levantarme, era la peor madre del mundo.

Mirando de nuevo mi experiencia, estoy segura que mi plena conciencia sobre mi salud mental me ha dado otra perspectiva para criar. No juzgo mi papel de madre por las notas que saca mi hija, por sus logros o por su formas a la mesa. Mi aproximación a la educación es, quizás, más amplia porque he pasado demasiados años sintiendo ansiedad por cosas sin importancia y, al mismo tiempo, depresión por ninguna razón aparente.

La verdad es que ha habido días en los que me conformo con seguir con vida. La depresión es la principal causa de incapacidad a escala mundial. Después del cáncer, el suicidio es la principal causa de muerte en personas de entre 15 y 29 años. Durante esos días en los que estoy bien, mi hija y yo hacemos cosas juntas simplemente porque podemos. A veces nos quedamos hasta las doce de la noche viendo películas. Otras veces, confieso que soy permisiva con la idea de no hacer deberes. Creamos recuerdos de esas tardes cotidianas simplemente porque podemos.

Aceptar que ese horrible sentimiento de ser una mala madre forma parte de mi enfermedad y aprender a desprenderme de él fue esencial para lograr integrar la depresión en mi día a día como madre. Solo fui capaz de llegar a ese punto cuando aprendí a hablar sin tapujos de mi trastorno y de mi pasado, de los miedos que me atenazan cuando interactúo con los demás.

Bueno, pues a todas las mamás que se sienten igual les diría que no las culpo.  El sistema ya nos impone demasiados óbstaculos por ser mujeres, techos de cemento que superar y techos de cristal que romper. Las madres enfrentamos también otras situaciones que, desde luego no desdeñan aquellos problemas que tenemos las mujeres en general, como un mercado laboral que nos castiga, paternidades ausentes, sistemas de cuidado deficientes, expectativas por cumplir.

Más adelante, durante una conversación con su papá, Sophie manifiesta estar deprimida y lo explica así:

¿Nunca te sientes como si acabaras de hacer un día increíble y luego llegas a casa y te sientes cansado y deprimido, y… sientes que tus huesos no funcionan? Simplemente están cansados y todo está cansado. Como si te estuvieras hundiendo. No sé, es raro.

Quizás fui demasiado ingenua al tratar de no mostrar mi vulnerabilidad con mi hija. Pero ellos saben. Cuando Sophie describió su sentir fue cuando Calum se asumió como una persona deprimida. 

Aftersun es una película tristísima y hermosa, en la que deliberadamente no se cuenta todo y que en virtud de la cercanía que propone consigue que los blancos de la historia sean amorosamente completados por los espectadores con sus propios recuerdos. Todos vemos algo propio en esa historia.

A veces me pregunto si todas las mamás en algún momento experimentamos momentos depresivos. Espero que si alguna me está leyendo reconozca que está bien sentirse triste y, sobre todo, está bien pedir ayuda. Es válido sanar y pegar los pedazos que han quedado después de una fractura.

Al final del día, no conozco receta para suavizar la nostalgia. Lo que sí sé es que hoy escribo esto porque estoy segura que quizás detrás de la pantalla, esté otra madre sufriendo depresión.

Y quiero decirle, que todo está bien. Que no es mala mamá. Que la entiendo y la abrazo. Que nosotras podemos, podemos vencer a esa nube negra que nos sigue a todos lados.

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