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Por Omar M. Raigosa / @gomoraigosa
Hace algunos días cumplí un año de ser padre. Este hecho me ha cambiado la vida completamente. Ahora, la gran mayoría de mis acciones impactan directamente sobre la crianza de mi hijx, así que busco ser lo más responsable posible. Esto no significa dejar de vivir mi vida, mucho menos dejar de hacer las cosas que disfruto hacer; pero hay nuevas prioridades, por lo tanto, mi vida cotidiana se ha visto afectada drásticamente.
Para mí, la decisión de ser padre fue un acto político. Reconozco que vivimos en tiempos de guerra: las muertes y desapariciones son cotidianas en estos territorios; la precariedad laboral esta generalizada; la industria alimenticia nos entrega productos que nos enferman; el agua nos llega a nuestras casas con metales pesados y partículas coliformes, sumándole que cada vez es más escaza, las guerras del agua se acercan cada día un poco más. En este contexto de horror y muerte, mi compañera y yo decidimos dar vida unx pequeñx personita, sujeto, individux y ser actuante, sintiente y pensante. El promover la vida desde el reconocimiento del contexto que antes he narrado, me parece que es un acto muy político.
Desde la responsabilidad de traer y acompañar a una personita que depende totalmente de sus xadres, sobre todo los primeros años, me he puesto aguzado en torno a la paternidad. Me he encontrado que los problemas sociales que aquejan a los hombres muchas veces se relacionan, al menos estadísticamente, con padres ausentes: drogadicción, suicidios, trastornos psiquiátricos, habitantes de calle, crímenes de alto impacto y encarcelamiento.
Esto solo son datos estadísticos, y no busco de ninguna manera revictimizar a las madres solas, quienes tienen la tarea titánica de atender a lxs hijxs mientras generan los recursos económicos para ello, sin una red de apoyo se vuelve una misión casi imposible. Considero que es válido mirar esas estadísticas desde la responsabilidad paternal.
Un caso extremo es el que nos narra Karina García Reyes (El País, 09/01/20) a partir de su tesis doctoral, la cual aborda la violencia y el crimen organizado en México, nos comparte algunos hallazgos que caracterizan a los hombres que participan del crimen organizado: nacer y vivir en la pobreza, el aprendizaje y reproducción de una violencia machista desde muy chicos y el odio que estos torturadores le tiene a sus padres.
Inclusive, uno de ellos narra que cuando torturaba a alguien, pensaba que era su padre, dice en la entrevista “y los hacía sufrir con más ganas, como él nos hizo sufrir a nosotros”. A partir de esto, me pregunto ¿Qué tanto tuvieron que hacer estos padres para que sus hijos les guarden tanto odio? Uno pensaría que lo hicieron desde la presencia, pero hay que recordar que el padre ausente también educa y que la violencia patriarcal que los hombres padecemos y reproducimos es estructural, se nos socializa por diversos medios desde muy pequeños.
Sin embargo, la discusión a la que quiero llegar es hacia la ausencia y la presencia paternal. En un documental titulado Bebes nos muestran como a partir de estudios científicos se puede identificar el apego que se forma entre bebé y mamá en resonancia magnética. Se consideraba que este apego solo podía crearse entre bebé-mamá y no bebé-papá, por lo que hicieron un par de pruebas, entre ellos revisan padres cis homosexuales y sus bebés. Encontraron que también se creaba este vínculo.
Los estudios determinan que para que un bebé y su xadre puedan crear ese vinculo se necesita pasar tiempo juntos; es decir, que elx adultx que cuida a bebe, sea su xadre o su cuidadorx, tiene que ser cercano y cumplir las demandas emocionales y físicas del pequeñx ser. Cuando vi este documental <lo vi un par de años antes de ser padre> me propuse que si tenía unx hijx quería formar un vínculo con elx, o al menos, me esforzaría por eso.
Cuando mi compañera y yo decidimos que seriamos xadres (no fue planeado) yo estaba desempleado, había terminado una maestría en ciencias sociales y estaba en búsqueda de trabajo. Después de un par de meses, encontré trabajo como profesor de secundaria en una escuela Waldorf, el sueldo era bajo y no teníamos ninguna prestación laboral, pero dadas las condiciones era la mejor opción. Antes del parto, yo le pregunté a la directora de la escuela sobre mi permiso de paternidad, días después en presencia de la dueña y la coordinadora de secundaria, la directora me dijo que estaba bien lo del permiso de paternidad, que según ella eran 3 días naturales. Le dije que eran 5 días hábiles según la ley federal de trabajo (documento que parece no existir para esa y muchísimos colegios privados), me dijeron que estaba bien.
El parto comenzó tres días antes de salir de vacaciones de invierno, por lo que me tomé esos días, después vinieron dos semanas de vacaciones. La llegada de mi criatura fue algo mágico, un enamoramiento instantáneo de esa personita de menos de 3 kilos, los primeros días fueron mágicos hasta que se terminaron las vacaciones. Se acabaron las vacaciones de invierno y yo sentía que no tenía fuerzas para volver a trabajar; emocionales, sobre todo.
Pedí permiso unos días antes para faltar, recordando los días de paternidad, ya que tenían una cita médica mi compañera con el ginecólogo y bebé con la pediatra. Ese día se me descontó de mi pago y al final solo me dieron tres días de paternidad de los miseros cinco días que marca la ley mexicana. Tuve que volver a cuidar niñxs ajenos. Cabe resaltar que en la pedagogía Waldorf el nacimiento y la crianza son muy importantes, pero como sabemos hay vidas que importan más y esas no son la de lxs empleadxs y sus hijxs, en fin, la hipocresía clasista de las patronas. Si bien, hago este señalamiento a una escuela Waldorf, se que esto es de lo más común en colegios privados (para más información pueden buscar el twitter Sindicato de Trabajadores de la Educación Privada).
Hago esta denuncia porque para mí fue muy fuerte separarme de mi hijx en los primeros días de su nacimiento, sobre todo para irme a cuidar hijxs ajenos. Tiempo después me enteré de un amigo de mi compañera que tuvo 28 meses de paternidad en Canadá porque se le junto el nacimiento de sus dos hijxs. En un circulo de paternidades, conocí a otro papá que tuvo licencia por varios meses de paternidad. Hace unos días, vi un reel que en Suecia dan licencia de xaternidad compartida de 18 meses al 80% del sueldo. Cuando escucho estas historias me da mucho gusto por esos papás y sus hijxs, pero siento un hueco en la panza por no haber tenido ese privilegio.
Volviendo al tema de los padres presentes y ausentes, tenemos que entender que hay padres que están ahí económicamente, pero que su presencia no pasa de eso. Escuché en Tiktok la reflexión de un hombre que decía que su papá llegaba en la noche muy enojado y se dedicaba solo a regañarlos; cuando se jubiló, pasó a ser un padre encantador, sobre todo, abuelo amoroso.
Entonces, el narrador reflexionaba que su padre estaba enojado por pasar más de 12 horas fuera de su hogar y que todo el dinero que ganaba se lo entregaba íntegro a su madre para los gastos de la casa, que apenas alcanzaba. Esta historia es similar para millones de hogares, me atrevo a decir, en todo el mundo o al menos en su parte sur.
En estos casos ¿en quién cae la responsabilidad de estas presencias/ausencias paternales? De la estructura social, el capitalismo, el Estado, etc. Podemos decir muchas categorías abstractas, pero es un hecho que aún cuando hay un papá que aporta económicamente, difícilmente va a tener el tiempo de entregar su amor y sus cuidados a sus hijxs.
Para cerrar, hay que entender que hay muchos, muchos padres que se desentienden de sus hijxs, a veces, en todas las formas. La reproducción de este machismo violento también es cobarde, porque estos machos no se responsabilizan de sus acciones que conllevan a procrear vidas dignas que tienen que ser cuidadas. Esto es un problema estructural que nos deja muchísimas discusiones y diversas propuestas.
Pero yo quiero apuntar hacia las paternidades que buscan ser responsables, que aman a sus hijxs y que disfrutan pasar tiempo con ellxs, pero la necesidad económica lo convierte en algo casi imposible, ese vínculo que se puede crear entre bebé-papá sólo puede ser creado por algunos pocos padres que les queda algo de tiempo después de su trabajo y que tiene la voluntad, el conocimiento y las herramientas para hacerlo.
Pero las leyes mexicanas sólo nos dan cinco días de paternidad, leyes que son violadas sistemáticamente por muchísimxs patronxs (con X, porque también hay diversidad entre lxs explotadorxs).
No tengo respuestas, tampoco confió en soluciones desde el estado patriarcal, sólo les dejo la invitación cuestionarnos, que seamos padres responsables, busquemos crear vínculos con nuestrs hijxs, nos juntemos con otros padres y sigamos pensando cómo cambiar este sistema horrendo que nos explota y nos desprecia.
Muy buen planteamiento, me da tanto gusto que los jóvenes como tú asuman su paternidad como lo haces, no es fácil pero tampoco imposible, romper el rol paterno de proveedor es fundamental y darles tiempo de calidad a los hijos, involucrándose en su cuidado y formación es fundamental para el buen desarrollo de los niñxs y poco a poco cambiar esta cultura donde solo las mujeres criamos, cuidamos y educamos
Muchas gracias por tu comentario, apenas me percaté de él. Creo que en estos momentos una crianza responsable y respetuosa es un acto de rebeldía.