Maroma
Por Liliana Sarahi Robledo Barragán / Maroma: Observatorio de Niñez y Juventud
El dinero y las emociones que se promueven en unos deportes frente a otros es impresionante, es exhaustiva. Como sucede en el futbol en el mundo y en nuestro país. Diversos autores insisten que el futbol es un medio, entre tantos, de control social, ideológico, de los cuerpos: como un panóptico invertido en donde los aficionados vigilan el comportamiento, se reconocen como conocedores desde las enseñanzas que se adquieren como espectadores y donde pueden manifestar sus frustraciones, donde el cuerpo experimenta emociones por condiciones externas, por el control de los sentidos de identidad (Dunning, 1999: 11-12).
Se han producido desde distintas áreas de estudio académicas diferentes ejes de estudio en torno al futbol: como deporte, como ideología, su historicidad situada geográficamente, los procesos fisiológicos y psicológicos que emergen al jugar o al contemplar, su relación con la promoción de eslogan de salud y marketing, como detonador de socialización en las calles, como eje de organización social en los barrios marginales, como el campo donde emergen personajes (jugadores) que “inspiran” por su trayectoria o por sus tácticas en las canchas, como el motivo de esparcimiento lúdico humano, entre otros.
La economía que genera el futbol difícilmente se expone al público, pero si somos consumidores, directos o indirectos, en la televisión, en el radio, en las mercancías, en las ideologías, en las identificaciones, en las emociones de manera intermitente, recurrente o pasional. El futbol promueve las diferencias de clases en sus accesos a la experiencia para presenciar el espectáculo y las tácticas de juego. La mayoría podemos contemplarlo a través de una pantalla, en las canchas de la colonia o en las calles que se construyen/se improvisan como escenarios de juego para realizar partidos, pero no todos disponemos de recursos para comprar entradas a un partido de un equipo nacional, viajar a una ciudad capital y presenciar a los “jugadores estrella” que los niños, sobre todo, admiran. O no todos podemos comprar un vuelo, una estancia, alimentos o entradas a los partidos de un mundial porque los gastos se cotizan en valores monetarios internacionales.
El mundial es un evento significativo para las niñeces de los pueblos y las ciudades donde se producen frutillas de exportación (y seguro en muchísimos sitios del país). Encontré que en los niños es más que los eventos característicos del mundial como la inauguración y los partidos donde se representa México o aquellos que van organizando la clasificación y la selección donde se reconozca al “campeón del mundo” en uno de los deportes más promovidos ideológicamente: que en las ciudades agrícolas y en los pueblos el mundial es el tiempo de consumo de objetos y promoción de ideas (apuestas, ilusiones, reconocimientos).
Se transforman los objetos de referencia, de preferencia, de consumo y las empresas usan estos momentos para producir y ampliar las apropiaciones de los públicos consumidores: se hace visible a pequeña escala geográfica el negociazo del mundial.
Las niñeces no quedan exentas de adquirir patrones de consumo en la rutina cuatrianual de coleccionar por motivo del mundial un álbum, juguetes e información de una afición/de las aficiones ideológicas: se muestran los panoramas del deporte como actividad contemplativa, admiradora y aplicable a la vida cotidiana en las calles, en la casa, en las escuelas que se instauran durante la niñez. En los noventas y principios del Siglo XXI fueron tasos, tarjetas, mochilas, trastes o cualquier objeto que tuviera un espacio en la casa para representar un evento deportivo donde se reunían la mayoría de los países que califican para estar en el mundial. Era el momento de conmemorar a las personas que representaban a un país por sus habilidades en el deporte y que algunos de ellos han pasado a la “historia oficial” por sus hazañas en la cancha, en las pantallas.
Me interesa remarcar en este breve texto los eventos previos que suceden en las calles, las escuelas, los parques, las chanchas y los hogares: las apropiaciones situadas del mundial entre las niñeces.
Algunos eventos que detecté fueron los intentos de formar colecciones: las que promueve el marketing de empresas que venden, entre tantas cosas que conmemoran el evento internacional cuatrianual, muñecos coleccionables y los álbumes. Insisto, esta mercancía no está al alcance económico de todos los niños. Los que tienen el recurso para lograrlo empiezan con entusiasmo a pegar sus tarjetas con un fin: “completarlo y ganarse un viaje al mundial”. Algunos creen en lo que se dice, lo que se vende, y los padres promueven la actividad y la idea de que “pueden ganar”.
Durante los meses de septiembre, octubre y noviembre, previos al mundial, algunos niños llegaban a las escuelas con sus álbumes para mostrarlos a los compañeros y usaban los recreos para compararlos e intercambiar las cartas y, el tiempo restante, para jugar futbol. Encontré en las tres escuelas primarias que me movilicé de la ciudad agrícola de Zamora que el juego de futbol se incrementó entre los chicos y las chicas a la hora del recreo. Algunos niños y niñas que no tienen el entusiasmo por el juego se alejaban del grupo de compañeras(os): existe un distanciamiento y otros criterios de existencia en un ambiente entre aficionados. El futbol tiene su efervescencia momentánea en los patios, en las narrativas de juego y en los objetos y en las acciones cotidianas.
En los pueblos de la Sierra, aparte de promover más juegos de futbol y hablar sobre los jugadores, me percaté que los intentos de formar una colección como la del álbum resultaban más complicados porque los insumos, las tarjetas, no se podían conseguir de manera inmediata: implicaban desplazamientos. Los tenían que conseguir de fuera: alguien que viajara a Los Reyes, a Zamora o pedirlos por internet (aunque tardaran de 8 a 10 días hábiles en llegar). Los accesos a este consumo, a “conseguir la colección” son diferenciales por la región en la que habitan.
Los dos niños que lograron completar el álbum en el pueblo son porque sus papás tienen huertas de aguacate y los fines de semana viajan a las ciudades para ir de compras o de paseo. Los que tienen este tipo de recursos lo hacen con fines de ostentar, de que se le reconozca entre el grupo de amigos que es el que “tiene más” y puede conseguir casi todo lo que desea si está al alcance de los bolsillos de sus padres. El futbol entre los niños promueve sensaciones de superioridad por la pertenencia de productos, de objetos, por complementar un álbum.
El hijo de una madre soltera, que casi vive el día con los gastos escolares y alimentarios, me decía que él quería un álbum del mundial como el que tenía su compañerito con mayor disposición económica, pero que su mamá le había dicho que no les alcanzaba.
En una nota del periódico Reforma sobre “cuánto cuesta llenar el álbum del Mundial Qatar 2022 dice que “coleccionar el álbum te costaría alrededor de $3200 pesos y si no implementas la estrategia adecuada podrías gastas hasta $17000”. Insisto, no todos disponemos de esa inversión y los niños terminan resignándose y contemplando a sus compañeros que lo consiguen. Al rendirse con los juegos de azar que marca la mercadotecnia la mayoría de los niños dejan su álbum incompleto o nunca lo consiguen (eso registré el mundial pasado, veremos qué curso tiene este).
El futbol como deporte si bien genera ganancias también permite soñar en las canchas de la escuela y en las calles donde se juega. Les genera identificación y se usa como pretexto de socialización en las escuelas primarias de las ciudades y de los pueblos. seguro no solo en el contexto en los que observo, sino en todo el mundo.
El futbol tiene resonancias expansivas en las niñeces que debemos aprender a captar y los dibujos expresan la visión del futbol desde la niñez: ese juego que relaciona, que domina, que se intensifica, que se siente, que emociona y que influye en nuestras identificaciones de vida. En el siguiente dibujo Rafael en 2019 representó cómo es su sueño como jugador de futbol: donde todos lo admiran por sus movimientos en la cancha y donde le gustaría pasar la mayor parte del día.
Como exploradores de niñeces les invito a buscar los sueños cotidianos que este deporte genera y cómo está atravesado por ejes de diferenciación en la vida que no es sólo el económico sino el de género del que escribiremos en otro escrito.
Referencias
Dunning, E. (2003). El fenómeno deportivo. estudios sociológicos en torno al deporte, la violencia y la civilización. Paidotribo.