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La cumbre global de ultraconservadores finalizó sus trabajos, y deja tras de sí una derecha mexicana que comienza a articularse de formas más complejas y peligrosas
Texto: Alejandro Ruiz / Pie de Página
Fotos: CPAC y Alejandro Ruiz
Los aplausos no cesan en el auditorio. Rostros eufóricos, sonrientes, enrojecidos, gritan casi al unísono: “¡Que viva cristo rey!”.
En el estrado, un orador habla con firmeza: “Poco a poco está surgiendo una nueva generación de líderes coherentes, comprometidos a dar la batalla por una sociedad libre”. Los aplausos vuelven, y en automático el público le revira: “¡presidente, presidente, Eduardo presidente!”.
Hasta hace unos días el nombre de Eduardo Verástegui pasaba desapercibido en la escena política nacional. Sin embargo, en las últimas semanas, durante las movilizaciones de la oposición contra el presidente Andrés Manuel López Obrador, su nombre comenzó a escucharse con fuerza entre los sectores de la derecha. Y ahora, el actor y excantante es el nuevo rostro del ala conservadora radical en México, pese a no contar con una carrera política en el país.
El foro en el que habla no es un lugar cualquiera; estamos en la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), un espacio internacional que desde la década de los 70 del siglo XX congrega a líderes e ideólogos mundiales del conservadurismo. Eduardo Verástegui es su presidente en México.
Entre las filas de la CPAC están políticos como Donald Trump, Jair Bolsonaro y Lech Walesa; así como intelectuales y figuras religiosas del mundo, muchas de ellas ubicadas en el espectro del conservadurismo radical, y a veces catalogadas como fascistas. Sus fundadores, Matt y Mercy Schlapp, crearon este espacio con el objetivo de combatir el avance del comunismo durante la segunda mitad del siglo XX, en plena Guerra Fría.
No obstante, entre el público que escucha atento, la palabra fascista es mal recibida. No están de acuerdo en que se les califique así. “Nos dicen violentos, pero no lo somos, violentos son los comunistas. Nosotros somos conservadores, no fascistas”, dicen.
Su agenda, aseguran, es marcada por tendencias y políticas “en defensa de la familia, la vida, contra el comunismo y por la libertad”. Aunque en realidad sus políticas se han encaminado a la penalización del aborto, así como en contra del matrimonio igualitario, los derechos de las personas trans, y cualquier política que venga de un gobierno que ubiquen en el espectro de la izquierda, se defina comunista o no.
A Verástegui lo elogian, le aplauden de pie, y le dicen valiente por “atreverse” a traer a la CPAC a México. Esto, en medio de una ofensiva de la oposición hacia el gobierno de López Obrador. “Es la primera vez que CPAC se realiza en un país de habla hispana”, dice el actor con orgullo frente al micrófono. Y agrega: “Vamos a pelear por la libertad”.
Verástegui baja sonriendo del estrado. Las luces se encienden, el auditorio está a su máxima capacidad de más de mil personas. ¿De dónde han salido estos hombres y mujeres? ¿Quiénes son? ¿Es este el verdadero rostro de la derecha mexicana? ¿Por qué deciden salir ahora? Quizá entre estos pasillos haya respuestas.
“No tenemos miedo a decir lo que pensamos”
Santa Fe, en la Ciudad de México, es un retrato vivo de los contrastes y la desigualdad que se viven en esta urbe. Así como es considerado uno de los lugares más exclusivos en la capital del país, entre sus calles deambulan y habitan trabajadores que diario van y vienen para limpiar casas, servir comida o trabajar en hoteles y centros comerciales. Tal vez por eso, la CPAC escogió este lugar para su realización.
Las camionetas de lujo llegan al hotel Westin. Las reciben los vallets, les abren las puertas. De ellas bajan mujeres y hombres con ropas caras, relojes costosos y joyería fina. Entran sonrientes por la puerta giratoria. En el vestíbulo una mujer alta, de piel blanca y con el cabello oscuro, les recibe:
“Hola, bienvenidos, ¿vienen a CPAC? Pasen por aquí para el registro”. Bajan una escalera eléctrica que lleva al sótano, donde las computadoras y muchachos trabajan rápido para recibir a los asistentes y a la prensa. Dan un gafete que piden portar todo el tiempo en el hotel. “Prensa” “Asistente” “Voluntario” “VIP” son las distinciones que se leen en estos. Después, un filtro de seguridad separa a reporteros y asistentes. Los guardias, contratados de una empresa privada, piden dejar cualquier objeto de metal en una bandeja. Pasan su escáner sobre los cuerpos de los asistentes. Revisan. Indagan las mochilas o maletas. “Bienvenido a CPAC”, dicen.
Adentro, stands de medios de comunicación, de organizaciones religiosas, editoriales, y organizaciones sociales se ven en los pasillos. También hay cables, cámaras, micrófonos, salas de prensa y estudios improvisados para una cobertura televisiva.
–¿Ustedes de qué medio son? – pregunto a un muchacho con una cámara
–Venimos de Voz Media– responde.
Nunca había escuchado sobre ese medio, e investigando un poco más me doy cuenta que es un canal digital en los Estados Unidos con contenidos en español. Su audiencia son migrantes latinos, migrantes conservadores, pues su línea editorial se define con esta tendencia política.
Los asistentes deambulan por los stands. Venezolanos, brasileños, mexicanos y cubanos son mayoría. También hay europeos. Algunos se abrazan, se saludan como si se conocieran de años. Ningún rostro me resulta familiar hasta que veo a Eduardo Bolsonaro, el hijo del presidente brasileño, Jair Bolsonaro. La gente lo rodea, le pide fotos como si fuera una celebridad. Algunos reporteros nos acercamos, Eduardo Verástegui es corto con sus palabras. Horas más tarde dirá todo lo que tiene que hablar, pues es uno de los panelistas estelares de la CPAC.
Un grupo de monjas con sus hábitos, acompañadas de sacerdotes también llegan apresuradas. A su lado, un grupo de jóvenes católicos sonríe afuera del auditorio donde se celebrará la conferencia. Todos de piel blanca, algunos de cabellos rubios y ojos azules.
–¿Ustedes por qué vienen a la CPAC?
–Pues porque somos conservadores y estamos defendiendo la familia y la vida desde la concepción– responde.
–¿Por qué te dices a favor de esos temas? ¿Qué representan para ti?
–Porque es lo que hay que hacer: defender la vida y la libertad. Pero eso nos cuesta censuras, ¿verdad? Nuestras ideas no son bien recibidas por la sociedad, pero ya es hora de que no tengamos miedo a decir lo que pensamos.
Sus palabras me resuenan hondo. En toda la jornada esta consigna es repetida con fervor por casi todos los panelistas. ¿Se puede hablar de censura cuando los discursos que se acallan promueven el odio en contra de poblaciones marginadas? La pregunta se me ahoga entre los dientes.
Horas más tarde, afuera del hotel, un grupo de colectivos antifascistas se congrega para encarar a los conservadores.
No puede ser que toleremos que estas personas vengan a propagar el fascismo y los discursos de odio en México. No puede ser que recibamos a Eduardo Bolsonaro, un fascista. No puede ser que como sociedad permitamos esto. Los fascistas no pasarán, y aquí venimos a encararlos”, dijo Marcia Zarquis, brasileña y antifascista.
“Lobos vestidos de ovejas”
Antes de iniciar con los trabajos, la CPAC ofreció una misa católica en un salón del hotel: el salón Cerezo. Su tamaño no es muy grande, y hay pocas sillas en la habitación. La gente llega y se sienta, otros tantos se quedan de pie al fondo. Frente a ellos, un altar improvisado sostiene una biblia, un cáliz y ostias. Llegan un sacerdote y un sacristán.
La misa transcurre con normalidad, con todos los momentos protocolarios hasta que llega el evangelio. Durante este momento el sacerdote dirige unas palabras a los asistentes y bendice los trabajos de la CPAC. “Que esté momento sirva para generar ideas que hagan frente a la crisis que vive el país”, dice. Todos asienten. Después se dan la mano en señal de paz. Reciben la comunión. Sonríen.
Horas más tarde, ya en el auditorio, Verástegui caracteriza la crisis a la que harán frente. Pobreza, desigualdad, violencia, inseguridad, migración, desplazamiento, son conceptos recurrentes en su discurso. Todos estos fenómenos, aclara, son responsabilidad de la izquierda gobernante, “de los comunistas, del socialismo”, enfatiza. “Por eso hay que combatirlos”.
Parece una locura, una afirmación tramposa, pues en este país nunca antes había existido un gobierno que se definiera a la izquierda, y es improbable que antes de 2018 México fuera una utopía sin estos problemas. Nuestro país siempre ha tenido más gobiernos conservadores que incluso de centro. Pero durante los trabajos de este evento no hay ninguna reflexión sobre su responsabilidad en esta crisis actual.
“Nosotros somos la verdadera derecha”, dice el actor en el micrófono.
Y aunque hay quienes dicen que también lo son, en realidad son lobos disfrazados de ovejas. Los conservadores somos la verdadera derecha, y nunca vamos a negociar con quienes no defiendan a la familia y la vida antes de la concepción”.
La frase se la dedica a Claudio X. González, “y a otros más que no diré, porque no quiero chismes”, acusa.
Tanto para él, como para el cúmulo de asistentes a la CPAC, sólo se puede ser de derecha cuando se asume el conservadurismo. “De nosotros, para allá, todo está a la izquierda”, añade después.
Pero no todo es tan simple. El enemigo, su enemigo, “los comunistas, los woke, las feministas y los progresistas” no dan tregua. Entonces, reflexionan desde la CPAC, lo que urge a los conservadores es tejer una agenda en común para combatir al enemigo.
“No hay que perder de vista que lo que necesitamos en la derecha es la unidad entre quienes coincidimos con agendas políticas en común. No hay que perder de vista que nuestro enemigo es uno: el comunismo, el progresismo, la izquierda. Hay que abandonar esa visión sectaria, conocer nuestra historia como conservadores, y hacer alianza y frente en común para eliminar a nuestros enemigos”, dijo Fernán Altuve – Febres – Lores durante uno de los foros. Fernán es peruano, conservador, y uno de los intelectuales más destacados en esta corriente política.
En realidad, Fernán plantea la construcción de un programa político que le sirva a la derecha para enfrentar la hegemonía progresista en la región. Hablan de la unidad entre conservadores, liberales y todo el espectro que puede llegar a oponerse al progresismo y la izquierda. Pero también insiste: quienes tienen que construir la dirección ideológica de ese bloque son los conservadores. El ala radical.
El partido que México necesita
Su planteamiento hace eco entre los asistentes, particularmente en los mexicanos. Horas más tarde, en el resto de los foros, las intenciones de esta CPAC se perfilan hacia la construcción de un partido conservador en el país.
La Conferencia es, en realidad, un espacio para discutir rutas, estrategias y principios. Por eso la presencia e insistencia de Lech Walesa, Seve Bannon, Eduardo Bolsonaro y Ted Cruz en analizar cómo es que ellos lograron “derrotar al comunismo en sus países”.
Por eso, personajes como Rosi Orozco, Miklos Lukacs, Jack Posobiek, Karina Yapor, Elsa Méndez, Mark Green, y otros, no dudan en negar la existencia de las personas trans, mientras apuestan a teorías conspiranóicas. Teorías como la que presenta Miklos al asegurar que la tecnología actual está hecha para dominar las mentes y cuerpos de los seres humanos, y está ligada al cambio de sexo; y que todo en realidad pretende eliminar a los humanos. Otros personajes usan a las víctimas como medio para dar caridad, que promueven el odio contra la izquierda y todo aquel que se oponga a su agenda.
¿Contra qué se enfrentará la izquierda próximamente? Contra una derecha que comienza a articularse de formas más complejas. Contra una derecha que por principios llevará la misoginia, el clasismo y el racismo. Y aunque esto lo tienen claro los conservadores, en la izquierda las batallas parecen ser entre ellos mismos, y no contra quienes amenazan esencialmente su libertad.
La imagen del inicio, el grito eufórico que alentaba a Verástegui y su discurso, cobra otro sentido, pues no es menor pensar que se vienen tiempos difíciles, donde la radicalidad conservadora puede ganar batallas en un país polarizado y profundamente misógino, racista y clasista.
“México es conservador, no tengo duda en eso”, dijo Verástegui sonriendo frente a las cámaras. Posando para fotos. Tal vez sea consciente, o no, de que la puerta que ha abierto puede llevar a caminos peligrosos. Tal vez sea consciente, o no, de lo que su nombre va a llevar de cara al 2024.
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