Maroma
Por Liliana Sarahi Robledo / Maroma: observatorio de Niñez y juventud
La telenovela es un formato televisivo para contar historias en tono de melodrama, un producto cultural que responde a las necesidades de reconocimiento de las masas desposeídas de mayores relatos. La telenovela es un éxito industrial, comunicativo y cultural porque responde a las necesidades del televidente, que ve la pantalla para entretenerse, escapar en la ficción al tedio cotidiano, identificarse emocionalmente, concretar el deseo de encontrar el amor. ¡EI amor, el único éxito posible para los pobres! La telenovela se produce y se ve, se cuenta y se disfruta porque por allí pasa mucho de lo que somos o deseamos ser los latinoamericanos y pobres del mundo. Si es así, la telenovela debe dejar de ser pensada desde los contenidos y las audiencias para pasar a ser comprendida como una máquina de narrativa popular; fuego simbólico que emociona a millones de seres anónimos; estrategia cultural para hacer visibles las estéticas y morales de lo popular; lugar de historias-espejo en el cual nos encontramos para significar como colectividad (Rincón, 2008).
La televisión está en casi todas las casas de los pueblos y ranchos de la Sierra de Jalmich y los niños y las niñas son consumidores de los contenidos que ahí se promueven. La historia a la que haré referencia fue en 2018 cuando realizaba sondeos de los juegos, las formas de jugar y los juguetes de la chiquillada. Fue previo a la expansión digital en la zona cuando se le invertía más tiempo al contenido que se promovía en la tv que en las redes sociales. La experiencia fue captada en un hogar donde la televisión estaba casi todo el día encendida mientras la madre hacía labores domésticas: la televisión acompañaba el día a día mientras los hijos estaban en la escuela y el esposo en la huerta como asalariado.
Cabe señalar que las telenovelas en el pueblo están consideradas por los hombres como un consumo para las “viejas”. No es bien visto por los hombres mayores o los esposos que un niño estuviera con su mamá viendo las telenovelas, a menos de que sea bebé. Incluso los mismos niños se resistían a las escenas dramáticas que se presentaban. Con las chiquillas no había ese “pendiente” porque la mayoría de ellas empiezan a identificarse con el contenido que ofrecen las telenovelas, es un gusto que se comparte entre las mujeres y las niñas en algunos hogares.
Las chiquillas espectadoras, que asistían a quinto año de primaria, solían platicar durante el recreo los posibles desenlaces del protagonista de la imagen que se promueve como el guapo, la mala, la noble y a la que todo le pasa: el drama que se promueve en la construcción de una relación. En una de las entrevistas que realicé en esa época, Martha de diez años expresaba que veía las novelas con su mamá porque ya era grande, había dejado de ser niña. Ella pasaba la mayor parte de su tiempo libre en las tardes y en las noches frente al televisor. No le gustaba salir a jugar con las chicas de que vivían por su calle porque “ellas todavía juegan a cosas de niñas y no me gusta ya ser así”. Para Marta, y otras niñas las telenovelas pueden ser el sustituto del tiempo de juego, es decir, son para pasar el tiempo de ocio.
Las telenovelas que Martha disfrutaba de la televisión en ese momento eran La rosa de Guadalupe, Como dice el dicho, Corazón indomable, Cuando me enamoro, El privilegio de amar, Una familia con suerte, Mi marido tiene más familia. Las telenovelas que se convierten en favoritas de las mujeres y las niñas son cambiantes porque dependen de los contenidos que promuevan las principales cadenas televisivas que se transmitían por la señal televisiva en los pueblos de la Sierra. La gama de telenovelas se incrementó al pasar los años con las plataformas de entretenimiento por las que pagamos y donde se transitó de la televisión a Netflix o YouTube.
Los contenidos de casi todas las telenovelas que nombra Marta suelen proyectar historias sentimentales de relaciones amorosas, drogadicción, infidelidades, muertes, traiciones, fiestas y el triunfo de la gente buena que es asediada por la malvada. Marta menciona en las entrevistas que lo que más le gusta de las telenovelas es “cuando me pongo atenta a todo lo que está pasando: cuando salen a fiestas las muchachas o así. Que salen con sus amigos, van a la escuela y que quieren conseguir novio. Cuando se enamoran de una manera bonita”.
En este contexto Marta compartió su enamoramiento con un joven de primero de secundaria y la forma como ella le declaró su amor. Por el trabajo de su mamá, ella tenía la oportunidad de ir todos los días a la salida de la secundaria y encontrarlo, en su mochila llevaba un cambio de ropa que se ponía en el baño cuando tocaban la campana de salida de la primaria. El cambio de ropa era una blusa con escote, un short o un pantalón que le quedara pegado para mostrar un poco más su cuerpo. Además, se ponía perfume y mejoraba el aspecto de su cabello para estar presentable en el momento en que se encontrara fuera de la secundaria con el chico que ella quería.
Marta ya le había platicado a su mamá, a sus tías y a las vecinas con las que convive continuamente de su enamoramiento con este chico de secundaria y, según ella, ninguna se opuso a que estuviera enamorada porque al parecer lo veían como un juego. Como la mamá no notaba respuesta del adolescente hacia su hija, dos años menor que ella, no le preocupaba el juego de emociones e ilusiones que Martha expresaba continuamente y lo asociaba con las escenas “románticas” que aparecen en las “novelas”. Pero Marta y su mamá eran cautelosas para que la noticia de este enamoramiento no llegara a los oídos del papá por las reacciones de conflicto que podrían acarrear, especialmente para la mamá debido a su complicidad. En las pláticas con las vecinas la mamá de Marta compartía el enamoramiento de su hija y se reía del mismo como si fuese algo normal. Según Marta hasta la familia del chico ya sabía que ella lo quería. Dice que sólo ha hablado con él dos veces de frente, pero le basta con verlo para darse cuenta de que “él es el chico más guapo de todos y que siempre lo amará”.
En la escuela se desarrollaban juegos asociados con el enamoramiento como “el corazón” para compartir los nombres de los chiquillos que les gustan. El objetivo del juego es adivinar con quién te vas a casar, dónde, cuándo, el lugar de la luna de miel y cuántos hijos van a tener. Jugarlo consiste en colocar un corazón grande en medio de la hoja, poniendo en el centro la edad de la niña que es la protagonista del juego y en las orillas tres nombres de los niños que le gustan; los tres lugares donde le gustaría vivir (castillo, playa, palacio), los tres nombres de países o ciudades en donde se ubican estas residencias y los tres números de su preferencia. Los datos puestos en las partes izquierdas y derechas de la hoja donde se hace la adivinanza se van descartando por la edad que tiene la que responde. Por ejemplo, una niña de diez años cuenta hasta diez en las tres opciones donde colocó el nombre del niño y va descartando hasta que se queda con uno; así se repite en cada apartado de opciones. Un ejemplo del resultado de adivinanza del juego de corazón quedaría de la siguiente forma: “te vas a casar con Guillermo, en París, te vas a ir de luna de miel a Dubái, a los 20 años, y vas a vivir en un castillo”.
En varias entrevistas descubrí que algunas chiquillas ya tenían elaborados su discurso acerca de las ganas de ser novia del niño que les gustaba o de besar a alguien tal y como lo hacían en las telenovelas. Las chiquillas que los expresaban provenían principalmente de los grados de tercero, cuarto, quinto y sexto. Cuando indagué con niñas y niños sobre las expresiones de afecto como los abrazos, los besos, las caricias solían remitir a escenas que habían visto en la televisión.
También encontré contenido sexual en las proyecciones que realizaban dentro de las escuelas donde están explorando sus cuerpos por medio del juego y alejados de las miradas adultas. Por ejemplo, cuando las niñas juegan a los papás, a los novios, a casarse o a representar la telenovela. Estos dos juegos para representar los afectos pueden ser teatralizados por las jugadoras o a través de las muñecas “Barbies” que se convierten en el medio para expresar el afecto que ellas tienen con los novios o los esposos imaginarios. Son juguetes que sirven como acompañantes y que suelen usarse para representar relaciones de noviazgo o de afecto.
El contenido de las imágenes que presentan las telenovelas son proyecciones ideológicas que propician que las espectadoras asocien los afectos como el amor, la tristeza, el rencor, los celos, los deseos, la diversión, la amistad en sus acciones de la vida cotidiana. ¿Qué implicaciones tiene que las chiquillas están recibiendo contenidos ideológicos que se proyectan en las telenovelas respecto a su formación como sujeto social? Los sentimientos que generan las telenovelas dejan en las chiquillas información de cómo le hacen otros (los actores) para establecer relaciones amorosas, mantener las relaciones de amistad que dan “seguridad” para andar por la escuela y la calle respaldada de sus amigas, cómo presentan su aspecto exterior ante los ojos de quienes los rodean. En estos procesos de promoción ideológica romántica las chiquillas construyen sus identificaciones, sus referentes de conocimiento y establecen relaciones con estos principios.
Considero que el camino de la educación deconstructiva de los ideales románticos que se promueven en los canales de consumo de las niñeces podría amortiguar y atender los efectos emocionales y corporales que padecen algunas niñas en ranchos y pueblos que aún están regidos por las diferencias de género. Que las incidencias para promover la reflexión les permitan construir otros trayectos de vida posibles.
Referencias
Rincón, O. (2008). La televisión: un formato antropófago. Chasqui. Revista Latinoamericana de Comunicación, (104), 48-51. Recuperado de https://revistachasqui.org/index.php/chasqui/article/view/3.