Jóvenes indígenas urbanos, un colectivo que ha sentado las bases de la ciudad intercultural

La organización colectiva ha sido una forma de resistencia frente a las dinámicas discriminatorias contra las personas indígenas que han migrado a la ciudad de Guadalajara. El artículo la autoría de los Jóvenes Indígenas Urbanos en la ZMG y recién publicado por el ITESO recopila las experiencias de racismo y exclusión, pero también de resistencia a través de la interculturalidad.  

Por Ximena Torres / @ximena_tra 

Los y las integrantes de Jóvenes Indígenas Urbanos en la ZMG (JIU) dejaron de lado el papel de “objetos de estudio” que por años les asignó la academia para recordar que son sujetos capaces de producir conocimiento. Lo hicieron con el propósito de reconocer sus propias experiencias como personas migrantes y compartir lo que han aprendido de ello: lo que es la interculturalidad, por qué le apuestan a este modelo de ciudad y quién tiene la responsabilidad de construirla.  

“Nos dimos cuenta de que hablar de nuestra identidad desde nuestras voces era valioso e importante y que nos ayuda a comprender quienes somos” dice Ana García Cortez, ñoo da’vi (mixteca) originaria de la sierra norte de Oaxaca e integrante de JIU.  

Sus reflexiones se plasmaron en el artículo “El colectivo Jóvenes Indígenas Urbanos: construir diálogos por una ciudad intercultural”, incluido en el libro “Diversidad migratoria en Guadalajara y Chapala” publicado recientemente por el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO).  

Para la construcción del texto los y las integrantes de JIU designaron a Ana García y Antonio Hayuaneme García Mijarez, integrante del pueblo wixárika, para ser coautores junto con Carmen Díaz Alba, doctora en Ciencias sociales y académica del ITESO. Se utilizó una metodología horizontal con perspectiva de género y se acotó a las vivencias de personas indígenas con alta escolarización que han migrado a Guadalajara. Específicamente los y las integrantes de JIU.  

Entre lo presentado se dio a conocer que hay dos tipos de experiencia migratoria, la que hicieron las y los jóvenes indígenas en solitario y aquella vivencia acompañada por núcleos familiares completos. En lo que coincidieron la mayoría fue en los motivos para moverse a Guadalajara: la precariedad y búsqueda de trabajo.  

Además, estuvieron de acuerdo con que expresar su identidad y su origen les fue difícil por ser constantemente cuestionados y señalados en sus contextos cotidianos. Por ejemplo, en los entornos escolares.  

“En mi comunidad siempre hablábamos nuestra lengua y era normal, pero cuando me empezaron a llevar a la escuela y hablaba en ñoo da’vi los compañeros me criticaban y la maestra me decía que estaba mal que lo hiciera” compartió Ana García el pasado 22 de octubre, cuando las y el autor presentaron el artículo en La Coyotera Radio.  

Gisela Carlos Fregoso, doctora investigadora sobre racismo y blanqueamiento, y Blanca Rocío Moreno, historiadora y comunera de la comunidad coca de Mezcala, también estuvieron en el evento para comentar lo publicado.  

La educación básica fue entonces el primer enfrentamiento a los dos mundos en los que sentían que vivían varios de los y las integrantes de JIU. “Entre las experiencias comunes aparece la vivencia del racismo y la sensación de vivir dos culturas e identidades contrapuestas, en apariencia una superior a otra” presenta el artículo.

Más tarde, en los espacios de educación superior una de las críticas de “los JIU”, como se nombran ellos mismos, fue el reconocimiento de lo indígena como algo de un gran pasado, pero que desaparece en lo contemporáneo.  

Gisela Carlos Fregoso agregó que la “castellanización”, como el proceso de establecer el español castellano como lengua hegemónica, fue uno de los elementos más violentos del blanqueamiento de Guadalajara, que también llevó al despojo contra las personas indígenas que en realidad “siempre han habitado los espacios de la ciudad”.  

Así los y las integrantes de JIU nombraron y agruparon vivencias de racismo, discriminación y exclusión de espacios por reglas no escritas. Pareció que su historia e identidad se volvió algo que tenían que cargar.  

Del hartazgo y la indignación surgió la organización de los jóvenes para la construcción de una ciudad intercultural, que definieron como aquella que se contrapone al “imaginario de una ciudad exclusiva para ciertas apariencias e idiomas, identidades y culturas, formas de vida y de desarrollo supuestamente superiores a las de los pueblos indígenas”. 

“JIU quiere combatir estos imaginarios y construir la idea de que, tanto en la ciudad como en el país no existe una mayoría mestiza y una minoría indígena, sino muchos grupos con culturas y formas de vida diferentes, algunos indígenas y otros no” explicó Ana García.  

A partir de ese ideal o “utopía”, como la llamó Rocío Moreno, el artículo recopiló las estrategias de resistencia colectiva de JIU. La primera es la propia existencia del colectivo, pues sus integrantes la han reconocido como un espacio para reconocer y fortalecer su identidad.  

Desde su fundación en 2014 quienes integran JIU han organizado cursos sobre racismo, interculturalidad, lenguas y derechos, eventos culturales públicos que visibilizan la diversidad y han participado con universidades, instituciones de gobierno y otras asociaciones civiles.  

A través de los años de trabajo y reflexión se dieron cuenta de que formar parte de los dos mundos es lo que les permite aportar tanto a sus comunidades de origen como a la ciudad que habitan. “Conocen ambos mundos, construyen nuevas formas de organizarse y de trabajar para el bien común” escribieron en el artículo.  

¿Qué vas a hacer tú para construir una ciudad intercultural? 

Durante y después de la presentación en La Coyotera Radio, las comentaristas y los propios participantes discutieron por qué el racismo contra las personas indígenas es algo que debe interpelar a todos y todas. También se preguntaron quiénes son las personas responsables de construir la ciudad intercultural.  

El artículo dio la respuesta: “en JIU han sentado las bases para la ciudad intercultural, cuya construcción es responsabilidad de todas y todos”, dice el final del texto.  

Lo que falta es la iniciativa, pues todas las personas debemos cuestionarnos, leer y aprender al respecto “sin esperar desde la comodidad a que nos digan qué hacer”, dijeron Carmen Díaz y Antonio Hayuaneme.  

Por otro lado, el racismo debería interpelar a todos y todas por empatía, pero también porque este tipo de discriminación y la “castellanización” alcanza a muchas personas más fuera de las comunidades indígenas, por no dominar la supuesta hegemonía del español, explicó Gisela Carlos. 

De acuerdo con las investigaciones recuperadas en el artículo, hasta 2019 el número de personas que podrían considerarse indígenas en la ciudad de Guadalajara asciende a 217 mil 765, lo cual representa 4.9% de su población total.  

Aquí puede consultar el artículo “El colectivo Jóvenes Indígenas Urbanos: construir diálogos por una ciudad intercultural” completo.  

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Ximena Torres
Ximena Torres
Estudiante de periodismo, fotógrafa y reportera feminista trabajando por hacer el periodismo en el que creo. Interesada en temas como justicia para las mujeres, salud, movilidad e interculturalidad. Ganadora del Premio Jalisco de Periodismo 2019.

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