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Además de diabetes y obesidad, el consumo de bebidas industriales azucaradas está asociada a afecciones de órganos, huesos y cognición
Texto: Kennia Velázquez / @KenniaV / POPLab
Imágenes: Pinche Einnar
Ofrecen refrescar, hidratar y su publicidad los asocia a momentos de alegría con amigos y familia. Pero nada más lejos de la realidad, investigaciones serias han asociado a los refrescos a diferentes enfermedades además de la obesidad y la diabetes.
Además de caries, las bebidas carbonatadas provocan la desmineralización del esmalte, y generan un “impacto químico en los tejidos duros de los dientes”, una investigación de la Universidad Veracruzana encontró que “la bebida con mayor efecto erosivo fue la Coca-Cola”, después de haber analizado varios estudios tanto in vitro como clínicos.
El doctor Simón Barquera, presidente electo de la Federación Mundial de Obesidad, explica que el consumo de refrescos afecta a varios sistemas del cuerpo, como la microbiota intestinal, pero si se consume más de una bebida azucarada al día hay mayor riesgo de enfermedad inflamatoria intestinal.
“Otro efecto preocupante es que cuando se consume azúcar de manera regular y sobre todo si es líquida, contribuye a generar un problema que se llama hígado graso, esto significa que el hígado va fabricando grasa y eso compromete la función hepática y puede incluso llegar a generar cirrosis. Se estima que en México la mitad de la población tiene hígado graso”.
En 2021 las enfermedades del hígado fueron la sexta causa de muerte a nivel nacional.
Barquera, señala que la ingesta regular de azúcar:
“genera un estado de inflamación en el cuerpo, se llama inflamación crónica de baja intensidad es decir las moléculas y proteínas inflamatorias que fabrica el cuerpo están más elevadas en las personas que tienen un alto consumo de bebidas azucaradas y este es un indicador de respuesta inmune comprometida”.
Esta inflamación crónica también afecta al corazón, pues se “genera un entumecimiento de arterias y venas cuyos daños se vuelven causa de infartos o accidentes vasculares” explicó el también director del Centro de Investigación en Nutrición.
Por supuesto también tiene un impacto en los riñones, porque tienen que filtrar lo que se ingiere:
“Esos son algunos de los daños más directos, pero hay muchos indirectos, como las enfermedades articulares, problemas de espalda, de columna, infecciones respiratorias y otros problemas ligados a enfermedades autoinmunes y cáncer”, agregó Barquera.
Algunas investigaciones relacionan el cáncer de hígado y de páncreas con la ingesta de refrescos.
Las empresas refresqueras, además de endulzar con azúcar, lo hacen con fructosa, un edulcorante a base de maíz que es mucho más barato, se ha asociado a la hipertensión, resistencia a la insulina, diabetes mellitus, hígado graso no alcohólico, diarrea crónica, síndrome de intestino irritable, entre otras.
Para el doctor Barquera, la fructosa resulta aún peor que el azúcar, y
“peor en los niveles en los que está siendo consumida en México y por la forma en la que se está agregando a todos los productos, además la fructosa generalmente se hace de maíz transgénico que se cultiva utilizando herbicidas y se han encontrado trazas de éstos en los alimentos. Hay una serie de aspectos que desconocemos, pero que generan mucha preocupación”.
El investigador explica que aunque los refrescos hechos en México se promocionan como que tienen azúcar y no fructosa, no es así.
“La realidad es que tienen azúcar y fructosa y los niveles de una y otra los deciden dependiendo del precio en el mercado, o sea, no es como una formulación fija. Ambos son igual de poco confiables respecto a los daños que generan en la salud”.
La industria refresquera ha promocionado sus productos cero azúcar como una opción saludable, pero los edulcorantes tienen también sus riesgos y no son menos dañinos. Estos ingredientes están relacionados con aumentos de insulina, los investigadores creen que con la ingesta crónica de edulcorantes no saludables “los cambios menores en los niveles de insulina pueden contribuir a un eventual aumento de peso, ya que es una hormona anabólica conocida por promover la ingesta de alimentos y el almacenamiento de grasa”.
Y también altera la recompensa del sabor dulce en el cerebro en personas:
“que consumen regularmente refrescos de dieta, y esto está asociado con el grado de consumo. Estos hallazgos pueden proporcionar una idea del vínculo entre el consumo de refrescos de dieta y la obesidad” se indica en una investigación de la Universidad de San Diego.
Además el consumo de edulcorantes bajos en calorías que contienen algunas bebidas, puede cambiar los tipos de bacterias que se encuentran en el intestino y provocar una regulación deficiente de los niveles de glucosa. Investigadores australianos encontraron que agregar edulcorantes a las dietas de personas sanas y no diabéticas durante dos semanas fue suficiente para impactar sus organismos.
El doctor Barquera asegura que:
“preocupan mucho los edulcorantes por varias razones: una importante es que los siguen usando en combinación con azúcar, es decir, en muchos casos no es un reemplazo, sino es una mezcla que provoca un estímulo sobre nuestras papilas gustativas, sumamente agudo, se perciben mucho más dulces y esto tiene efectos metabólicos, es decir, en la respuesta endocrina”.
A pesar de los daños que genera a la salud, las personas siguen consumiendo refrescos porque éstos generan adicción, “contienen azúcar líquida que genera una sensación inmediata de bienestar, que sube un poco el ánimo combinado con la cafeína. Pero a largo plazo lo que generan es una carga terrible para el organismo”.
Daños en infantes y adolescentes
Los refrescos tienen un impacto mayor en niños, niñas y adolescentes. Julieta Ponce, directora de Intervención en COA Nutrición explica que una taza diaria de este tipo de bebidas aumenta el riesgo de depresión en esta población. Pero no sólo esto, sino que el consumo de refrescos de cola:
“son la puerta de entrada para la adicción a drogas y otras sustancias. Lo que investigadores han observado, es que, en particular personas adolescentes con un consumo frecuente, es decir de 3 a 4 veces por semana de bebidas de cola tienden a consumir de manera exagerada alcohol desde etapas tempranas”.
La experta expuso que la evidencia científica muestra que es tan grave consumir refrescos light como los normales. Un estudio de la Universidad de Texas ha demostrado que los dos tipos de refrescos provocan “anormalidades y disfunciones cerebrales que podrían afectar de manera particular a población escolar con problemas de demencia y de memoria”.
Ponce señala que hay estudios que demuestran que si una mujer consumió refrescos durante el embarazo afecta a la cognición del bebé.
La nutrióloga alerta que:
“hay una relación entre el consumo de bebidas azucaradas y el síndrome de déficit de atención e hiperactividad. Hay mucha más evidencia que está afectando los procesos de aprendizaje, construcción de soluciones y que cuando las personas dejan de beber refresco podrían tener efectos que ya podrían ser irreversibles al menos por una década”.
Ponce recuerda que las bebidas “con cafeína, con azúcares industrializados y bicarbonatadas, con tan solo dos veces por semana que se consuman” afectan el sueño de infantes y adolescentes.
¿Todavía se te antoja un refresco?
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Este trabajo fue realizado por POPLAB, parte de la alianza de medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes leer la original.