Sic Semper Tyrannis

Todo es lo que parece

Sólo los resentidos y los débiles hacen lecturas desde la soberbia. Esa es tal vez la razón de que haya tan poca crítica de altura.

Leonardo da Jandra. Mínimas

Por Igor Israel González Aguirre / @i_gonzaleza

El año pasado escribí en este espacio algunas líneas acerca de una breve docuserie que recién se estrenaba en Netflix, y que de una u otra forma explora las expresiones más exacerbadas del poder político; particularmente la llegada al gobierno —a veces por la vía de un impulso democratizador— de personajes cuyos rasgos se revelan, una vez en el gobierno, como autoritarios y dictatoriales. Aquella producción —de calidad medianita— se titula “Cómo se convirtieron en tiranos”, y es narrada por Peter Dinklage (el entrañable Tyrion Lannister, de Game of Thrones). La gracia de la citada docuserie radica tanto en el tono desenfadado con en el que aborda la temática; como en la síntesis que efectúa —casi un manual para dummies— en torno a la ruta que ha de seguirse para construir un gobierno de corte despótico. 

Pero en esta ocasión, más que los elementos que le dan forma al mencionado manualito (de los cuales hablé en la columna citada), hay algunos aspectos relevantes que vale la pena recordar porque permiten una caracterización precisa, por ejemplo, del estilo de gobernar volátil, iracundo, del personaje que habita Casa Jalisco y que desde ahí cobra como gobernador del estado. Ello sobre todo a la luz del más reciente de una larga lista de berrinches —éste tuvo lugar en el CUVALLES, ante la Rectora del Centro y su Secretario Administrativo—. Berrinche, desde luego, protagonizado por este personaje que alguna vez llegó a pensar en él mismo como un posible candidato a ocupar la silla presidencial. y que poco a poco, a golpe de furia, se ha encargado de dilapidar su capital político. 

Es pertinente detenerse un momento en las imágenes que quedaron grabadas de este acontecimiento. Esto es así porque éstas son bastante elocuentes, ya que revelan tanto el temperamento irascible del mandatario como los contornos autoritarios que ha adquirido su gestión en lo que va del sexenio: luego de los reclamos que le hicieran las autoridades universitarias —quienes no perdieron la calma en ningún momento—, el gobernador, flanqueado por sus guaruras de cabecera, adoptó una actitud pandilleril, de bravuconería de cantina, y encaró al Secretario, mientras lo señalaba amenazante: «¡Nomás mide bien tus palabras!». En otro momento del video ocurre algo similar con la Rectora, a quien el funcionario gubernamental le advierte: «Vengo en plan tranquilo, eh. Para que midas lo que hablas».  Luego de amedrentar a la Dra. García Batiz, el gobernador le da la espalda y la ignora. Continúa con la filmación de su video propagandístico y, ya harto, decide dejar el video tal y como quedó grabado. 

¿Qué es lo destacable de la situación descrita en los párrafos anteriores? En principio, hay que señalar que lo ocurrido en CUVALLES no responde a una coyuntura específica, ni al «calor del momento». Lo que se pone de manifiesto con las amenazas de Alfaro y su séquito es su estilo de gobernar: la mano dura como regla y no como la excepción. Para comprobar lo anterior, basta asomarse a la tensa relación que sostiene el mandatario con la prensa y con los movimientos sociales; también es suficiente con prestar atención a sus reacciones frente a quien se atreve a señalar que la realidad no es como él la pinta, o sus afirmaciones acerca de que él no gobierna en redes (cuando la estrategia de comunicación política ha sido su eje desde el día uno de su gobierno). En fin, ejemplos como éstos, sobran. 

Por último, para terminar esta columna hay que volver a la docuserie que se mencionó al principio. Específicamente, es pertinente recordar algunos de los rasgos ahí se esbozan y que son comunes a aquellos gobernantes que devinieron tiranos:

1. Un culto a la personalidad que tiende a la exacerbación mediática;

2. El menosprecio de la verdad cuando ésta no les es favorable (o en su defecto, la manipulación a conveniencia de la misma);

3. El ataque sistemático a la prensa y a los medios que consideran enemigos (o por el contrario, la utilización descarada de los medios que le son favorables); y que pueden ejercer de contrapeso;

5. El reconocimiento de una lealtad súbdita y el menosprecio de hasta la crítica más ínfima;

6. La adopción de una narrativa que pretende reescribir o refundar de la historia (silenciando, desde luego, que esta reelaboración tiene como función adecuar la narrativa para que ésta quede a modo)…

¿Les suena? Ya en serio, ante los dislates de Alfaro, hay que preguntarse si ¿un temperamento volátil y colérico es el más adecuado para gobernar un estado rebasado por la violencia, que además ocupa los primeros lugares en materia de desapariciones, y que tiene encima el peso de una crisis forense sin precedentes? Pareciera que la respuesta es obvia…

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Igor I. González Doctor en ciencias sociales. Se especializa en en el estudio de la juventud, la cultura política y la violencia en Jalisco.

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