Acompañar el dolor e hilar justicia: el camino de Lidia Florencio

Hace cinco años, Lidia Florencio inició un camino y una lucha. La meta: exigir memoria y justicia por el asesinato de Diana, una de sus hijas. En esa travesía, no solo la han acompañado sus otras dos hijas, Laura y Camila, sino otras mujeres con las que ha tejido redes colectivas contra la violencia machista.

Por Kely Abigail Muñiz García, Luz María León Contreras, Paola Atziri Mondragón Paz y Saydi Andrea Ramos Aguilar / Chicas Poderosas *

Edición: Lizbeth Hernández

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Diana Velázquez Florencio nació el 4 de marzo de 1993. Le gustaba trenzarse el cabello, andar en bicicleta y ayudar a los animales. Leía libros de misterio y terror. Vendía dulces en las calles del norte y el sur de la Ciudad de México. Solía contar cómo le había ido al llegar a casa, ubicada en Chimalhuacán, Estado de México. Uno de los municipios conocidos como “ciudad dormitorio” porque miles de personas se desplazan a diario para trabajar o estudiar en la capital. Disfrutaba ganar su propio dinero. Siempre tenía presente el profundo cariño que sentía por su familia. Su sueño era terminar la preparatoria y tenía la ilusión de tener el hijo que esperaba con su pareja, a quien también quería mucho.

Así era Diana en palabras de su familia. Desde hace casi cinco años, su mamá y sus hermanas, Lidia, Laura y Camila, respectivamente, han luchado para que así sea recordada y siga viva en la memoria.

El 2 de julio de 2017, Diana fue víctima de desaparición y feminicidio en Chimalhuacán. Desde ese día, Lidia, Laura y Camila comenzaron a hilvanar una lucha contra el olvido y la impunidad, se han presentado ante distintas instancias gubernamentales (desde el Ministerio Público, la Fiscalía Municipal e incluso hasta las puertas del Palacio Nacional), buscando respuestas.

Chimalhuacán registró al menos 33 feminicidios entre 2017 y 2021 pese a ser uno de los 11 municipios que cuentan con dos Alertas por Violencia de Género, un mecanismo gubernamental que contempla, entre otras acciones, la capacitación de funcionarios para que trabajen con perspectiva de género. Sin embargo, el trato de quienes laboran en los ministerios públicos revela que no se ha cumplido con ello e incluso cuentan con poco personal, mismo que no ha podido responder a la altura de la gravedad de este tipo de violencia.

De acuerdo con Indicadores del Índice Estatal de Desempeño de Procuradurías y Fiscalías (IEDF) 2021, un análisis realizado por la organización Impunidad Cero, las fiscalías del Estado de México ocupan el segundo lugar a nivel nacional con el mayor porcentaje (46.9%) de delitos que tardaron más de cuatro horas en ser denunciados en 2020.

La familia de Diana no solo lucha por ella sino también por todas las víctimas de feminicidio, buscando transformar la realidad de las mujeres como un lienzo de tela al bordarse. Las hebras que han utilizado son la protesta, la organización con otras familias, quienes también les han compartido conocimientos y herramientas para la investigación penal, así como la resistencia basada en el acompañamiento y la ternura.

Acompañarnos, la fuerza de caminar juntas

Motivadas por sus propias experiencias de violencia en sus barrios, en los espacios de trabajo o familiares y por el dolor de madres que buscan justicia, mujeres de Nezahualcóyotl hacen del acompañamiento su motor de vida. El municipio en el que viven se registraron 143 desapariciones de mujeres en 2020 y en el 2021 fue considerado como el más peligroso para ellas con 10 feminicidios. Se entrelazan, se sostienen unas a otras como los hilos de bordar, con el fin de resistir y transformar su realidad. Tan diversos son los puntos de bordado como lo son las mujeres, sus contextos y las formas de acompañar.

La Asamblea Vecinal Nos Queremos Vivas Neza nació en junio de 2017 tras la marcha por el feminicidio de Valeria, una niña de 11 años. Distintas mujeres compartieron sus teléfonos, se organizaron y se reunieron. A través de asambleas, manifestaciones y otras acciones contra la violencia machista conocieron a familiares de víctimas y decidieron comenzar a acompañarlas. Su labor se difundió en Facebook, donde encontraron un medio para recibir denuncias y peticiones de asesoramiento o acompañamiento.

Hoy ya cuentan con un espacio para realizar y recibir talleres sobre derechos humanos, leyes, psicología y demás herramientas que les funcionen a las mujeres. Su trabajo va desde escuchar, difundir el problema, canalizar a mujeres violentadas a refugios, fiscalías especializadas u otras instituciones para seguir procesos legales, hasta acuerpar en movilizaciones o audiencias.

“Algo importante que nos gustaría desarrollar es la cuestión de la autonomía y que la banda en general no dependa de una organización y que todas las mujeres podamos defendernos a nosotras mismas y a otras”, dice Yelitza, integrante de Nos Queremos Vivas Neza.

Las redes colectivas y de cuidado entre mujeres no solo buscan justicia ante la violencia machista, también pretenden evitar que otras pasen por lo mismo. En el 2017, la Asamblea Nos Queremos Vivas Neza y la familia de Diana Velázquez Florencio se encontraron, así comenzó su bordar el acompañamiento.

Vivir y resistir en la periferia

Lejos de la visibilidad y las grandes manifestaciones de mujeres que tienen lugar en el centro de la Ciudad de México, las calles de la periferia han sido históricamente escenario de crímenes contra mujeres que son ignorados por la opinión pública.

El Estado de México es conocido como periferia no solo por extenderse alrededor de la Ciudad de México, sino por sus condiciones sociales, económicas y simbólicas frente al abandono del Estado. En 2018, el 42.7% de la población vivía en situación de pobreza. De acuerdo con Amnistía Internacional, el Edomex es la segunda entidad federativa con una mayor percepción de inseguridad pública y la entidad federativa con el índice de impunidad más alto del país.

Esto se ha traducido en un territorio hostil para ser mujer. Desde 2010, los feminicidios en la periferia del Estado de México mostraron un patrón común: que las víctimas son en su mayoría mujeres de áreas marginales que fueron desaparecidas durante un periodo y sus cuerpos arrojados en la vía pública con marcas de violencia brutal. Así lo consignó la periodista Lydiette Carrión en la investigación eje de su libro La fosa de agua (Debate, 2018).

En ese contexto, el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio y la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos presentaron la solicitud de Declaratoria de Alerta de Género para el Estado de México. Tras años de exigencia y litigio, en 2015 el Sistema Nacional de Prevención, Atención, Sanción y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres declaró la Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres (AVGM) en 11 de los 125 municipios del Edomex: Chimalhuacán, Chalco, Cuautitlán, Ecatepec, Ixtapaluca, Naucalpan, Nezahualcóyotl, Tlalnepantla, Toluca, Tultitlán y Valle de Chalco.

Posteriormente, la organización I(DH)EAS, Litigio Estratégico en Derechos Humanos y el Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia solicitaron una segunda alerta, enfocada a la desaparición de niñas y mujeres, la cual fue declarada en octubre de 2019 en siete municipios de la entidad: Chimalhuacán, Cuautitlán, Ecatepec, Ixtapaluca, Nezahualcóyotl, Toluca y Valle de Chalco.

La AVGM es un mecanismo gubernamental que obliga a las autoridades federales, estatales y municipales a implementar acciones coordinadas y urgentes para enfrentar y erradicar la violencia feminicida en un territorio determinado con fundamento legal en el Capítulo V de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.

Si bien las diversas organizaciones han reconocido importantes contribuciones de este mecanismo para visibilizar y atender una problemática hasta entonces negada por las autoridades del Estado de México, también insisten en que debe avanzarse en las resistencias y rezagos institucionales. Que se exija que todas las instancias y el personal involucrado atiendan la problemática desde los estándares internacionales. Asimismo, que se cumpla con la rendición de cuentas y la aplicación de una sanción al funcionario omiso, corrupto y coludido. Recomiendan al Estado mexicano reconocer el problema de feminicidios y desapariciones de mujeres como una emergencia, garantizar que se cuente con los recursos humanos y financieros necesarios para realizar investigaciones y búsquedas, capacitar a los servidores públicos con perspectiva de género, entre otras cosas.

Por su parte, las mujeres de la periferia, incluidas madres, hermanas y familiares de víctimas de violencia machista, apuestan por la organización y el caminar juntas para enfrentar esta realidad y defender su vida.

Bordar la justicia con verdad y memoria

Atravesar el fondo de impunidad que viste al Estado de México no ha sido tarea sencilla para Lidia y Laura. En su búsqueda de justicia por el feminicidio de Diana Velázquez Florencio han sido víctimas de la indolencia, la revictimización, las omisiones y los malos tratos por parte de servidores públicos, y por otro lado, han tejido lazos con otras víctimas, mujeres, artistas, reporteras y abogadas que les han ayudado a transitar este camino.

En 2021, las fiscalías y procuradurías del Estado de México ocuparon el tercer lugar con los niveles de confianza más bajos (7.3%) de todo el país, de acuerdo con un análisis de la organización Impunidad Cero. Esta desconfianza por parte de la población mexiquense tiene fundamentos que no solo radican en el trato que les dan los funcionarios sino en la falta de personal especializado para enfrentar la violencia. En 2020, Impunidad Cero reportó que el Edomex es el tercer estado con menores tasas de peritos por cada 100 mil habitantes y el segundo con las fiscalías que presentan una mayor carga de trabajo con 335.2 casos anuales por fiscal.

“Nunca hemos estado solas”, afirma Lidia: el acompañamiento individual y con colectivas ha sido esencial para sostener la lucha por la justicia penal y para construir otra forma de justicia para Diana y otras víctimas.

Luego de cuatro años y 196 días transcurridos desde la desaparición y posterior feminicidio de Diana, su familia consiguió una sentencia condenatoria en contra de uno de los feminicidas implicados en el caso. Para la señora Lidia, luchar por una sentencia tiene un significado profundo, por la memoria de Diana y porque es un mensaje para la sociedad y las autoridades de que la vida de las mujeres vale, pero también es un aviso a los feminicidas.

“Ya no vamos a parar”, sentencia la mamá de Diana.

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Créditos

Investigación, entrevistas, diseño y postproducción:

Kely Abigail Muñiz García

Luz María León Contreras

Paola Atziri Mondragón Paz

Saydi Andrea Ramos Aguilar

Edición: Lizbeth Hernández

Verificación de datos: Daniela Mendoza, Liliana Elósegui y Melina Barbosa de Verificado.mx

Control de seguridad: Jes Ciacci

Coordinación del proyecto: Chicas Poderosas

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Esta historia se realizó en el programa Laboratorio de Historias Poderosas, una iniciativa de Chicas Poderosas, una comunidad y organización internacional sin fines de lucro que busca fomentar el desarrollo de las mujeres y las personas LGBTTQI+ en los medios de comunicación y crear oportunidades para que más voces sean escuchadas. El Laboratorio recibió el apoyo de la Open Society Foundations.

Los cinco equipos seleccionados recibieron apoyo financiero, participaron en talleres sobre periodismo feminista colaborativo y tuvieron un seguimiento editorial, de datos y de seguridad durante todo el proceso.

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Somos un proyecto de periodismo documental y de investigación cuyo epicentro se encuentra en Guadalajara, Jalisco.

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