#AlianzaDeMedios
Este municipio del Pacífico caucano, donde viven unos 26 mil afrocolombianos e indígenas, rompió el abstencionismo histórico y se volcó a votar por Gustavo Petro y Francia Márquez. El 99% de los pobladores le dio su confianza al Pacto Histórico. Sus pobladores saben que es apenas la primera piedra de un largo camino
Texto: Daniela Pastrana / Pie de Página
Fotos: Pedro Anza e Iván Castaneira / Global Exchange
TIMBIQUÍ, COLOMBIA.- Este es el municipio más petrista de toda Colombia. O quizá deba decir, el más francista, que por ahora da lo mismo. Aquí, en la primera vuelta electoral, la fórmula del Pacto Histórico que encabezaron Gustavo Petro y Francia Márquez obtuvo 96 por ciento de la votación. Para la segunda vuelta, superó su propio récord: 98.6 por ciento votó por el gobierno “de las manos callosas”. Su contendiente, Rodolfo Hernández, con trabajos consiguió 110 de los 8 mil 700 votos timbiqueños, apenas el 1 por ciento.
La gente llegó de las veredas y de las ciudades. Algunos viajaron desde dos días antes, cuando cayeron aguaceros furiosos. Y no había forma de encontrar en el pueblo a una persona, de la edad que fuera, que no hablara de la esperanza de que una mujer negra, racializada, que conoce bien los problemas del Cauca, llegara a la vicepresidencia del país.
Timbiquí es uno de los tres municipios del litoral caucano (los otros son Guapi y López de Micay), donde unas 26 mil personas afrodescendientes viven en casas de madera en medio de una selva tropical.
No tiene conexiones carreteras con el resto del país. Para llegar hasta aquí hay que tomar un avión de hélices de Popayán, la capital del Cauca, o de Cali, y aterrizar en una pista que anuncia la llegada de los vuelos con una sirena que se escucha por todo el pueblo. También se puede llegar en lancha, desde los municipios vecinos o desde el puerto de Buenaventura, un viaje de 3 a 5 horas, dependiendo de los ánimos del Pacífico, o en el barco que viaja a insoportable lentitud.
Timbiquí es un municipio pesquero y agrícola, con 70 por ciento de la población rural. Es una costa aislada e históricamente marginada, de comunidades ribereñas donde hacen presencia grupos armados del ELN y las disidencias de las Farc. Hace años que el Consejo Comunitario Renacer Negro reclama la recuperación de su paraíso, que hoy está en manos de la minería ilegal y los cultivos de coca y en la zona se conoce bien a los mexicanos con acento de Sinaloa, que seguido se ven por aquí.
Es el relato que ha llevado por todo el mundo el timbiqueño más famoso, Begner Vasquez, con su Herencia de Timbiquí, en la popular canción Coco por coca:
Se pusieron a talar todo el bosque / para un producto nuevo sembrar.
Se olvidaron de plantar papachina / chontaduro, yuca y la pepa ‘e pan.
Y trajeron gente de otros lugares / pa’ que los vinieran a asesorar.
Hoy en el lugar de coco, se cosecha coca / y en lugar de amores, hay enemistad.
En lugar de huapuco, se come bazuco / y en lugar de guarapo, marihuana dan.
Y como consecuencia de esos malos cambios / en nuestro paraíso se acabó la paz.
No hay hombres pescadores sino hombres pescados / que aparecen muertos por cualquier manglar.
Con la lengua afuera y dedos cortados / porque dijo algo que era de guardar
Irreconocible porque les echaron / químicos que usan para procesar.
“El litoral pacífico es una zona que no ha recibido ningún interés de la élite política del Cauca, payanesa, blanca”, dice en el camino el abogado Alí Bantú Ashanti, otro de los personajes de esta historia extraordinaria.
Porque el 19 de junio pasado, los siete consejos comunitarios afrodescendientes de Timbiquí y sus cuatro resguardos indígenas, junto con los abogados del #VotoPacífico, las mujeres y los jóvenes, lograron romper el abstencionismo, que históricamente en esta región estaba por arriba del 60 por ciento. Ese domingo, sin importar qué tan lejos estaban, qué tan caro salía llegar, o que tan peligroso era moverse, consiguieron una participación electoral de 56 por ciento, inédita aquí. Y prácticamente todos los votos fueron para el Pacto Histórico.
Nosotros viajamos desde Guapi, que está apenas a 33 kilómetros en línea recta. Tuvimos que esperar varias horas a que bajara la marea que entra al río Guapi, agarrar un tramo de mar Pacífico, y luego adentrarnos a las corrientes del rio Timbiqui, uno de los tres ríos que cruzan el municipio (los otros son Saija y Bubuey).
Llegamos el viernes previo a la elección. Ese día, la marea estaba alta y el cielo se caía sobre la selva, en una tormenta que nos dejó sin luz y sin internet durante varias horas.
#VotoPacífico
Alí Bantú Ashanti no nació con ese nombre ni con esos apellidos. Se los cambió para reivindicar los nombres de un pasado lejano, arrancado por la esclavitud.
Alí nació en Timbiqui, en una familia de 15 hermanos. Cuando estaba por terminar la escuela se embarcó a Buenaventura en uno de esos barcos de cabotaje, en lo que aún ahora recuerda como el viaje más horrible de su vida. Llegó hasta Cali, donde vivía un hermano, y después de dos meses regresó a Timbiquí a terminar el onceavo año escolar. Como era bueno para los estudios uno de sus maestros se lo llevó a Popayán, para que se inscribiera en la universidad pública de la capital del departamento del Cauca. Se inscribió a ingeniería, pero no pasó mucho tiempo sin que supiera que quería ser abogado.
Alí se mudó a Bogotá, vivió en la calle, trabajó en lo que pudo para estudiar en una escuela privada con un financiamiento. Hace siete años que terminó la carrera y aún le falta por pagar como 12 millones de pesos (unos 660 mil pesos mexicanos).
“Fue la forma en como pude estudiar; si no, no hubiera sido posible. Y esa es la misma historia de todo”, me dice, en uno de varios trayectos en los que conversamos de todo.
De cada mil estudiantes afro, sólo tres ingresan a la universidad, así que ya te imaginarás cómo es el promedio de los que se gradúan”.
Alí Bantú
Este abogado de 35 años, que dirige el colectivo Justicia Racial y que en las pasadas elecciones legislativas compitió por la curul afro en la Cámara de Representantes, es una pieza clave para entender los resultados en Timbiquí.
En marzo de este año, después de esas elecciones legislativas, el Pacto Histórico recuperó cerca de 600 mil votos que no se habían registrado en el preconteo. Una cantidad similar sumaron otros partidos. Fue cuando Alí decidió organizar a un grupo de abogados en torno a la iniciativa #VotoPacífico.
Después del último fraude, donde se pudieron rescatar, entre comillas, cerca de 1.2 millones de votos que estaban supuestamente enredados en las actas, en las mesas de votación, decidimos crear esta red de abogados #VotoPacífico, con el propósito, en primer lugar, de denunciar las violaciones a derechos humanos que están ocurriendo en los 62 municipios que forman el litoral pacífico, donde los grupos armados han decidido históricamente por quién se vota y por quién no”, explica.
“Lanzamos la iniciativa a través de redes sociales y se sumaron abogados y abogadas de gran parte del país. Ya somos más de 350 abogados voluntarios que hacen parte de la red y que estamos organizados, activos, recogiendo información de lo que está pasando y dispuestos a desarrollar litigio estratégico así como las denuncias de fraude electoral”.
La mayoría de estos abogados tienen afinidad con Gustavo Petro. Pero sobre todo, tienen afinidad con Francia Márquez.
Pues porque es de acá, una mujer negra. La mayoría de estos abogados son afros que vienen de estas regiones, que lucharon con mucho esfuerzo para graduarse de una profesión como derecho, que es un privilegio en este país”.
Francia y la paz
—¿Que representa para ustedes la candidatura de Francia?— pregunto.
— Paz— responde Alí de botepronto.
Luego explica:
Nosotros queremos, literalmente, la paz para nuestros territorios. Porque son los cuerpos de nuestros niños, de nuestros jóvenes los que están atrapados en la guerra”.
El voto, dice el abogado, nunca se ha defendido en su pueblo. Ni siquiera se le ve utilidad, porque son comunidades racializadas, con marginación histórica, en las que “el Estado sólo hace presencia cuando lanza toneladas de bomba”.
Pero él está convencido de que la mejor manera de defender la vida de su gente es logrando que pueda votar de manera libre, “que sean las ideas las que decidan y no la fuerza, como ha sido siempre”.
En realidad, el voto masivo de este pueblo por la fórmula de Petro y Márquez es la continuación de una tendencia que venía ocurriendo desde 2016, cuando el Sí al Acuerdo de Paz ganó con 5 mil 800 votos contra 370 del No.
La consulta de los Acuerdos de Paz fue importante, porque se registraron testigos electorales dice ahora Alí Bantú. Eso permitió un “salto cualitativo” para garantizar la transparencia y pelear cada voto.
“La Registraduría Nacional es una institución que vende literalmente las curules del Congreso y que vende los paquetes de votos a quienes pueden comprarlos. La región pacífica ha vivido mucho la guerra, la gente quiere paz. Esta es la región que votó Sí al plebiscito en el Acuerdo de Paz en 2016; también votamos por Clara López contra (Juan Manuel) Santos, en la primera vuelta (de las elecciones de 2014), y en la segunda vuelta le votamos a Santos, porque tenía el tema de los Acuerdos de Paz y porque era eso o (Álvaro) Uribe”.
Hasta entonces, el techo electoral de la izquierda en Colombia era de 2 millones de votos. ”Porque antes los candidatos de izquierda no llegaban vivos a las elecciones”.
“¿Por qué no darnos una oportunidad de gobernar?“
Timbiquí es uno de los 42 municipios del departamento del Cauca, que en octubre de 2019 nombró al primer gobernador afrocolombiano de su historia: el abogado Elías Larrahondo Carabalí. Durante el Paro Nacional de 2021, Larrahondo se destacó porque se negó a acatar el decreto 575, mediante el cual presidente Iván Duque exigió a los gobernadores de ocho departamentos y a los alcaldes de 13 municipios supeditar sus poderes de vigilancia y mantenimiento del orden público a las autoridades policiales y militares.
Pero una historia muy diferente ocurrió en el departamento vecino del Valle del Cauca. En su capital, Cali, se vivieron las más terribles historias de represión de indígenas y jóvenes.
Cali es la ciudad con más población negra de Colombia (26 por ciento, cuando la media nacional es de 10 por ciento). Paradójicamente, es una sociedad espacialmente racializada.
“La mayoría de la población afro vive en la zona más pobre, pero siempre ha estado dominada por una élite blanca, narcotraficante, esclavista, cañalera, que son los dueños de los ingenios de azúcar”, dice Alí.
El Paro Nacional mostró con toda su crudeza una sociedad profundamente desigual, insiste el abogado.
Lo que hizo la pandemia fue despertar a la gente que vive en el rebusque del día a día, porque no había Estado que garantizara la salud o que diera garantías mínimas en situaciones de emergencia como las que estábamos viviendo. Pero, además, con un gobierno despótico, que en medio de tanta hambre que estaba viviendo la gente, se le ocurre una reforma tributaria para encarecer la canasta familiar”
Francia Márquez se sumó a las protestas en Cali y lanzó su candidatura, a través del movimiento Soy Porque Somos.
Ella lanza su candidatura y todos nosotros, viendo lo que estaba pasando, nos dijimos: ‘¿por qué no darnos la oportunidad de gobernar un país que no ha sido gobernado sino a través de la bala? ¿Por qué han de ser los yupies de Harvard que se van a estudiar con la plata que le roban al pueblo? Podemos apostarle a una candidatura colectiva”.
Educación, carreteras… y tren
El perifoneo nos despertó el sábado a las 5 de la mañana. A esas horas, el embarcadero de Timbiquí ya está en movimiento, con lanchas cargueras que llegan con mercancía. Desde la ventana del hotel podíamos ver a la gente haciendo ejercicio en la cancha y a los pescadores saliendo rumbo al mar. De la cantaleta que salía de las bocinas, yo no alcanzaba a entender mucho más que, con dios y con Francia, el cambio estaba por llegar.
El Cauca es uno de los cinco departamentos de Colombia que producen el 84 por ciento de la coca que se produce en el país (es algo así como nuestro Guerrero con la amapola). Pero cuesta trabajo creer que la cantidad que se exporta al mundo salga por este pequeño embarcadero, donde esa mañana, unas monjas apuraban el paso para alcanzar lugar en las lanchas.
En realidad, más allá del trabajo en el campo, la minería ilegal y la siembra de coca, Timbiquí tiene poco trabajo que ofrecer. Quienes logran salir a estudiar una carrera, como la abogacía, no encuentran a qué volver. Las únicas opciones que por acá tienen algún sentido son ser maestro o entrar a la burocracia.
En la tarde que llegamos, nos reunimos con un grupo de abogados y líderes comunitarios en un salón contiguo a la iglesia. La conversación se alargó tanto como la lluvia, que por momentos parecía interminable.
—¿Qué es lo que más necesitan?
—Vías carreteras— coincidió la mayoría.
—O una vía férrea—, dijo Nicolás Venté Flores, Secretario de Gobierno del Consejo Comunitario Renacer Negro.
—Educación— terció alguien más.
Les conté que en mi país, el principal reclamo que se hacía por esos días al presidente es que construirá un tren. En esa zona del sur, les dije, las carreteras se construyeron hace medio siglo, pero el desarrollo inmobiliario y hotelero acabaron con la selva. Ese es el riesgo del desarrollo que se plantea en el mundo capitalista como opción a la pobreza.
La respuesta del abogado Wesler Alegría Gómez fue demoledora:
—Entiendo lo que me dice del riesgo. Sabemos también que las cosas no se pueden arreglar en 4 años. Pero tenemos derecho a la esperanza.
Su respuesta ´me confrontará mucho tiempo. Es fácil decir “no más desarrollo” cuando ya lo tienes. Cuando vives en la ciudad a la que todos los días le llega el alimento al supermercado y el agua se abre del grifo, sin que tener idea de dónde viene. Pero aquí, atrapados en la tormenta, sin señal de internet ni agua caliente, y después de haber esperado horas a que la marea bajara, las prioridades cambian.
Y los timbiqueños quieren lo que nunca han tenido: conectarse con el resto del país. Entonces esperan carreteras y un tren. Que vengan turistas y no sólo narcos a conocer su paraíso.
Hambre y encierro
Gustavo Petro debe buena parte de su victoria a pueblos aislados como Timbiquí. Para la segunda vuelta electoral, el Pacto Histórico arrasó en cuatro departamentos del litoral Pacífico: tuvo 81.94 por ciento de los votos en Chocó; 80.91, en Nariño; 79.92, en Cauca; y 63,85 en Valle del Cauca. La participación electoral aumentó en el corredor que va desde El Tambo hasta Quibdó. Son cerca de 900 mil habitantes, de 62 municipios que forman el litoral Pacífico, viviendo con 5 mil pesos colombianos (el equivalente a un dólar) al día, y “con eso no te alcanza para comprar un almuerzo”, dice Alí.
El hambre fue, pues, uno de los detonantes del Paro y del resultado electoral. Hubo otro: el hartazgo de cientos de años de dominio de una élite blanca.
A la situación de hambre que estábamos pasando se le sumaron las restricciones de movilidad social. La gente no podía moverse, tenía que estar en su casa encerrada muriéndose de hambre. Porque aquí la mayoría del empleo es informal, 60 por ciento, y las empresas estaban echando a la gente a la calle. Lo tercero es que la violencia policial se incrementó. El caso de (Javier) Ordoñez desató el 9 de septiembre (de 2020) en Bogotá. Esos dos días la policía asesinó 14 personas en Bogotá. Y las redes sociales permitieron tener información, ver los homicidios, los abusos, en vivo y en directo, y cómo descaradamente salían en los medios a decir mentiras”.
El factor fundamental, dice Alí, fue la guerra interminable, que en esta parte del país ya nadie quiere.
“Aquí se ha asesinado al pensamiento crítico y al movimiento popular lo tienen con la soga al cuello. Sólo del 29 de mayo al 19 de junio (entre la primera y segunda vueltas electorales) hubo 10 líderes sociales asesinados”.
Tres peticiones…
En la reunión del viernes previo a las elecciones, los abogados de #VotoPacífico expresaron su preocupación, no por la intención del voto, sino por el abstencionismo. Enfrentarlo implicaba un doble reto: convencer a los escépticos de salir a votar, algo que ya habían logrado en la primera vuelta. Pero lo más importante: que la gente pudiera conseguir los recursos para llegar a su mesa de votación.
“Es caro venir de las ciudades. Y luego se necesita la gasolina para las lanchas”, cavilaba Eblin Dioniosio Rodríguez, coordinador municipal del Pacto Histórico.
Aunque tenían ayuda para pagar la gasolina de mototaxis y lanchas, era difícil resolver el tema de las personas que tienen problemas de movilidad, o las que ya viven fuera del municipio.
“La lluvia dirá al amanecer”, decía Eblin, mirando la tormenta.
El día de la elección, los propios lancheros pusieron de su bolsillo. La gente llegó desde temprano a las mesas electorales y un lanchero contó a la corresponsal de El País que “tanta gente sacó su lancha ese día que tocaba tener cuidado de no chocarse con otra en el río”.
Hasta entonces, muchos analistas decían que Petro había alcanzado su techo electoral. Lo cierto es que ese domingo consiguió 2.7 millones más, (casi un tercio más que en la primera vuelta) y los municipios del Pacífico le dieron casi 600 mil votos más en la segunda vuelta.
Timbiquí hizo su parte: aumentó cerca de 10 puntos su participación electoral y se convirtió en el pueblo que más votó por el Pacto Histórico de todo el país.
Para el grupo de periodistas que fuimos con una misión de observación electoral, no fue ninguna sorpresa. Nos despedimos un día antes, seguros de que el domingo habría fiesta en el pueblo con el mejor viche, la bebida tradicional de la zona.
Mientras esperábamos la sirena que anunciaba el avión en la pista, Andrés, un niño de 12 años que está en noveno año de la escuela y sueña con ser cantante, como los de la Herencia Timbiquí, nos despidió con una canción romántica.
Como el resto de su pueblo, Andrés está convencido de que el cambio llegará con Petro y Francia.
—¿Qué es lo que esperas que cambie, Andrés?
—Tres cosas: que se acabe la violencia; que la gente no pase hambre; y que las madres no tengan que salir a la calle a dar todo para llevar de comer a sus hijos.