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Una obra de teatro recorre los pasajes históricos de la Guerra Sucia y la desaparición forzada a través de la historia de Ana Luisa Guerra, una militante de la Liga Comunista 23 de septiembre que probablemente estuvo presa en la cárcel clandestina del Campo Marte. La obra también es un documento escénico que deja claro que, en México, siguen desapareciendo personas. Que la guerra no se ha ido.
Texto: Alejandro Ruiz
Fotos: Cortesía Me Apellido Guerra
CIUDAD DE MÉXICO. – En 2008, Daniela Guillén comenzó un viaje hacia el pasado a partir de la historia de su tía, Ana Luisa Guerra, una ex militante de la Liga Comunista 23 de septiembre detenida y víctima de desaparición forzada por el ejército mexicano durante la Guerra Sucia, que sin embargo, logró sobrevivir esta experiencia.
Anita, como la conocían sus familiares, fue una sobreviviente de la tortura y la prisión militar. Tras una lucha de familiares y activistas fue liberada; después se reencontró con su familia en Monterrey, Nuevo León, donde ella había nacido. Ahí, la ex guerrillera pasó sus últimos días. Murió en Mazatlán en 2006.
Tras la muerte de su tía, Daniela comenzó a conocer su historia. Envuelta entre silencios y recuerdos inconexos, pero marcada por las esperanzas e ideales que llevaron a su tía a la lucha armada en la década de los setentas. Convicciones que Anita mantuvo hasta sus últimos días.
La recuerdo como una persona alegre que siempre inventaba qué hacer; que bailaba y cantaba todo el tiempo. Ella casi no hablaba de esa época, fue a través de mis tíos que yo empecé a conocer la historia de mi tía; era una Ana Luisa muy diferente a la que me contaban. Fue hasta los diez años que yo comprendí lo que era la liga”, narra Daniela.
La vida de Anita era el retrato vivo de una época. También, el testimonio en carne propia de uno de los episodios más oscuros de nuestro país; de la guerra que el Estado mexicano declaró en contra de la disidencia política. Una guerra que, aunque con otras formas, y otros nombres, se ha prolongado hasta nuestros días. Una guerra que parece no acabar.
“¿Por qué traer a Ana Luisa al presente?”, cuestiona Daniela, y ella misma responde: “Porque la guerra no se ha ido”.
Narrar las violencias
Dos años después de la muerte de su tía, en 2008, Daniela fue testigo de la violencia al norte del país. En aquel entonces, los Zetas se disputaban la región del noreste, detonando un conflicto entre las fuerzas armadas que dejaron un saldo de cientos de miles de personas desaparecidas y asesinadas. Felipe Calderón la llamó la “guerra contra el narco”.
“En aquella época yo vivía en Monterrey, y había una violencia muy elevada. Me tocó ver varios sucesos. Es ahí, y con la reciente muerte de mi tía, que yo me pregunto ¿qué podía hacer ante tanta violencia que estábamos viviendo en el país?”, dice Daniela.
Es ahí donde ella comienza a explorar las herramientas del arte para sensibilizar a la población.
Tras esto, y después de comenzar a indagar en la historia de su tía, Daniela se muda a la Ciudad de México para iniciar el proyecto que después se convertiría en Me apellido Guerra. Esto fue en 2012.
Posteriormente, narra, lo interrumpió un par de veces debido a cuestiones laborales. Sin embargo, en 2015, otro proyecto en el que trabajaba volvió a revivir la necesidad de hablar de Anita y de la guerra que acompaña su historia.
“En 2015 termino un proyecto que estaba haciendo con niños; ahí los niños escribían cartas a otros niños que vivían en contextos de guerra. La idea era ir entendiendo que también nosotros estábamos en un país en guerra”, cuenta.
Las palabras de los niños impulsaron a que Daniela retomara el proyecto. La historia de Anita, su tía, era un punto de partida. Es así que ese mismo año comenzó a realizar entrevistas a sus familiares para ahondar en la vida de Ana Luisa.
Empecé a realizar las entrevistas a mi familia, esta fue una primera tanda. Después, con la compañía Bardo-Teatro presenté el proyecto. Cada uno de ellos tenía un interés en particular para hablar de este tema; pues la historia de Ana Luisa es parte de algo que parecía seguir ocurriendo: sigue desapareciendo gente en el país”, expresa.
El equipo que compone el proyecto de Me apellido Guerra tiene una característica: más de la mitad han vivido la desaparición de un ser querido de manera cercana.
Cada quien, dice Daniela, cuenta su historia en el proyecto, el cual, enfatiza, no solo es una obra de teatro, sino actos performáticos, investigaciones, acciones concretas que entrelazan la historia de su tía con la de los familiares del resto del equipo.
“Dividimos en seis grandes temas todo el proyecto. Todo narrado a partir de la historia de Ana Luisa”, explica.
Así, la necesidad de traer la historia de Anita al presente se actualiza con una realidad trágica: en este país sigue desapareciendo gente.
La justicia, por su parte, se ve lejana; por eso Daniela insiste en apelar a esto, y a los cuidados colectivos, para sanar y exigir justicia.
El retorno de Anita y la memoria
El proyecto se estrenó en 2016 en la casa de la cultura de la UAMX, en Tlalpan. Este lugar, dice Daniela, no fue elegido al azar.
“Buscamos presentar el proyecto en recintos que tuvieran algo que ver con la vida de Anita”, dice.
La casa de la cultura, explica, tiene dos significados.
La calle se llama triunfo de la libertad, y eso fue hermoso; pero también esa casa de cultura está muy cerca del hospital psiquiátrico de Tlalpan, que también fue una cárcel clandestina en la guerra sucia”, narra.
Así, Me apellido Guerra ha recorrido lugares estratégicos que permiten no olvidar lo que pasó, y sigue pasando.
En 2018 el proyecto se volvió a presentar, ahora en el museo cultural del Chopo. Esto fue en el marco de la conmemoración de 50 años de la masacre de Tlatelolco. Después, en 2019, se presentó en la muestra nacional de teatro, en Colima.
Para 2020 se tenía pensado llevar la historia de Anita a la plaza de las tres culturas. Esto, precisa Claudia, debido a un recuerdo de Ana Luisa cuando estuvo cautiva por los militares.
Ella recordaba un sonido, cuando estaba encerrada sin saber dónde estaba, pero recordaba un sonido que cuando pasaba por Tlatelolco decía que era muy similar, por eso queríamos presentar el proyecto ahí”.
Esto, sin embargo, no pudo hacerse debido a la pandemia. Así, Me apellido Guerra entró en pausa. Pero este 2022 la historia de Ana Luisa regresó a los escenarios.
“Ahora nos estamos presentando en el Centro Cultural del Bosque, lo cual sigue con la idea de estar cerca de los lugares donde Ana Luisa pudo estar. El Centro está cerca del Campo Marte”, narra Daniela.
Las funciones son en el teatro el Galeón Oceransky, de jueves a domingo. Estará disponible hasta el 10 de julio.
Daniela concluye:
“Esta pieza tiene su potencia en el encuentro. En los cuidados y afectos colectivos. Es interactiva. Los invito a conocer la historia de Ana Luisa, en un país en el que sigue habiendo desaparecidos. Más de cien mil”.
Este trabajo fue publicado originalmente en Pie de Página que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.