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¿Hay alternativas para un uso sustentable de los recursos del mar? La académica Andrea Sáenz-Arroyo y la fotógrafa Ann Marie Waller recopilaron ejemplos en el mundo de economías locales ocupadas por preservar su entorno
Texto: Daniela Rea / Pie de Página
Fotos: Ann Marie Waller
Andrea Sáenz-Arroyo viajó durante varios años a varias partes del mundo para encontrar cómo las personas y comunidades en distintas partes del mundo se organizan para un consumo responsable de los recursos del mar. El resultado de ese trabajo es un libro que se llama “Un mar de esperanza”, acompañado de un sitio web.
Andrea, acompañada de la fotógrafa Ann Marie Waller, recorrió Isla Natividad, en Baja California, México, para conocer cómo los habitantes de una isla de 5 km de largo fundaron una cooperativa para el uso del bosque de sargazo; Islandia, que con poco más de 80 años de vida como país sostiene un sistema para evitar la sobrepesca; visitó Galicia, en España, para conocer cómo las mujeres productoras, cosechadoras de mariscos, crearon un sistema para evitar la merma de oxígeno en zonas costeras; también la Costa de California, en Estados Unidos, que tiene uno de los santuarios de protección marina más grandes del mundo; Dinamarca, con parques eólicos; y las islas Fiyi que luchan por preservar sus arrecifes.
“Nos hemos convertido en la fuerza responsable de la sexta extinción masiva del planeta, hemos deteriorado la capacidad de la atmósfera de regular nuestro clima y estamos acabando con recursos esenciales como el agua”. ¿Pero acaso no hay alternativas? Se pregunta Andrea y en el libro (Taurus, 2022) intenta presentar a los lectores algunas de ellas.
––¿Cómo le hace una para contar la esperanza?
––Voy desmenuzando esta relación tóxica que tenemos con la Tierra, desconectarnos de los procesos ecológicos de los que dependemos y cómo el modelo económico, las falacias del modelo económico, han hecho daño. Esto nace de una experiencia en Baja California y ver tanta inteligencia colectiva. Hicieron un plan de manejo y la gente se puso de acuerdo para decir: de esto comemos, de esto dependemos, de esto vivimos, ¿cómo lo hacemos? Entonces he decido irme a un viaje por el mundo buscando economías muy distintas en términos de a qué se dedican, basadas en preservar su entorno y a lo largo de eso voy narrando estas falacias económicas de cómo destruir procesos ecológicos para desarrollarnos. Como si trajéramos un lente que nos hace ver la realidad distorsionada. No quise que fuera un libro técnico, este es un viaje físico e intelectual.
––¿Por qué pensar la Tierra en términos de economía?
––La palabra economía y ecología tienen la misma raíz que es ecocuidado de nuestra casa. La economía sólo piensa en la transacción de bienes físicos. Venimos de la falacia donde el hombre puede tomar la Tierra como bienes y servicios, separando la economía del planeta, eso argumentamos en economía ecológica que nos está llevando al precipicio. No debimos separar nunca los procesos ecológicos de los procesos sociales, es un proceso de integrar a parte del resto de las especies.
Otra falacia es pensar que esto es un modelo lineal, un mundo estático. Vivimos en un constante dinamismo, tanto los ecosistemas, como los mercados. La economía es un sistema que está en movimiento y pasa de un estado de madurez a un estado de caos, ahí es donde surge la vida, donde surgen las ideas en términos sociales.
––¿Cómo acercarnos a estas experiencias, alternativas de la gente?
––Las tragedias y estos procesos inteligentes están concurriendo al mismo tiempo. A medida que solo vemos las tragedias no podemos enfocarnos en las oportunidades. Creo que es el sentido del enfoque de una sociedad que está siendo testigo de estos enormes cambios al planeta, pero que no logra exaltar lo que sí se puede para lograr los procesos de integración. La respuesta es contundente, no se trata de decir vivimos en un mundo de flores. No, tenemos enormes problemas, pero también hay esperanza y la esperanza es esta inteligencia colectiva.
––¿Cómo entendemos qué es lo importante? ¿Qué es lo que debería de estar en el centro?
––Es la inclusión y es la inteligencia ecológica, entender dónde estás parado en un entorno en donde el humano es el nuevo de la fiesta. Somos una especie capaz de hacer guerras y al generar violencia, no nos podemos sentar a discutir cómo nos protegemos o aprovechamos las inundaciones.
––¿Cómo te cambia el libro, haberlo hecho?
––Vamos al abismo en términos planetarios, fue como resolver un misterio que me perturbaba el alma, porque tenemos modelos económicos y modelos de progreso que nos están llevando al abismo. Resolví parte del misterio, lo cual no quiere decir que cambiemos la ruta en automático. Estamos en una encrucijada.
Para Andrea es relevante retomar el concepto de esperanza que plantea Julio Cortázar y que ella escribe como epígrafe del libro “Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza pertenece a la vida, es la vida defendiéndose”.
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Este texto se publicó originalmente en Pie de Página: