Dentro de las comunidades que rodean la ribera de Chapala en Jalisco, cinco de cada cien infantes tienen inflamación severa en sus riñones debido a la contaminación de los cuerpos de agua, esto les vuelve proclive desarrollar en algún momento de su vida insuficiencia renal.
Pero ¿qué otros factores favorecen el desarrollo de esta enfermedad? Georgina Vega Fregoso investigadora de la Universidad de Guadalajara y Rocío Martínez comunera de la comunidad de Mezcala han analizado de qué formas el racismo sistemático e institucional, así como el contexto de desigualdad ha jugado un papel clave en la profundización de esta problemática de salud pública.
Por Aletse Torres Flores /@aletse1799
Fotografía de portada: Niños de San Pedro Itzican acarrean agua que usaran para bañarse. Foto: Mario Marlo/Somoselmedio.com
“Somos pueblos de agua, pero el agua nos está enfermando, nos está matando” asegura Rocío Martínez, comunera de Mezcala, pueblo indígena Coca del municipio de Poncitlán, Jalisco.
En el marco del Seminario Permanente: Etnicidad, Pueblos Indígenas y Globalización, esta defensora del territorio junto a Georgina Vega Fregoso, investigadora de la Universidad de Guadalajara reflexionaron sobre cómo la enfermedad renal que acecha a la comunidad de Agua Caliente, en el municipio de Chapala, Jalisco, específicamente a sus infancias, se relaciona con el contexto de desigualdad social.
¿Cómo viven la niñez las enfermedades renales crónicas?, ¿cómo se enferman? y ¿qué papel tiene el racismo en esta enfermedad? fueron algunas de las preguntas que detonaron el diálogo entre Martínez y Vega durante el conversatorio virtual “Sindemia y racismo en Jalisco: La enfermedad renal entre infantes de Poncitlán”.
El término sindemia ha sido utilizado por la comunidad científica social y médica para evidenciar la relación e interacción que mantienen las desigualdades sociales y los efectos nocivos que han traído consigo las pandemias o los brotes de enfermedad a determinadas poblaciones del mundo. En este caso, expusieron el papel que los racismos han tenido sobre las personas que tienen enfermedades renales crónicas (ERC) en esta región de Jalisco.
A decir de Georgina Vega, desde el año 2003 se incrementó la aparición de la enfermedad y la tasa de mortalidad de las ERC, lo que provocó que para el 2018, cinco de cada cien niñes padecieran enfermedades renales, de acuerdo con los estudios realizados por la Universidad de Guadalajara. Sin embargo, advirtió, éste no es sólo un problema del sector salud, ya que, las ERC están atravesadas también por el contexto ambiental y el social que rodea a las comunidades que se ven afectadas:
“Cuando hablamos de enfermedades, pensamos que se trata solo de ir con un doctor, recibir medicamento y ya. Pero más cosas afectan la enfermedad, como el impacto en la salud por la contaminación”.
De tal forma que, de acuerdo con Vega y su trabajo de investigación, problemáticas como el racismo sistémico e institucional profundiza los efectos de las enfermedades renales crónicas (ERC).
Dentro de sus hallazgos observó que el racismo comienza como prejuicios o estigmas de las poblaciones y se presentan en las interacciones interpersonales de la comunidad. En el caso puntual de Agua Caliente, los testimonios recuperados por Vega destacan opiniones externas que describen a esta comunidad como “cerrada, sucia, desnutrida y apasionada”. Vega, explica que estas ideas emanan desde los prejuicios, los estereotipos y la ignorancia de quienes las comparten desde el exterior: “Piensan que son de una manera, les juzgan y no conocen su historia. No saben que no tienen ni los recursos ni las oportunidades de alguien de Guadalajara” sentenció.
Pero estas ideas no sólo vienen de otras comunidades o poblaciones, sino también de dependencias e instituciones. Ejemplo de ello, precisó, es el sector salud, donde se ha documentado que personal médico ha declarado que “las personas prefieren dejar morir a la niñez que viajar a Guadalajara”, ignorando su situación económica y social, manifestó Vega.
“Nos dicen que quien llegue que agarre su ficha, sino el medico no te atiende, no importa si el que llega después está más enfermo que el de la ficha” fue uno de los testimonios que recuperó Georgina Vega dentro de su investigación.
Además, señaló Vega, en el discurso no solo se les discrimina, también se les revictimiza. Esto quedó en evidencia con el relato que una madre dio a la investigadora tras perder a su hija debido a la falta de atención médica:
“A los 18 años mi muchacha se enfermó, se dormía todo el día, estaba pálida y cansada. Fuimos al doctor y cuando me dice que es algo de los riñones, no supe qué hacer. Le dije ‘¿cómo le hago si no tengo dinero?’ y me contestó ‘pues usted sabrá, pero esa muchacha va a ocupar médico’”.
Dos años después, a la edad de 20 años, la joven murió. Este es solo uno de los cientos de casos en la región. Al respecto, Vega señaló que el racismo estructural, la pobreza y la exposición a sustancias tóxicas favorece la aparición y profundización de las enfermedades renales crónicas.
Asimismo, advirtió que el Estado, a través de las políticas públicas, ejerce racismo y favorece las prácticas u omisiones de este, en donde “lo étnico es la causa del atraso, la enfermedad y la pobreza”.
En ese sentido Rocío Martínez, apuntó que la epidemia de enfermedades renales crónicas es una realidad en toda la ribera del Lago de Chapala. Para ella, esto es importante puesto que, les ayuda a dimensionar el nivel de la problemática, “ya no solo se trata de un pueblo, se trata de todos nuestros pueblos”, dijo.
Rocío destacó que tanto Agua Caliente como Mezcala son pueblos de agua y al tener contaminado el río, se están muriendo ellos junto con su cultura, por lo tanto, manifestó, ya no se preguntan quién está envenenando el lago, sino qué intereses hay de por medio para recuperarlo “se ve que hay intereses multifactoriales para no sanar ese lago. Pero uno de ellos no son nuestros pueblos”.
Concordó con Vega al reconocer la atención insuficiente y deficiente que recibe la población con estas enfermedades dentro del sector público de la salud: “les dan una despensa a los enfermos y pura comida enlatada. Se supone que son expertos y ni una fruta les echan, no se vale”.
Finalmente, la defensora expresó que el Estado aun mantiene una deuda pendiente hacia las y los habitantes de esta región, quienes urgen ser informados sobre el potencial riesgo que enfrentan por el sólo hecho de habitar esta región: “mientras sigan discriminando, violentando y culpando a la población por enfermarse no vamos a avanzar. No podemos pensar que el color, la ubicación y un montón de cosas no se relacionan con la enfermedad”.