En la entrega anterior de esta cobertura mencionamos algunos de los grandes hallazgos del nuevo informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático: consecuencias ambientales graves que ya no se pueden evitar, afectaciones específicas a México, y una serie de escenarios nada alentadores.
Sin embargo, el mismo reporte contiene una recopilación amplia de estrategias viables para enfrentar al cambio climático y mitigarlo. Las buenas noticias son que nunca antes habíamos sabido tanto sobre cómo responder.
Aunque se ha vuelto casi imposible evitar un calentamiento global mayor a los 1.5 grados centígrados sobre el nivel preindustrial, conllevando afectaciones a la seguridad y bienestar socioeconómico de las mexicanas, hemos descubierto el enorme impacto positivo que pueden tener las energías limpias y el cuidado de los ecosistemas.
Por Andrés de la Peña / @andres_dlap
Qué debemos hacer: tercer volumen
Las emisiones de gases de efecto invernadero no han hecho más que aumentar. Además, lo hacen de una manera que intensifica la desigualdad global, ya que los principales emisores de contaminantes no son los países más vulnerables.
Sin embargo, no todo son malas noticias. Uno de los hallazgos del tercer volumen del reporte es que los costos unitarios de la energía eólica y solar, así como el costo de las baterías para automóviles eléctricos, se han reducido sustancialmente desde el año 2000. Al mismo tiempo, estas aplicaciones energéticas son cada vez más populares.
Desafortunadamente, incluso si todos los países cumplieran las metas nacionales voluntarias que anunciaron en la COP26 de 2021 en el marco del Acuerdo de París el IPCC estima probable que el calentamiento global exceda los 1.5 grados centígrados durante el siglo XXI.
Es por este motivo que varios países están cambiando su meta hacia el compromiso de llegar a la neutralidad de carbono para 2050. Este es el centro de la nueva política europea planteada por la presidenta de la Comisión Europea Úrsula von der Leyen; también fue la esencia de la cumbre de líderes por el clima que convocó Joe Biden al principio de su administración, en la cual Estados Unidos y China se comprometieron a conseguir esta neutralidad de carbono.
La neutralidad de carbono no se refiere a que un país deje de emitir gases de efecto invernadero absolutamente. Más bien se refiere a, combinando la reducción de emisiones con la captación de dióxido de carbono atmosférico con diferentes medios (como la reforestación), lograr tener un impacto netamente neutro: que cada año se capture por lo menos la misma cantidad que lo que se emite.
Uno de los cálculos más importantes en todo el AR6 es una estimación de qué tan atrasados estamos en la mitigación del cambio climático. La siguiente gráfica muestra cuatro “vías” alineadas con los escenarios del cambio climático.
La posición vertical de cada línea de color indica las gigatoneladas de dióxido de carbono y sus equivalentes (puesto que otros gases de efecto invernadero pueden ser “convertidos” a dióxido de carbono numéricamente) emitidos anualmente según los escenarios.
La línea roja corresponde al escenario donde se siguen las políticas actuales y los compromisos adoptados en la COP26 mientras que la línea azul corresponde al nivel de emisiones necesario para limitar el calentamiento global a 1.5 grados centígrados, con por lo menos 50% de certidumbre, y con excesos limitados.
Es decir que para 2030, las emisiones anuales mundiales deben ser aproximadamente la mitad de lo que se tiene proyectado si es que se busca lograr el escenario más optimista (SSP1-1.9). En términos numéricos, se necesita una reducción de aproximadamente 25 gigatoneladas en la emisión anual de dióxido de carbono y sus equivalentes para el año 2030.
Cómo podemos hacerlo
Afortunadamente, el IPCC tomó la tarea de estudiar las principales opciones de mitigación, su precio, y su potencial de reducción de emisiones para 2030.
El IPCC estimó múltiples opciones de mitigación, su potencial de reducción neto en las emisiones de gigatoneladas de dióxido de carbono anual y su precio (o ahorro, en algunos casos) en dólares por tonelada de dióxido de carbono reducida. Este es una especie de “acordeón” organizado temáticamente, mostrando cuáles vías de mitigación pudieran virar críticamente la tendencia del cambio climático.
En primer lugar, resalta que la energía eólica y solar no solamente tienen un altísimo potencial de reducción de emisiones, sino que también pueden ser más económicamente racionales y baratas en muchos casos. En segundo lugar, aunque con costos de entre 0 y 50 dólares por tonelada de reducción en emisiones, está la protección de bosques y ecosistemas.
Algunas de las soluciones de generación eléctrica más popularizadas por la ciencia ficción, la mercadotecnia verde y la desinformación también aparecen como pésimas opciones por sus altos costos y bajos potenciales. Entre estas panaceas engañosas están la energía geotérmica, la energía nuclear, y la generación de energía usando carbón atmosférico capturado por procesos físicos o químicos.
Igualmente, promete un bajo impacto neto el uso de bioelectricidad ─incluyendo el uso de biomasa o biocombustibles─, además de que en algunos casos puede representar una “maladaptación”: el uso de tierra arable para producción de biocombustibles puede generar riesgos en la seguridad alimentaria al reducir el suministro de comida; además, la adopción de monocultivos puede generar impactos como vulnerabilidad a las plagas y degradación de suelos.
En cambio, un método de captura de carbón más prometedor es la incorporación de este proceso en la agricultura de manera intencionada. Igualmente, aunque es sumamente costoso, un camino de alto impacto es la reforestación, aforestación ─generación de bosques donde no existían─ y la restauración de ecosistemas.
Otra de las panaceas engañosas resulta ser la construcción de edificios con alta eficiencia energética. Aunque en México y el mundo han proliferado las certificaciones de edificación sostenible, el IPCC estima que esta estrategia es altamente costosa y no podría reducir las emisiones por más de 2 gigatoneladas anuales incluso si se implementara en todo el planeta.
De la misma manera, el cambio de combustibles fósiles en vehículos de transporte para usar electricidad, gas natural, bioenergía o hidrógeno promete cambios significativos, aunque es relativamente caro. La ventaja de este método es que puede implementarse de manera progresiva entre la población y con costos difuminados entre millones de personas.
¿Por dónde empezar?
Desafortunadamente, para el IPCC es extremadamente complejo recomendar un curso de acción específico dado que cada una de las estrategias mencionadas previamente puede tener costos e impactos mucho mayores o mucho menores según el contexto específico de cada Estado.
Por ejemplo, no en todos los países es plausible generar energía solar, y en algunos la tecnología de celdas fotovoltáicas aún no es suficientemente barata. Sin embargo, quedan claros algunos puntos.
En primer lugar, el reporte lee:
“el concepto de un presupuesto de carbono significa que el mundo debe llegar a emisiones netas cero, sin importar si el calentamiento global se limita a 1.5 grados centígrados Crear emisiones netamente negativas puede, entonces, ser una parte importante de la estrategia de mitigación para compensar las emisiones remanentes o compensar aquellas hechas antes”.
En este sentido, el IPCC encuentra que la reforestación y la aforestación son estrategias viables.
En segundo lugar, es ineludible que todos los escenarios donde se cumplen las metas de mitigación implican una transición en la producción energética del mundo hacia energías renovables que no están basadas en biomasa, es decir: energía solar y eólica.
El reporte enfatiza que es necesario transicionar los modelos de desarrollo en sí, de modo que los mercados financieros, las políticas públicas, la innovación y las instituciones se dediquen al desarrollo sostenible. Sin embargo, el panel reconoce que esta transición es fundamentalmente sociopolítica, y que deberá implicar un transformaciones sociales antes de que se logren cambios prácticos.
Por eso, también se hace mención a la irrupción de nuevos actores de la sociedad civil, a los cambios en patrones de consumo, y a la noción de la gobernanza: la adopción de prácticas participativas en la toma de decisiones.
La clave en la arena política, según se evaluó en el reporte, es visibilizar las enormes oportunidades que ya existen (tanto social como económicamente) en perseguir el desarrollo sostenible.
***
Aquí para conocer más detalle lo señalado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC):