Dejar de Chingar
Por Dejar de Chingar
El sábado 5 de marzo, tres días antes de la jornada del 8 de marzo —Día Internacional de las Mujeres— en el estadio de fútbol Corregidora, en la ciudad de Querétaro, estalló una batalla campal en las gradas que, según la versión oficial, dejó a muchas personas heridas. El hecho ha generado conmoción. En medio del contexto generalizado de violencia en el país, ¿cómo es posible que en el estadio también se encuentre tal grado de violencia? ¿Qué está pasando?
Los análisis televisivos apuntan a las causas propias de la situación en ese momento y ese lugar: la débil seguridad policial, que permitió que la afición desbocada de un equipo cruzara una puerta indebidamente abierta para ir a agredir a la afición del otro equipo de las formas más brutales, sin importar tampoco que esa violencia fuera sobre niñxs que se encontraban en el estadio. Se señala también un historial de confrontaciones entre las barras del Atlas y el Querétaro (aquí un recuento), apuntando a una revancha planeada.
Este tipo de explicaciones suponen que hay instituciones que son incapaces de contener a un buen número de personas (mayoritariamente hombres) que son despojadas de su humana racionalidad al ingresar al estadio, donde afloran sus instintos más animales. A esa instintividad es a la que apela este carton del monero Helioflores: del interior del aficionado del Querétaro (afición señalada por iniciar con las agresiones) emerge un gorila con un garrote, su yo más profundo que agrede por instinto.
BARRAS. pic.twitter.com/90lb0zcMP3
— Helio Flores (@Helioflores_mex) March 7, 2022
Al respecto nos surgen estas preguntas:
¿Está en la naturaleza instintiva de los hombres —en este caso, de los que acudieron al estadio— agredir de forma desbocada? Incluso, ¿está en la naturaleza de los animales agredir instintivamente? ¿Solamente las fuerzas policiales son capaces de contener la violencia de los hombres que acuden a los estadios de futbol?
Pensamos que la violencia como la que se presentó en el estadio aquel día no es una violencia instintiva (salvo aquella, quizá, que fue en defensa propia). No hay agresividad innata en los hombres que van a los estadios de futbol. Las personas no actuamos de forma meramente instintiva (aunque por supuesto la fisiología y todo aquello que conmueve a nuestro cuerpo está de por medio), sino que respondemos a complejas estructuras simbólicas con las que damos sentido socialmente al mundo en el que vivimos.
Es decir, que la violencia entre barras de futbol tiene una racionalidad y se fabrica y se reproduce socialmente. No es “natural”. Desafortunadamente, los enfrentamientos violentos cuerpo a cuerpo tienen un profundo significado social para muchos hombres que acuden a los estadios de futbol: demostrar a otros hombres su “hombría”, es decir la posición de dominación que supone la masculinidad en el mundo en el que vivimos. Por otra parte, esa demostración violenta de hombría parece reforzar los vínculos con los otros hombres que forman parte del grupo. La identificación con otros humanos mediante símbolos y rituales es propia del proceso de “humanización”.
Sin embargo, el uso de la violencia extrema solo tiene sentido en un orden patriarcal. Sus efectos historicos han sido la dominacion, la colonizacion, el genocidio y la violencia feminicida. Las guerras de exterminio son su modo de operación. Podemos verlo de ese modo en las guerras emprendidas por los Estados-nación, así como con la violencia machista sistemática en la vida social de nuestro país, hacia las mujeres, la niñez y las personas que desafían las normas de género.
Insistimos, la violencia en el estadio no fue animal ni es instintiva: es una violencia funcional a un sistema social organizado para la muerte y el despojo, en el que se es “alguien” aniquilando a aquel mediante el cual se establece una diferencia de la cual se pretende sacar ventaja. Tampoco podemos comprender la desaforada violencia masculina sin su vinculación al contexto de violencia sociopolítica en el país.
Este orden patriarcal se manifiesta, también, en la Federación Mexicana de Futbol y los clubes que la conforman. Se trata de una élite que se beneficia de la racionalidad violenta de las barras, sin responsabilizarse de sus consecuencias negativas.
Las normas según las cuales construimos nuestra identidad masculina, las formas en las que afirmamos nuestra “hombría” en los estadios de futbol —pero también en los ámbitos empresariales, académicos, laborales y domésticos— son funcionales a las estrategias del sistema capitalista y patriarcal basadas en el despojo y la explotación de los cuerpos masculinos, activos y agresivos, capaces también de someter a las mujeres mediante la violencia machista para que sigan realizando el trabajo reproductivo en su totalidad. De eso trata también la violencia en el estadio, esa es su racionalidad: afirmar el lugar de poder que pueda proporcionarnos la violencia masculina en este contexto.
Imaginar e interpelar
En el ámbito del futbol, los hombres podemos imaginar que otras formas de afición son posibles. ¿Qué tal una grada que sea un lugar seguro, libre de acoso, de golpes, insultos, y en el que las aficiones apoyen a ambos equipos? ¿Qué tal una afición que impulse la equidad de género en la cancha, en los medios y en la industria del futbol? Eso impulsa la Barra Feminista, un ejemplo esperanzador en el que, de nuevo, mujeres feministas iluminan el camino (aquí un podcast con su historia).
Por otro lado, evitar hechos como el del estadio Corregidora requiere, primero, reconocer que hay un problema con el ejercicio y la afirmación de la masculinidad. Es necesario que asumamos la tarea permanente de interpelar a otros hombres que “naturalizan” la violencia y de ese modo la justifican. Pensar que la agresividad masculina es instintiva nos impide concebir que podemos cambiarla. Trabajemos para que suceda. Puedes escribirnos vía Twitter o Facebook: @dejardechingar.
Nota: Las reflexiones plasmadas en este texto han circulado en distintos espacios como las conversaciones del colectivo Dejar de chingar y en los cursos de Psicología Social y de Estudios de las Masculinidades de ITESO, así como en el programa de radio La Media Vuelta, (acá puedes escuchar las emisiones).