La flor roja

La Hilandera

Por Rosario Ramírez  / @la_hilandera

Hace más de dos años que no voy al cine. Todavía hoy, por muy verde que esté el semáforo epidemiológico, conservo algunas restricciones autoimpuestas por salud mental. Ante ello, las plataformas de streaming han sido una buena alternativa para acceder a materiales varios desde la comodidad de la casa.

Y como no es ningún secreto que la menstruación es uno de los temas que más me gusta abordar en estas columnas, por supuesto que me apunté al estreno de Red, y después me tuve que quedar en silencio algunos días porque parece que algo nos explotó para bien o para mal al ver la historia que se va construyendo alrededor de la experiencia que Mei nos puso enfrente: que si había personas que no se podían identificar, que si hablaba de experiencias culturalmente determinadas, que si es la peor película de Pixar, que si ser una película hecha principalmente por mujeres la hacía facilona o sentimentaloide, que si no aborda la menstruación como nos hubiera gustado…

Lo cierto es que para muchas de nosotras, al menos para algunas de las mujeres de mi generación, la película nos llevó a memorias adolescentes de ruptura, de retos, de sensaciones incomprensibles, de control parental, de amistades que sostienen, de olores, gustos y deseos que tenían origen y destinatario, y un largo etcétera. 

Debo decir que, aunque sabía más o menos de qué iba la película, la miré con toda la sorpresa, fascinación e incomodidad que me quedaba en el cuerpo y la emoción ese viernes por la noche. Mientras escribo esto, trato de colocar mi memoria en esas sensaciones iniciales antes del bombardeo de descalificaciones y aplausos que generó esta película. Celebré y celebro abiertamente que por fin una película con ese nivel de distribución abordara la menstruación como una vivencia. Sin duda lo hizo como un acto disruptivo -como en realidad creo que lo es para la mayoría-, también asociado a cambios en la emoción, pero ya puesto en la experiencia corporal. 

Aunque la película, alude directamente a la menstruación, ésta no se nombró con todas sus letras, y “eso” o “la flor roja que abrió sus pétalos” fueron la palabra y la metáfora utilizada para dar cuenta de aquel cambio “que nos hace mujeres”. Problemático, sin embargo, entiendo estas decisiones.

Primero, porque imagino lo que fue pasar los filtros para que este tema se abordara en una película infantil (que me encantaría saber qué pensaron las, los y les niñes que la vieron, por cierto); segundo, porque el tabú también acompaña a las palabras, y el uso de metáforas es una herramienta a la que recurrimos con frecuencia para explicar procesos (ahí tenemos los arquetipos, diosas y lunas a las que tanto hacemos alusión cuando hablamos del ciclo menstrual). Tercero, aunque hoy sabemos que menstruar no nos hace mujeres, es una de las frases que se repiten con más frecuencia y que más escucharon nuestra generaciones adultas porque esa era la narrativa (y es la forma que hemos tratado de romper o al menos la hemos puesto bajo discusión).

Un elemento que me llamó la atención (y el motivo de la incomodidad que mencionada líneas arriba), fue la exageración y el control que ejerce la madre, así como ese sentimiento profundo de pensar que, se haga lo que se haga, las hijas nunca seremos suficientes. Y no es porque esto fuera exagerado necesariamente, ya que algunas de mis colegas y amigas han escrito que sus madres (tienen) tenían muchas expectativas inalcanzables y/o un control excesivo sobre ellas en su niñez y adolescencia, cosa que comparto; pero más bien me abrumó la sobrerreacción de la madre al saber que la hija había había tenido su menarca y la falta de información relevante para la vida de una niña que se va revelando con la historia del panda.

¿Cuántas de nosotras hubiéramos deseado saber qué cosa pasaba en nuestro cuerpo cuando llegaba la menstruación? ¿Cuántas apreciaríamos saber de síndromes y enfermedades en la familia para prevenirlas o tratarlas? ¿Cuánta información guardamos u olvidamos selectivamente para “proteger” al otro de algo inminente? ¿No sería mejor que la primera menstruación llegara rodeada de información y con los rituales o no rituales acordados bajo consenso? Porque no sé si a todas nos encante que nos persigan para entregarnos las toallitas frente a lxs amigxs o la familia (por ahí tengo una memoria guardada al respecto) o nos hagan un ritual con flores y cantos ¿Que tal que preguntamos y fomentamos también en estos procesos el consentimiento? 

Disfruté mucho la película, disfruté el poder que pone en la amistad, en esas alianzas que nos sostienen en nuestros lugares oscuros y luminosos, el poder de los rituales, de la magia, del linaje, de la decisión de romper con algunas tradiciones (qué poderoso, no?). Quizá esta película no rompió el tabú de la menstruación como pensábamos, pero sí que abrió una puerta a niveles que quizá no habíamos visto. Tal vez ahora toque encausar las preguntas que pudo suscitar esta película sobre este tema, sobre las emociones, sobre el deseo. Quizá toque también hacer saber a las nuevas generaciones que son suficientes, y a las nuestras entender y aprender a acompañar no desde la imposición de patrones o expectativas que solo a nosotrxs nos llenan (y eso a veces). En fin.

Comparte

La Hilandera
La Hilandera
Rosario Ramírez Morales Antropóloga conversa. Leo, aprendo y escribo sobre prácticas espirituales y religiosas, feminismo y corporalidad.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Quizás también te interese leer