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Desde 2014, organizaciones sociales han calificado a este fenómeno como juvenicidio: una política sistemática para destruir a las nuevas generaciones. ¿Qué hay detrás de estos cúmulos de muertes?
Texto: Alejandro Ruiz / Pie de Página
Fotos: Isabel Briseño
Durante las primeras semanas de febrero, 5 jóvenes fueron secuestrados en el estado de Zacatecas. Habían salido a un bar a divertirse, pero al abandonar el lugar un grupo delincuencial se los llevó. Días más tarde, los cuerpos de cuatro de ellos (todos varones) fueron hallados en una camioneta abandonada a pie de carretera en el municipio de Genaro Codina, Zacatecas. Días más tarde, se encontró el cuerpo de Valeria, la quinta joven secuestrada.
Este hecho provocó una serie de protestas en ese estado, el cual vive una nueva ola de violencia protagonizada por grupos criminales desde hace más de un año. Sin embargo, lo que aconteció en las primeras semanas de febrero no es un hecho aislado: Es reflejo de lo que día con día vive el país desde hace más de diez años.
Guerra. Asesinatos. Desapariciones. Feminicidios… Así es la realidad en México; pero, al calor de sobrevivir, detenerse a cuestionar la realidad es una tarea urgente, sino es que necesaria.
El aparente sinsentido de la violencia nos atrapa en una espiral de interrogantes. ¿Por qué ellos? ¿Por qué las y los jóvenes? Mayra Zamaniego, integrante de la organización Jóvenes ante la Emergencia Nacional (JEN), no repara en decirlo: Es un genocidio,“ un ataque sistemático a un sector de la población en específico. Puede ser con la intención de extinguir totalmente ese sector, o extinguir ciertas formas de existencia como una forma de sometimiento y de control”.
A esta política, Mayra la califica como juvenicidio. Es decir, “una política de Estado que está en un ataque concreto hacia la juventud. Eso también puede ser entendido como una forma de terrorismo hacia la juventud para desmovilizar y detener su capacidad organizativa, transformadora”.
México es un país juvenicida.
Desarticular las juventudes organizadas
Entender la violencia hacia las juventudes, en el marco que menciona Mayra, implica retroceder un par de décadas atrás para analizar cómo se ha configurado este fenómeno en el país.
Para Mayra Zamaniego, un punto de arranque es 1968. Concretamente la represión al movimiento estudiantil y la matanza de Tlatlelolco. Ese hecho, sumado a las ideas post revolucionarias y las nuevas generaciones en los movimientos campesinos y obreros, abrió una coyuntura histórica en México.
En México tenemos un largo recorrido histórico de diferentes sucesos que se relacionan con esto. Por ejemplo, la masacre del 68 en Tlatlelolco; donde el movimiento no tenía demandas meramente estudiantiles, como en el sentido de derechos asociados a la educación libre y gratuita, sino que eran demandas de un carácter político popular de movimientos de izquierda”.
Esta composición del movimiento, resalta Mayra, también estaba influenciada por el espíritu de la época. Las luchas de Liberación Nacional en África y América Latina; sumadas a la Revolución cubana y el movimiento sandinista eran parte de los ideales en las juventudes.
Es así, que lo que se mostraba como un movimiento estudiantil también abogaba por libertades democráticas; entablando alianzas con otros sectores populares. Esto, bajo la doctrina anti comunista estadounidense, el espionaje y el intervencionismo, hizo que la juventud organizada fuera duramente reprimida a través de políticas de Estado, con desenlaces trágicos como los que pasaron en el 68 o el 71, con el halconazo.
Posterior a eso, enfatiza Mayra, la radicalización de la juventud (de la mano con la represión del Estado); entretejió una política de control sistemática que puede expresarse en diversos movimientos sociales, políticos y sindicales de la época.
Para dimensionar los agravios bastaría con ver las cifras de la Guerra Sucia (1965 a 1990) donde se contabilizaron más de 300 crímenes de estado.
Asimismo, de acuerdo con datos de la Comisión para el Esclarecimiento de la Guerra Sucia, esta etapa histórica dejó un saldo de, al menos, 900 víctimas de desaparición forzada; entre estas, jóvenes provenientes del campo y la ciudad. Militantes o civiles. Mujeres y hombres.
“Si hacemos un rastreo hay muchas experiencias de ataques específicos contra las juventudes movilizadas, y no movilizadas”, añade Mayra.
Pero ¿por qué a las juventudes? La respuesta: el control de la mano de obra.
La juventud como moneda de cambio
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la juventud es el grupo poblacional que abarca de los 12 a los 24 años de edad. En México, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, existen casi 38 millones de jóvenes. Poco más del 30 por ciento de la población total.
Asimismo, de acuerdo con datos del Consejo Nacional de Población, en 2010, se estimaba que, tan solo en los Estados Unidos, viven, aproximadamente, 4 millones de jóvenes mexicanos. Es decir, migrantes que, ante la falta de oportunidades para mejorar sus condiciones de vida, decidieron irse del país.
“Cuando pensamos en el exterminio de la juventud, o el juvenicidio, no es una simple falla del sistema. Es una política de Estado”, enfatiza Mayra.
Para la integrante de JEN, las juventudes en México se han convertido en un bono demográfico. Es decir, un amplio número de la población que está en capacidad de producir.
“En las proyecciones demográficas se plantea que este es el punto más alto que vamos a tener como país”, explica.
Mayra puntualiza esto; señalando que los millones de jóvenes en el país sirven como punto base para las negociaciones económicas internacionales. Lo vimos con el TLCAN en el 94. Se actualiza ahora con el T-MEC.
“Un elemento claro de negocación de los países, en términos económicos, es hablar de esos bonos demográficos. Por ejemplo, en el caso de México tenemos un gran porcentaje de juventud, y esto se vende como una posibilidad de precarización, de explotación, de mano de obra barata, desechable, remplazable; porque siempre va a haber alguien que lo haga si tú no lo haces. O sea, si tú decides organizarte en un sindicato para mejorar las condiciones laborales te van a hacer un lado, y habrá alguien más que lo haga”, precisa Mayra Zamaniego.
Estas condiciones, enfatiza, se agudizaron a partir de la firma de los tratados de Libre Comercio, que, en la época neoliberal, tienen una doble intención: aniquilar las fuerzas productivas de las juventudes, pero también su potencial organizativo.
Asimismo, el crimen organizado, como una fuerza paramilitar, pero esencialmente económica; las juventudes se han vuelto en la “mano de obra” ilegal. Explotación sexual, sicariato, narcomenudistas, recoletores… Y así, cuando se dejan de cumplir sus objetivos, simplemente se les asesina.
Ante esto, en 2014, Jóvenes ante la Emergencia Nacional, en conjunto con otras organizaciones políticas y sociales impulsaron una acusación ante el Capítulo México del Tribunal Permanente de los Pueblos. La acusación se llamo: Destrucción de la Juventud y las Generaciones Futuras en México por el libre comercio.
La generación que nació con el Libre Comercio
El Capítulo México del TPP llegó para juzgar los crímenes que el estado cometió en contra de la nación. En el marco de esos trabajos, se celebró una audiencia transtemática de destrucción de la juventud. De ahí nace la acusación.
El documento, presentado ante los garantes del Tribunal, inicia así:
Somos la parte más agraviada de la nación destruida, del suelo ocupado. Somos la generación que nació con el libre comercio, la última generación joven del país. Somos las secuelas y vestigios de lo que el neoliberalismo aún no ha barrido. Somos el presente al que se le niega el pasado y se le cierra toda posibilidad de futuro. Somos las generaciones pasadas de un futuro que amenaza con no existir, las generaciones futuras de un pasado liquidado. Somos las y los jóvenes de México, las y los condenados de la patria”.
Para Mayra y sus compañeros reconocer a la juventud más allá de las cifras cuantitativas es fundamental para plantear las exigencias y conceptualizar el juvenicidio. La juventud, escribieron, es una relación social.
“Esta audiencia transtemática fue organizada y trabajada por muchos colectivos juveniles que justo buscábamos hacer ese tribunal ético para juzgar al estado mexicano por los crímenes contra la juventud”, detalla.
Dentro de todos los trabajos del Tribunal, dividido en audiencias temáticas, algo que era muy notorio eran las afectaciones hacia la juventud. Ya sea por la Guerra Sucia y la violencia paramilitar y patriarcal; o por la destrucción del campo, la soberanía alimentaria y los derechos laborales. Las y los jóvenes eran un sujeto al que se afectaba directamente; y sobre todo, se les negaba la opción de un futuro.
“Cuando hablamos de feminicidios y de víctimas de violencia de género la mayoría son mujeres jóvenes. Cuando hablamos de explotación laboral, desempleo y precarización, la mayoría también son jóvenes. Cuando hablamos de migración, de quiénes están migrando, la mayoría son jóvenes…”, puntualiza la integrante de JEN.
La acusación recopiló casos de 22 estados de la República. Asimismo, se presentaron más de 70 casos particulares.
Desde la criminalización a la juventud organizada, y la violación de sus derechos políticos; hasta el análisis del discurso estigmatizante que existe entorno a las y los jóvenes que no se encuentran, formalmente, en el mercado laboral.
Asimismo, también se abordó la destrucción e imposición cultural a partir de las políticas educativas que despojan a las comunidades de su lengua o sus tradiciones. Esto, a partir de las reformas educativas que, el estado mexicano, ha impulsado sistemáticamente en el país.
La raíz, en general, es el modelo económico; la permisividad para que entren los megaproyectos. La destrucción y ocupación de territorios; el daño al medio ambiente. El uso del paramilitarismo como estrategia de contención y el subsecuente desplazamiento de cientos de personas hacia las ciudades o al extranjero.
Por ello, la audiencia también contempló la destrucción de derechos para las generaciones futuras; pues los problemas de las juventudes no solo radican en el presente, sino que al ser el juvenicidio una política de Estado que hunde sus raíces en el modelo neoliberal, mientras este no cambie, el país seguirá sumido en su propia autodestrucción.
“Esto no ha acabado, es una constante las prácticas de terrorismo y de exterminio de las juventudes. Las juventudes son una forma de visión hacia el futuro, y una forma de transformación y organización en el presente, pero más bien han sido subsumidas a las lógicas del mercado y la acumulación de la riqueza”, concluye Mayra.
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Este texto se publicó originalmente en Pie de Página: