“Esto va a ser como un mini Neza”

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Desde que se crearon estos suburbios, sus habitantes nunca habían visto tantas obras y mejoras urbanas como en los últimos dos años. Su destino, sin embargo, es incierto. El agua es una preocupación en la zona; y aunque hay quienes piensan que el nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles traerá oportunidades, hay quienes temen lo contrario

Texto: Arturo Contreras Camero / Pie de Página

Fotos: Isabel Briseño

TECÁMAC, EDOMEX.- Desde lejos, el terreno del nuevo aeropuerto internacional Felipe Ángeles luce envuelto por una nube de polvo en cuyo centro alcanza a distinguirse su torre, como si fuera una sombra. La polvareda cubre una superficie más allá de los confines del nuevo aeropuerto, donde hace dos años se desató una construcción frenética, que tomó por sorpresa a los cerca de 1.6 millones de personas que viven en los municipios aledaños. Una población que está llamada a sumar un millón más en las siguientes tres décadas.  

“Me acuerdo que antes te subías al puente, antes de la construcción, y todavía se veía como campo; hasta una laguna había. Ahora es un charco de agua sucia, pero mi papá dice que ahí se iban a nadar.”, observa Alan Peña, quien en sus 28 años de vida ha visto cambiar estas tierras de forma inusitada. Alan se refiere al puente de Villa del Real, en Tecámac, uno de los seis municipios que recibirán el mayor impacto urbano tras la construcción del nuevo aeropuerto.

Tres décadas atrás, estos municipios estaban formados por pequeños pueblos en los que una mayoría se conocía entre sí. “Ibas a la primaria con todos los niños del pueblo”, recuerda el propio Alan. Pero a partir de 2007 todo eso empezó a cambiar, al proyectarse la edificación de complejos de vivienda popular en Zumpango y Tecámac. Un proyecto llamado Ciudades Bicentenario.

En los hechos, el plan pretendía construir ciudades dormitorio para la clase obrera. Una vez construidas por grandes empresas inmobiliarias como Ara y Urbi, quedaron sin embargo en el abandono.

“Sí hubo un cambio muy cabrón de masa, de automóviles y casas; sí hubo un crecimiento cabrón de muchísimas cosas”, dice Alan. “Pero nada como en los últimos dos años”, cuando inició la construcción del aeropuerto.

Yo siento que, no sé, igual me voy a escuchar mal, pero creo que esto va a ser como un mini Neza. Es muy similar y tienen las mismas condiciones. Realmente no es una zona de edificios, es de fraccionamientos, unidades habitacionales. Además tiene la misma cuestión geográfica de que va a quedar en la parte trasera del aeropuerto. Va a ser una zona popular… si de por sí ya es algo así. Cuando la gente dice Tecámac, siempre piensan: ¡Ay qué feo!”. 

Nuevo aeropuerto, nueva ciudad

Alan se dedica a tatuar en un estudio de la zona y aprovecha un rato en la mañana, antes de ir por su hijo a la escuela, para practicar sus saltos en patineta en un parque cercano a Villa del Real. Este parque es parte de las obras de mejoramiento urbano que se realizaron fuera del aeropuerto y que le han cambiado la cara a los barrios vecinos.

El programa está a cargo de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, que promete traer unos 900 millones de pesos en equipamiento urbano a los seis municipios más cercanos al aeropuerto. Pero no son las únicas obras además que iniciaron en la zona a partir de la nueva terminal.

También se suma la prolongación de 23 kilómetros del Tren Suburbano que sale de Buenavista y va a lechería para que llegue a Santa Lucía (se calcula costará 12 mil 479 millones de pesos); la creación de 17 pasos peatonales entre las carreteras de la zona;  la modernización de las autopistas México-Pachuca y Ecatepec-Peñón; la adaptación de la carretera federal México-Pachuca sobre la que se construye una línea de Mexibús que entronca con la que sale de Ciudad Deportiva y llega a Ojo de Agua, al sur de Tecámac.

De izquierda a derecha: Shamed, Tonatiuh y Alan. Tres amigos y usuarios que se beneficiaron con una de las construcciones en Tecámac. Foto: Isabel Briseño.

Cerca de Alan, Tonatiuh Zamudio también practica con su patineta junto con otro amigo suyo. El parque parece estar muy concurrido para una mañana de miércoles. “Deberías de ver los fines de semana, el parque Monarca, las canchas, todo se llena de familias”, dice Tonatiuh. Al lado del skatepark hay unas canchas de basquetbol que colindan con la carretera federal; cruzando está el parque Monarca y más adelante otro deportivo familiar.

En todos ellos, la pintura aún brilla por lo nuevo. Los juegos infantiles se ven lustrosos y resaltan con tonos guindas, muy de acuerdo al color del partido en turno. Hasta el skatepark está rodeado de tezontle oscuro.

Junto con los parques, a estas colonias llegó el tráfico. Desde hace dos años en la zona no paran de arreglar las avenidas y las carreteras. Sobre la carretera federal, que usa el grueso de la población de Tecámac como vía principal, los embotellamientos ocurren a toda hora. El problema recrudeció la semana antes de la inauguración del aeropuerto.

La mayoría de los habitantes de las periferias cercanas al Aeropuerto Felipe Ángeles desean que las obras culminen porque se han visto afectados en sus traslados. Fotos: Isabel Briseño.

La plusvalía va a estar bien para las casas y todo eso, pero el tráfico va a ser el eje de todo”, asegura Claudia Reyes, maestra de Yoga y acondicionamiento del programa de deporte comunitario de la alcaldía. “Aquí en la carretera, la federal, son dos carriles de ida y dos de venida. Y si luego van a quitar uno con el Mexibús… no sé. Aquí la hora pico es todo el día, pero espero no se vaya a quedar así para siempre”. 

La mayoría de los habitantes de estas colonias, fraccionamientos urbanos abandonados por sus constructores, viajan a la Ciudad de México a trabajar: otros más a las zonas industriales cercanas. Ellos han sido los más afectados por el tráfico. Si antes una trabajadora salía de su casa a las seis de la mañana, ahora los camiones y las combis empiezan a llenarse entre las tres y media y las cuatro.

“En definitiva va a ser diferente, porque es un cambio, pero va a tener sus pros y sus contra”, reflexiona Claudia. “Ha crecido mucho. Cuando llegué, la (carretera) federal era de dos carriles, uno de ida y otro de venida, no había ni Chedrahui ni nada de nada”. 

La construcción de conjuntos habitacionales no se detiene en los amplios terrenos cercanos al nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles. Foto: Isabel Briseño.

Menos agua y más concreto

En torno al aeropuerto Felipe Ángeles se estima un aumento de vivienda que rebase las 70 mil casas, así como una expansión urbana y de zonas industriales de bajo impacto que abarcará unas 64 hectáreas sobre lo que antes eran tierras semi rurales, de siembra y pastoreo. Será un cambio sustancial.

Algunos habitantes demandan servicios básicos como alumbrado público, pavimentación y drenaje. Foto: Isabel Briseño.

Entre los pastizales y los arados es común ver letreros de venta, con números telefónicos. El precio del metro cuadrado de estas tierras ha aumentado de unos 120 pesos a 220, según dice uno de los vendedores que atiende el llamado telefónico. Otros vendedores sostienen que incluso ha llegado hasta 350. Lo cierto es que aún es posible ver entre los caminos de tierra que dividen las parcelas a pobladores que pasan en sus bicicletas o a pie, como Luis Salazar, un enfermero en el hospital del IMSS que vive en San Pedro Pozohuacan, otro de los poblados de Tecámac.

“¡Mira esta cochinada en la que vivimos!”, exclama de inicio. “Tú subes a la avenida y ése es el pueblo. En estas colonias (a las afueras del pueblo) tienen luz porque la gente se ha cooperado para instalar los postes, pero yo vivo una calle más para allá y no tenemos nada. Es deplorable cómo se roban el dinero y se supone que esto ya va a tener uso de suelo metropolitano, ya en el Diario Oficial de la Federación aparece así”, dice Luis mientras camina por una terracería inundada por aguas negras que brotan de una coladera fracturada.

A lo mejor sí van a haber beneficios de trabajos y eso, porque dicen que hasta va a entrar una nueva aerolínea, una blanca con rojo, no me sé el nombre. Han habido anuncios de que solicita gente para mantenimiento e intendencia, esos son los trabajos que ofrecen, porque muchos de los empleados que van a llegar seguro vienen de allá de donde son las aerolíneas”. 

A su pueblo, San Luis Pozohuacan, también en Tecámac, no llegaron skateparks o deportivos como el Monarca, solo un pequeño centro cultural. En cambio, sí espera que lleguen bodegas de empresas como Amazon, DHL o de Correos de México.

San Luis Pozohuacan queda al pie de una de las entradas vehiculares del aeropuerto, la que estará más cerca a la zona de carga. Luis teme que se convierta en una colonia como Peñón de los Baños, uno de los vecindarios colindantes al aeropuerto Benito Juárez, en la Gustavo A. Madero. Sus calles son famosas por los enfrentamientos  armados que de vez en cuando se desatan y por alojar bodegas con toda clase de artículos de tráfico ilegal. 

Cerca de Pozohuacan, cruzando la carretera Federal a Pachuca, hay otro poblado, San Lucas Xolox. Una de sus colonias, la Michapa, está bordeada al sur por la barda perimetral del aeropuerto, Ahí está la Puerta 9, por donde día y noche entran y salen obreros con chalecos color neón, cascos y botas de casquillo.

Por la puerta 9 del nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles continúan ingresando los empleados que trabajan a marchas forzadas previo a la inauguración del proyecto del mandatario Andrés Manuel López Obrador. Foto: Isabel Briseño.

Fidelina López Hernández vive a unos metros de la barda y no pude esperar a ver esa puerta cerrada. Los trabajadores, dice, salen a diario con ganas de tomar y acaban borrachos por la colonia, orinando en las calles. Lo peor es que ella no ve ningún beneficio ante la apertura de la nueva terminal aérea. Por el contrario, la considera un riesgo. Desde su tejado se alcanzan a ver los tanques de almacenamiento de gasolina. Una bomba de tiempo, piensa ella.

Por si fuera poco, desde que empezó la construcción del aeropuerto, el agua de por sí escasa, escasea más. Al punto que ella y sus vecinas tienen que encargarla en pipas, pese a que el poblado tiene su propio pozo. “Dicen que ellos (los del aeropuerto) ya perforaron dos pozos a 250 metros, pero el nuestro, el del pueblo, está a 150. Entonces van a absorber toda el agua”, dice con pesar ante el escenario futuro que vislumbra.

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Este texto se publicó originalmente en Pie de Página: 

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