Desde Mujeres
Por Claudia Angélica Ramírez Ramos / @ClaudiaRmRm / @DesdeMujeres
A partir de los últimos éxitos al respecto de la paridad en los espacios de decisión política, principalmente legislativa; nos hemos encontrado con una avalancha de análisis e investigaciones sobre el por qué las herramientas de participación política electoral son necesarias para visibilizar y arrancar el poder de las manos de aquellos dinosaurios y tiburones que tan cómodos se han sentido durante décadas en las sillas del poder; esta columna en particular no trata de la victoria, sino de los pendientes.
Reconozco y aplaudo la lucha de la paridad numérica, pensar en una igualdad de curules entre mujeres y hombres hace tan sólo diez años nos parecería muy lejano, tal vez hasta de esos temas que durante una cena familiar los hombres heteronormados en la mesa voltearían los ojos y argumentarían que “¿para qué quieren más espacios si ya pueden votar?” o en un cuestionamiento un poco más fino “Pues nadie les está cerrando la puerta, que compitan al interior de sus partidos y si ganan pues ya qué” parece broma; pero como muchas otras cosas que suceden en un país a veces tan ridículo como en el que nos encontramos, es anécdota.
Mi observación entonces no va como ataque a las victorias numéricas en la paridad; va entonces al reconocimiento del pendiente de una gran paridad sustantiva, al ir más allá de los números del 50 y 50 en los espacios de decisión o liderazgo visible; porque, como ya es costumbre; los partidos políticos y la clase política (y señalo principalmente a esas “nuevas clases políticas” que de novedad son las caras pero que en las mañas son tan viejas como la vieja) son súper buenos para encontrar lagunas legales, morales o éticas en las demandas sociales.
Pondré como ejemplo a uno de mis sujetos de estudio favoritos, el Congreso del estado de Jalisco; espacio donde por primera vez se habita por una arrasadora mayoría de mujeres legisladoras; siendo estas 24, mientras que sus compañeros hombres son 14; la victoria de la visibilización en estos escaños es importantísima; pero por el contrario las mujeres que no buscamos un poder político y nos sentimos más a gusto en los espacios técnicos, incidentes o académicos no nos vemos representadas en la planilla (así como tampoco las mujeres que no encajamos en una imagen física específica que se ha reproducido en diferentes Congresos o Partidos Políticos de “cómo debería lucir una mujer política” de acuerdo a una visión o construcción claramente masculina; pero eso es algo que se hablará en otro momento).
En el Congreso del Estado de Jalisco existen 20 órganos técnicos encargados de responder a las tareas de apoyo de investigación o elaboración técnica de las Comisiones Ordinarias más importantes del Poder Legislativo local; sin embargo, sólo seis de estos, son liderados por mujeres; así como que de las seis Coordinaciones que responden a tareas técnicas de la Secretaría General del Congreso como tareas administrativas, técnicas o del proceso legislativo, todas y cada una de ellas son lideradas por hombres.
Sin embargo, lo entiendo, hablo mucho del Congreso Estatal por el sentimiento particular de haberlo habitado como asesora, evaluarlo como Coordinadora PAP del Observatorio Legislativo e incidir de manera directa en diferentes momentos a través del apoyo activista a organizaciones de la sociedad civil; pero es importante destacar que no sólo se trata del Congreso como poder político sino que es el primer espacio de representación de las personas donde quienes lo habitan son el enlace directo ya sea por territorio o ideología en el pre-diseño y evaluación de políticas públicas y que si bien las demandas sociales dichas al interior de la Asamblea tendrán voz de mujer, buena parte de las soluciones no contará con la misma suerte.
Recordemos entonces, algunas de las ventajas de contar con mujeres en la planificación y desarrollo técnico y académico de las políticas públicas; ya que, de acuerdo a la OCDE en su estudio “Investing in women and girls” se asegura que, por lo menos las mujeres construyen ciudades más diversas e inclusivas; ya que tienden a desarrollar mayores habilidades de comprensión y entendimiento a grupos de la sociedad aún cuando no pertenezcan a ellos; desarrollan negociaciones y liderazgos más sensibles e inclusivos y más horizontales; además de que las mujeres tendemos a invertir una mayor proporción de nuestros ingresos económicos y recursos de tiempo o materiales en la comunidad.
Y dejaré esto aquí, pero la apertura y el reconocimiento a quienes ya habitan la política y las instituciones sigue presente, toda mi admiración a todas ellas, sólo para recordarles también la responsabilidad que implica que podamos abrirle la puerta a las que vienen atrás de nosotras, a las que las intentaron abrir y no pudieron, y a todas aquellas que necesites sólo una oportunidad.