Instinto materno

Oxímoron 

Por Andy Hernández Camacho coordinadora de La Mamá Cósmica

@andybrauni/@lamamacosmica

Durante un taller de escritura y maternidad al que tuve la fortuna de llegar el año pasado, la conversación nos llevó a cuestionar la idea del instinto materno y su papel al ejercer nuestro rol de madres…recuerdo haber dicho que yo (casi dos años después de haber parido a Nicolás) seguía esperando que ese instinto natural llegará a mí y al fin saber que carajos estoy haciendo…

El instinto materno podría explicarse como el vínculo que se establece entre LA madre y su cría y que además incita conductas de protección y cuidado. Se cree que es exclusivo de las mujeres e incluso se le asocia con el “amor a primera vista” entre madre e hije. Por muchos años, se creía que al convertirte en mamá este sentimiento simplemente aflora, y así reforzando la idea de que toda mujer se completa al vivir la experiencia de la maternidad. Sin embargo, desde hace varios años existen debates en torno a esta idea. 

El mito del instinto materno se puso en duda por primera vez en 1949. Cuando la escritora Simone de Beauvoir* cuestiona la naturalidad de las conductas maternales, poniéndolas en el campo de la cultura, separando el aspecto biológico (sólo una mujer puede gestar a otro ser humano), de la parte social (cada mujer desea o rechaza la maternidad como una posibilidad).

A partir de estas reflexiones la maternidad comienza a verse como un proceso mucho más complejo…y es que pocas cosas en la vida encierran tanta contradicción como la maternidad, más en un país donde la idea generalizada de que las mujeres hemos nacido para ser madres y que serlo nos “completa” e incluso le da sentido a nuestras vidas, nos hace sentir extremadamente confundidas ante una realidad que nada tiene que ver con los ideales de maternar en color rosa…

Con todo y los cuestionamientos sobre el instinto maternal para muchas personas este imaginario implica que una mujer quiere tener hijos de forma innata y natural, en otras palabras, la maternidad se concibe como un deseo que toda mujer tiene o debería tener…algo así como un llamado de la naturaleza que tarde o temprano aparecerá.

Por otro lado, el instinto materno también se asocia a la idea de que la intuición protectora y maternal de una mujer se activará naturalmente después de dar a luz y que de repente, sabrá exactamente qué necesita su bebé en cada momento, y será capaz de hacer la transición a la maternidad de forma natural, sin ningún contratiempo en el camino…nada podría estar más alejado de la realidad.

Porque si algo he aprendido después de dos años y medio de asumir el rol materno, es que aunque les hijes sean deseadxs y amadxs, la realidad es que aprender a cuidar a una personita recién nacida está muy lejos de ser fácil o instintivo y que requiere un proceso de adaptación y un aprendizaje constante, en el que hay poco o  nulo lugar para la intuición.  

Esta idea esencialista de lo que implica convertirte en madre, nos genera nuevos cuestionamientos y por supuesto culpas, cuando no experimentamos este llamado natural para ejercer los cuidados de la cría… ¿será que hay algo malo conmigo?. Como si estuviéramos “mal programadas”, así el concepto del instinto maternal refuerza la idea de que las mujeres no sólo deseamos (o deberíamos desear) tener hijes, sino que también estamos “equipadas” de manera natural (así por decreto) para cuidarles y cubrir todas sus necesidades, como si vinieramos a este mundo con un manual integrado de cómo ser madre que se activa mágicamente al parir. Y ojo porque todo lo que se desvíe de esta idea se considera anormal. 

Porque además hay un sentimiento que las madres tenemos socialmente prohibido: el arrepentimiento. Las mujeres estamos obligadas a ser felices con nuestros embarazos, partos y años de crianza, sin que se nos permita cuestionar ninguna de estas etapas ni expresar los sentimientos contradictorios que conlleva un cambio tan radical como la maternidad.

Sin sentir este supuesto instinto natural que debería apoderarse de todas nosotras en algún punto de nuestras vidas, muchas experimentamos nuestras maternidades entre tabúes y culpas, todo por miedo al juicio de una sociedad que utiliza los roles y las emociones para orillarnos hacia la maternidad casi por defecto. Pero lo cierto es que hay tantas formas de vivir la experiencia de maternar como madres hay en el mundo.

Este tema del amor materno natural se ve reforzado también por muchos discursos religiosos, culturales e institucionales que juzgan severamente a las madres que no nos apegamos a esta norma y nos consideran casos extraños, incluso antinaturales, y que seguramente somos consecuencia de una serie de problemas mentales, sociales o morales. ¡Y ni hablemos de las mujeres que deciden que para nada quieren ser mamás!

Pareciera que las personas olvidamos que no somos solo biología, también somos seres sociales. Los instintos no se pueden alterar, son parte de la naturaleza, en cambio las conductas sociales se modifican según el tiempo y las circunstancias. 

Las mujeres hemos aprendido desde pequeñas, de manera explícita y silenciosa, que evitar la maternidad significa evitar la responsabilidad y el llamado del instinto, pero que además sino cumplimos con este mandato, pasaremos el resto de nuestras vidas sintiéndonos vacías, incompletas…Y, por supuesto las que deliberadamente rechazan esta responsabilidad y el instinto, no sólo son criticadas, sino también señaladas y estigmatizadas.

A pesar de que durante el embarazo y buena parte del primer año al lado de mi hijo añoraba que este mítico instinto apareciera y que me transformará en la madre perfecta, ahora entiendo que la noción de un instinto maternal innato, también es un arma de doble filo que puede evitar que las nuevas madres busquemos ayuda cuando la necesitemos. Porque tratamos de apegarnos al ideal de que naturalmente debemos saber cómo hacer todo. 

El insmito materno se transforma entonces, en un concepto que se utiliza ampliamente en la cultura popular. Sin embargo, no existe evidencia que lo respalde. Me parece que en lugar de pretender que las madres sepamos cómo ejercer la maternidad y la crianza instintivamente, es necesario crear una comunidad en torno a nosotras, que nos sostenga desde la empatía y la comprensión que se requieren para criar y acompañar a otro ser humano.

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Andy Hernández Camacho es maternofeminista, profesora de literatura, comunicóloca pública, sentipensante, gestora de procesos comunitarios en distintos espacios, siempre en deconstrucción. Actualmente, reflexionando en tribu sobre maternidades desobedientes y las distintas narrativas para nombrar el trabajo de cuidados a través del proyecto La Mamá Cósmica. También es maestrante en gestión y desarrollo social.

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