La calle del Turco
Por Édgar Velasco / @Turcoviejo
Su nombre es Eduardo Salomón y hoy su historia es más que conocida, y no precisamente para bien: un grupo armado entró a su casa y se lo llevó. Él, al verlos llegar, escondió a sus hermanos en el baño para que no les pasara nada. Al final, a la familia le pasó todo: el muchacho fue encontrado muerto dos días después. Como suele ocurrir en estos casos, la tragedia se fue volviendo peor conforme se dieron a conocer los detalles. Quizás el más atroz: el grupo se equivocó de casa y se llevó al muchacho que no era.
La noticia del asesinato de Eduardo Salomón sacudió a muchas personas y desnudó a otras.
Las personas que se vieron sacudidas organizaron una manifestación la mañana del martes en la glorieta de los Desaparecidos. Desde ahí primero, y desde plaza de Armas y desde Casa Jalisco después, se alzó la voz para reclamar, otra vez, por la crisis de inseguridad que aqueja al estado, crisis que se ha documentado una y otra vez y que todos los días vemos en redes sociales con los retratos de las personas desaparecidas, que leemos en los titulares sobre restos humanos en bolsas, que muchas personas viven todos los días cuando ven afectado su patrimonio o cuando, como en el caso de Eduardo Salomón, el crimen organizado toca a su puerta y les destruye la vida.
Decía arriba que la historia del muchacho sacudió a unos y desnudó a otros. En una misma mañana desnudó a Enrique Alfaro y a las y los diputados del Congreso de Jalisco, que una vez más demostraron su nula empatía. En primer término, el gobernador salió a anunciar, altanero y ufano, que ya había un detenido presuntamente vinculado con el asesinato del menor. Soberbio y miserable como es, usó el video para alardear que estaba trabajando y acusó que el caso estaba siendo usado para el golpeteo político. Acto seguido, aun cuando era de conocimiento público que habría manifestaciones, se fue al estadio para el lanzamiento de la Copa Jalisco de fútbol, demostrando una indolencia atroz para con las personas que se vieron sacudidas por el caso de Eduardo Salomón, su familia en primer lugar.
Una vez más, el gobernador puso el fútbol como prioridad y, peor todavía, por encima de la empatía y la sensibilidad que podrían esperarse del gobernante de un estado sacudido una y otra vez por el horror.
Pero lo de Alfaro fue apenas la muestra de las prioridades que tienen los políticos de pacotilla que dicen representar a los ciudadanos y que en realidad sólo se representan a sí mismos. Mientras ocurrían las manifestaciones, y siguiendo el ejemplo del gobernador, en el Congreso de Jalisco las y los diputados se encimaban unos sobre otros para rendir un homenaje al Atlas por haber salido campeón hace un par de meses. Vaya cosa: el mensaje, quizás, es que las familias de las y los desaparecidos, de las y los asesinados, de las personas que buscan a sus seres queridos en el amontonamiento de cuerpos y restos que desbordan el Servicio Médico Forense, deberán esperar 70 años para que el Congreso las voltee a ver.
La burla más grande llegó el miércoles, cuando Enrique Alfaro presumió en sus redes sociales que por fin se había saldado una deuda que tenía en el estado: “Aunque no lo crean, no había ningún retrato (de Mariano Otero) en Palacio de Gobierno”, posteó en sus redes sociales, dejando claro, otra vez, cuáles son sus prioridades.
Así como López Obrador tiene una fijación febril con Benito Juárez, el gobernador no puede ocultar los sueños húmedos que tiene con Mariano Otero, figura con la que le urge sentirse identificado, como se evidenció cuando en 2020 le pagó a Enrique Krauze para que hiciera un tuit en el que comparaba al personaje histórico con el gobernador. (Risas grabadas.)
¿Jalisco se hunde en la inseguridad y la violencia? Enrique Alfaro prefiere patear balones.
¿Que las familias exigen justicia? El gobernador se sorprende, y pretende que la gente comparta su sorpresa, porque no había —¡cómo puede ser posible!— una pintura de Mariano Otero.
¿Que el Semefo está desbordado y no tiene presupuesto? Enrique Alfaro prefiere darle 25 millones de pesos a Sergio Pérez para que sea “embajador de Jalisco”, lo que sea que eso signifique.
Queda más que claro que el tiempo corre y el gobernador está más que fuera de la jugada en su imaginaria carrera presidencial. Lo sabe y por eso está urgido por posicionarse, cueste lo que cueste. Literalmente. ¿Pero quién va a servir de contrapeso si el Congreso le regaló la Fiscalía y después se puso a aplaudirle al Atlas antes de, por ejemplo, auditar el nuevo crédito que pidió el gobernador?
Indolentes, los políticos jaliscienses nos han dado esta semana una prueba irrefutable e indolente de donde están sus prioridades. Y deberíamos tomar nota.
Es de sobra conocida la indolencia de Alfaro, si no le duele la muerte y desaparición de los jóvenes y niños, qué le va a importar que 96 maestros de educación media superior estemos sin salario,y lo que esto conlleva, desde hace más de un año. Y así como el congreso y la fiscalía, los tribunales de arbitraje también a modo del señor que sueña con ser presidente de México.