Manos Libres
Por Francisco Macías Medina / @pacommedina
Foto: Carlos Ibarra / Diasporas Urbanas
Se trata del nombre de una zona de la ciudad de Guadalajara, pero en realidad adquiere diversos significados dependiendo desde donde se mire. Puede ser un polígono, una “zona invisible” u origen del desplazamiento de diversos delitos en la ciudad.
La realidad es que su origen está ceñido a las diversas migraciones internas de nuestro país que acuden a la ciudad como una esperanza de otra vida desde hace más de 30 años, en la que incluye la aspiración de ingresos y patrimonio.
En el caso de esta comunidad, resalta el hecho de que sus viviendas fueron construidas en las cercanías de las vías del tren, como un reflejo de la falta de planificación del territorio, siempre sujeto a la especulación y de la carencia total de políticas públicas para la vivienda social.
Lo común es resaltar el lugar más que a las personas, sus formas de vida, sus desafíos u orígenes. Llama la atención que se busca desdibujar un rostro concreto, como si se intentará colocar otro que más adelante descubriremos.
Cada determinado tiempo dichos “lugares “tiene su ciclo de presencia. En esta ocasión, un hecho violento, sorpresivo e ilustrativo ocurrió en su entorno: una persona fue encerrada intencionalmente en un pozo instrumental de la Comisión Federal de Electricidad, la cual fue descubierta por haber llamado la atención con osamentas humanas que localizó en el interior de una nueva fosa urbana, lo que generó la reacción de las autoridades. No hay más información, ni de la persona ni del contexto del uso de una infraestructura urbana utilizada para la muerte.
De acuerdo a la información de la periodista Rubí Bobadilla de El Informador (26 de enero), recordó que ya han existido más intervenciones del gobierno municipal en la zona, ya sea por la existencia de robos que han trascendido a la opinión pública o por el deseo de reubicación de más de 250 familias. La constante es la falta de continuidad de las acciones a través del tiempo.
Lo que si es constante es la percepción de los vecinos aledaños, quienes hablan constantemente de la existencia de robos, disparos en la zona e incluso hasta de privaciones de la libertad de personas, lo cual es efecto de la misma inacción antes mencionada, con lo cual se incremente con toda seguridad los daños y se permite la consolidación de un sujeto que es enemigo del entorno, el cual es replicado con facilidad por el gobierno municipal.
La novedad en la actual gestión de Pablo Lemus como presidente municipal de Guadalajara, es que busca amplificar esa visión del “enemigo” al responsabilizar a los pobladores de esa comunidad de la inseguridad de las colonias Americana, Francesa y Chapultepec, sin ofrecer evidencia clara y científica para ser discutida.
Pareciera una respuesta hacia sus electores diseñada para continuar con una permanente campaña electoral futura, para lo cual resultan útiles los rostros de personas que carecen de voz y cobertura mediática.
Lo anterior resulta contradictorio, ya que el mismo Lemus en su gestión pasada al frente del Ayuntamiento de Zapopan, impulsó acciones de mediano y largo plazo para combatir la desigualdad y el riesgo social de las violencias a través de la instalación de las conocidas como “Las Colmenas”, las cuales han mostrado resultados palpables ¿Qué cambió?, ¿por qué se deja de escuchar las áreas de combate de la desigualdad, reconstrucción del tejido social y prevención del delito?
La respuesta la encontramos en los incentivos que ofrece siempre las estrategias punitivas: lanzar imágenes de fuerza tan útiles en esta época de redes sociales, donde se incluya al ejército – militarismo útil- ; describir partes informativos con números detallados de asuntos que jamás pasarán un control judicial y mucho menos resisten un análisis sobre costo beneficio, pero sobre todo permite al actor político mantener el discurso y el control sobre una situación de “riesgo” que en realidad debería de ser atendida a largo plazo, si es que no se quiere poner en marcha de nueva cuenta el cronómetro.
Si escuchamos con la misma atención a las personas que residen en Pueblo Quieto, lograremos identificar que la gran parte de ellas son víctimas de la misma inseguridad, que son personas que cuentan con trabajo y actividades – incluso muchas de ellas trabajan en las colonias aledañas-, pero sobre todo buscan mejorar sus condiciones día a día a pesar de los propios riesgos de la zona. En síntesis, independientemente de su condición cuentan derechos humanos.
Si realmente interesará este enfoque, se informaría con claridad de la evidencia y su conexión con el contexto, sobre todo el relacionado con la delincuencia organizada. Se rendiría cuentas sobre ello.
Se atenderían a las personas afectadas por el delito para obtener información y procesar las denuncias que fueran necesarias, para en su caso sujetar a control a aquellas personas que cometen delitos y hacer trabajo de inteligencia policial, no militar.
Se observarían los riesgos de las personas de la comunidad para atenderlas. Se apostaría por un proyecto de dotación de vivienda social, en la que en vez de prevalecer las zonas invisibles las transformemos en zonas de cumplimiento de los derechos humanos básicos.
La propia ubicación y abandono de servicios básicos de esa comunidad, refleja la realidad de lo que como sociedad y gobierno construimos cuando la exclusión es la regla.
Es un buen momento para no olvidar que pueden existir muchas acciones o políticas gubernamentales, pero el derecho de las personas a vivir dignamente es único, no solo por ellos, sino para todos los seres humanos que nos los debemos unos a otros.